lunes, 30 de marzo de 2009

15

"Una mujer fué vista saliendo del lugar. Se sospecha que haya sido un crímen pasional. El hombre de 45 años fué asesinado a puñaladas. Una mujer fue vista en el lugar de los hechos pero no se ha podido definir du identidad. Al parecer la primera puñalada, directo a la yugular, fué definitiva, mientras que la mujer siguió apuñalandolo solo para conseguir sangre, la que utilizó para escribir en la pared su mensaje. Aparentemente 'Ni mujeres ni niños' sería la inscripción, pero no tenemos mayor infomación al respecto." Esto lo oí de un canal latino de informaciones, aquí ya era noticia antigua, había pasado el día anterior.
Me sigue. Me odia. La muy perra quiere arruinarme la vida, estoy segura de ello. Sabe que la sigo y ahora quiere cambiar las cosas. Quiere que sepa que la que me observa es ella. No sé qué más pensar. No hay posibilidad de coincidencias. Tengo una foto en mi bolsillo con la misma inscripción que la pared escrita con sangre. Pienso en el tipo que quizo matarme en el aeropuerto. Necesito saber si ambas cosas están conectadas. Necesito saber porqué no vino a asesinarme ella misma. Creo que la única manera es atando cabos. Debo ver a la familia de José. Debo averiguar, buscar pruebas. Esa puta quiere matarme y yo no quiero morir.
Maldita perra, ya verás. Quizás Takeshi tenga algo que ver en esto. Quizás no. No recuerdo haberle contado nada acerca de mis conocidos, menos aún datos específicos. Es probable que esté de parte de la policía. Pero... ¿porqué iría a matar a alguien la policía, para llegar a mí? No. No. No tiene sentido. Takeshi pregunta hacia donde voy. Pregunta que me sucede. No le contesto. Lo aparto a un lado y me voy. Al salir del aeropuerto evité a los policías de turno, pero no parecían estar del todo alertas. Eso parece indicar que no me están buscando. Podría ser a causa de que sepan exactamente donde estoy. Aunque no parece que haya nadie siguiéndome. En ese caso no me hubiesen dejado ir. No. Me decido a golpear la puerta. Observo a mi alrededor buscando a mi gemela pero no está. Me atiende la viuda de José. Me mira, rompe en llanto y me abraza muy fuerte, como si fuera su hermana, su amiga del alma. Lloro con ella. Le digo entre sollozos que lo siento. Luego de un rato nos separamos. Dejo mi mano frotando su espalda, en señal de compañía, aunque en estos momentos no sea mucho. Me invita a subir con la mirada. Subimos las angostas escaleras, antes llenas de ruido y vida, ahora marchitas. Arriba toda la familia observa el suelo, grandes y chicos por igual. Están devastados. La simpática señora que había hablado conmigo en un principio era su madre. No tengo palabras. Apoyo mi mano sobre ella y asiente sin decir palabra. Espero un tiempo para hablar, hasta que noto que no habrá momento oportuno y lo hago de todas formas -¿Saben quién puede ser responsable? -Nadie dice nada. No saben quién puede haber sido. No tienen enemigos. Solo conocidos, amigos, vecinos que pasan a su lado sin notarlos. No. No tienen idea.
-José trabajaba todo el día. Los periodistas dicen que él y esa mujer eran amantes… ¡pero es mentira! -Dice la viuda de José y rompe en llanto nuevamente. Les digo que haré lo posible por hacer algo al respecto, que trataré de devolverles todo lo que hicieron por mí. Doy media vuelta y los dejo, allí, tristes, gravemente heridos por su gran pérdida. Me dirijo hacia la carpa del Shaman. Necesito que me ayude. El siempre sabe que hacer. No dejo de mirar, paranoica, hacia todos lados. Busco a esa perra y no la veo por ningún lado. Al llegar al lugar veo que el Shaman me espera en la entrada. No sé que hace allí. -Hola… -Pase -me interrumpe. Ya adentro estoy a punto de preguntar si sabe lo de José y asiente con la cabeza antes de que pueda decir palabra. Le comento la situación. Como llegué allí, detalle a detalle. Paso a paso. Mi doble. Trato de no olvidar nada. El Shaman me lleva hasta el fondo de la carpa. Su mujer está en silencio, como meditando o algo así. Él me señala una camilla y me hace recostar en ella. Todo el lugar está lleno de bolsas y huele a especias o algo especial. No sé que es, pero es un lugar muy… espiritual. Le pregunto que demonios vamos a hacer. Le digo que necesito atar cabos. Necesito respuestas -Nada quedará sin respuesta -me dice con su voz grave y profunda. Y le creo. Esa voz no miente. Me alcanza un té con un aroma fuerte -Bebalo y recuéstese nuevamente -me dice. Al beber ese brebaje me siento bien. Relamente bien. Siento mis pensamientos claros. Me acuesto y me relajo.
Luego de un rato escucho la voz del Shaman a lo lejos, como desde el cielo. Y estoy… estoy en un lugar extraño. No, no es extraño. Es mi casa. La casa de mis padres. De mi padre. El lugar es extrañamente limitado. Mi padre trabaja y trabaja. Mi madre teje y yo a su lado. Me parece extraño no recordar la voz de mis padres. El Shaman me guía a través de un túnel. Todo gira alrededor. Es complicado atravesarlo. El final nunca llega pero a un costado encuentro una puerta. Entro.
No tengo idea que es todo esto. Estoy sentada en una mesa gris. ¿Sala de interrogatorios?. No lo sé. Un hombre entra. No es Paulo, no es el tipo de Roma. Es alguien más. Comienza a hablar. Inglés. Creo que habla en inglés. Me muetra fotos. Gente. Lugares. Me mareo. Todo se difumina. El tipo se deforma, se estira y desaparece en un tornado. Todo se aleja. Vuelvo a casa, pero allí no hay nadie. Miro a los lados. Necesito descansar. Me recuesto. Abro los ojos y estoy de nuevo con el Shaman.
-Tranquila, estuvo revisando su pensamientos, pero ya está de vuelta -Esas cosas que ví… ¿qué era todo eso?
-digo confundida -Son recuerdos, algunos de su vida, otros de vidas pasadas… -dice y sonrío. Habla en serio. El Shaman me dice que eso era una vida pasada. Quiero creerle pero es difícil. Nunca creí esas cosas.
-Experimentará sueños extraños esta noche. Tenga, antes de dormir por las noches tome una infución de estas hierbas -Me facilita una pequeña bolsa
-Tendrá las respuetas que busca. No pasará mucho tiempo hasta que las encuentre. Confíe en mí y su mente estará preparada para esto viajes. Solo es necesario que confíe en ello. Vuelva mañana.
-Le agradezco. Tomo la bolsa y la guardo en mi bolsillo, el mismo bolsillo donde encontré la foto. Mierda. Esto está fuera de control. No puedo volver al aeropuerto. Necesito un lugar donde quedarme y ya no confío en Takashi. Pienso en un lugar a donde ir y no tengo nada.
El Shaman me ve confundida y me dice -¿Tiene lugar donde pasar la noche? -Niego con la cabeza -Puede quedarse aquí. No le faltará comida ni abrigo. Le agradezco lo que hace por mí y me arrepiento de haberlo hecho. Hasta ahora lo único que sucede luego de agradecerle es que las cosas empeoren. Véase José.
Me siento mareada. El Shaman me explica que es a causa de haber tomado aquél té de hierbas.
Descanse… -me dice. Mañana avanzaremos un poco más. Eso espero. Me recuesto y ya no tengo fuerzas para mantenerme, despierta. Todo se mueve. Mierda, será una larga noche…

martes, 24 de marzo de 2009

14

Despierto en el baño. Estoy sentada en el inodoro. El baño más pulcro que hayas visto. Como siempre digo: poco humano. Salvo por que en este caso el inodoro está manchado de sangre y hay unos cuantos preservativos tirados en él. O eso parece. Me asquea. Vomito. Es extraño, pero no creo que eso sea mío. Hace poco tuve la regla y se pasó. No hay forma de que sea posible. Recuerdo haber estado hablando con Takeshi. Me contó su vida. Japón. Sus padres. Viajes por el mundo. Hasta que decidió quedarse en el lugar donde recordaba la mayor parte de su vida: el aeropuerto. Es gracioso. Sin embargo, no recuerdo nada después de eso. Siento una molestia en mi estómago y pienso que quizás pase algo malo. Que quizás sí, sea yo la que sangro, pero no puedo distinguirlo ahora. Estoy algo mareada. Salgo del cubículo, me veo en el espejo. Estoy bastante arreglada. No recuerdo haberme peinado. Estoy sucia pero peinada. Me siento muy estúpida. Reviso mis bolsillos y tengo una navaja y una fotografía. Son mis vecinos peruanos. José, su esposa, su madre y sus hijos. Detrás lleva escrito: “ni mujeres ni niños”. No recuerdo haber encontrado esto antes. Tampoco recuerdo haber revisado mis bolsillos con mucho esfuerzo, pero me parece extraño no haber notado todo esto antes. Salgo a recorrer el aeropuerto. Busco a Takeshi. Necesito que me cuente que ha pasado ayer. No recuerdo nada después de su historia. Quizás haya tomado un poco demás, pero lo extraño es que no recuerde haber tomado nada en absoluto.
-¡Hey! -Es Takeshi que me saluda a la distancia -¡Hola!
-Lo miro seria y le digo -Necesito que hablemos -Lo tomo fuerte del brazo y lo estiro hacia delante. Veo su mirada de duda -¿Qué ha pasado? -me dice, y yo espero no haber tenido sexo con él estando borracha. No podría perdonarmelo. Nunca. Nos detenemos y le digo
-¿Qué demonios ha pasado ayer? -con ua mirada fulminante -No mucho, estuve paseando por los puestos, nada del otro… -Entre nosotros digo -me mira extrañado otra vez. Se hace el desentendido. Creo que el budismo solo era para conseguir sexo con una turista estúpida. -Es que ayer no nos vimos -me dice. No confío en él. -Pués entonces ¿Dónde diablos estuve? -le digo sin más, quiero alguna prueba y se lo hago saber. -No me mientas Takeshi. Necesito saber la verdad, no me importa nada más. Solo saber qué pasó. Solo eso. Nada más. -Es que no nos vimos ayer. Hablamos la tarde anterior y te has quedado dormida mientras hablábamos. Más tarde te despertaste y te fuiste, sin más. Al día siguiete no te encontré en ningún sitio. Creí que te habías cansado de esto, que te habías ido. No le creo, pero sé que no miente. Lo dice seguro. Igual desconfío de él. -No, no decidí irme. De hecho mientras ayer hablábamos… según tu historia no fue ayer, pero no me interrumpas. Mientras hablábamos pensaba en quedarme en un sitio así. O irme a otro lado. Otro país. No sé. Quizás quiera estar como tú, en ningún lugar. Quiero tomarme unas vacaciones de mi vida. Quiero no ser yo. Quiero ser alguien más. O nadie. No lo sé. No sé nada con exactitud. Nada. Y ahora me dices estas estupideces. No sé. Debo pensar… necesito estar sola unos momentos -mientras digo esto levanto la vista y Takeshi trata de decirme algo, pero no lo estoy viendo. Estoy observando detenidamente el noticiero de TV. Es el lugar donde estuve. El departamento de peruanos. Mis amigos peruanos. Takeshi intenta hablarme pero lo hago callar y me dirijo directamente a la TV. Tomo una silla y me paro en ella para aumetar el volumen del aparato. No puedo creer lo que veo. Hay muchos policías. Mucha gente. En eso lo veo: José está muerto. Hay sangre regada por todo el lugar. La familia lo llora. En la pared está escrito: “Ni mujeres ni niños”.
Fue asesinado con una navaja. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo. No puedo moverme. Mi cabeza muestra rápidamente imágenes inconexas.

No puedo creerlo.

No entiendo.

No quiero estar aquí.

Mierda.

13

Despierto en medio de la noche. Escucho unas pisadas. Está oscuro aquí. No todo el aeropuerto está iluminado las 24 horas. Trato de ver que es lo que se acerca pero no puedo. De pronto veo a Takeshi tirado en el suelo. Mierda. Espero que no esté muerto. Trato de tomarle el pulso pero no sé de estas cosas. Por alguna razón sé qué dedos usar, como hacerlo. Vuelvo a tomar su muñeca y siento sus pulsaciones. Está vivo. Es extraño. Nunca había tomado el pulso antes. Repentinamente siento un cable en mi cuello. No puedo respirar. Me desespero. No puedo respirar. Ayuda. Quiero gritar. No puedo. No quiero morir. Me desmayo. No puedo. Respirar…

Despierto.

Recuerdo estar a punto de morir. ¿Que sucede?.
Miro alrededor. Takeshi está frotándose la nuca. Está dolorido. Veo en el piso al hombre del cuál había desconfiado la noche pasada. -Gracias -le digo a Takeshi -Yo no hubiese podido sola, estaba a punto de morir, estaba desesperada, me desmayé… si no fuese por ti…
-Es que yo no fui -interrumpe. Miramos alrededor. Nadie. El tipo está inmóvil. Takeshi lo observa. Toma su pulso. Niega con la cabeza. No tiene pulso. No lo tiene. Está muerto. Alguien lo mató. Nos salvaron. Pero está muerto. Nunca había visto a un hombre muerto tan de cerca. No hay suficiente luz, pero es una sensación horrible. Quisiera patearlo por lo que me hizo, pero no lo hago. -Quizás haya sido un guardia de seguridad y esté buscando ayuda, quizás alguien que está herido…
-Dice Takeshi algo confundido -Debemos irnos -le digo -No deben vernos junto al cadáver -Pero si el guardia nos vió nos buscarán y…
-En ese caso nos reconocerá y le diremos que estábamos asustados y corrimos a resguardarnos. Sí, eso haremos. ¡Vámonos! -Takeshi me mira inseguro, no sabe que hacer y luego corre conmigo. Observamos durante una hora. Nada. La luz vuelve poco a poco y nadie se fija en aquél cuadro desagradable. Decidimos irnos de allí, sin más. Estamos sorprendidos y también algo hambrientos. De hecho, bastante hambrientos. Propongo usar mis 15 euros para calmar nuestras entrañas a lo que Takeshi adhiere sin pensar dos veces. Llegamos al pequeño bar, pulcro y minimalista, muy chic, muy snob, muy todas esas palabras finas y normalmente poco humanas. Pido una hamburguesa para cada uno y Takeshi me codea. Me señala el cartel de precios y cancelo nuestra compra. Decidimos compartir una hamburguesa. Ahí se van mis primeros 10 euros. Devoro mi mitad mientras que Takeshi come lentamente. Le pregunto si no tiene hambre -Quiero hacer que este momento dure un tiempo prudencial, no sé cuando volveré a comer otra hamburguesa -me dice.
Veo que la próxima vez, antes de hacer algo tendré que preguntarle. No quiero hacer las cosas sin pensar. Quiero irme de aquí cuanto antes. Mi compañero asiático termina su hamburguesa, se limpia con una servilleta y me recuerda a una señora inglesa tomando el té. Me levanto para emprender la retirada y noto que no tengo un lugar adonde ir. Miro atrás y Takeshi dirige su mano hacia la silla. Me siento -Está bien, tienes razón. No sé que hacer. Ahora dime: ¿Qué demonios haremos? -le digo con muy malas maneras. -Pensar nuestros próximos movimientos, aunque sean sencillos -dice mientras no sé porqué pero me huele a que estamos a punto de oír una frase zen o algo asiático por el estilo. -Necesitamos dinero -dice, y agradezco al cielo por no haber recibido una larga moraleja sin sentido, metafórica y aburrida. Siento que vamos mejorando. -Ok, pero… ¿Cómo lo conseguimos? -le digo desconfiada de sus métodos -Hay muchas maneras, pero la principal es ser humilde y comportarse como un ser agradecido, no exigir dinero, solo aceptarlo, debemos demostrar respeto a las personas que nos lo faciliten. No como lo haces tú. Humildemente. Esa es la clave -Le digo que está bien, pero que eso tendrá que esperar, que primero quiero ir a revisar que ocurre con el cadáver. Él está de acuerdo -No quería molestarte con eso, pero realmente estoy intrigado en saber que ocurrió anoche -me dice convencido. Nos dirigimos al lugar. El tipo sigue tirado allí. Nadie lo movió ni lo vino a ver. Quizás piensen que está dormido y no quieran molestarlo. Algo asoma en su bolsillo. Me tienta tomarlo. -Debería ir a por su billetera, quizás tenga dinero, no sé… algo interesante
-le digo. Takeshi me mira asqueado -Ese hombre está muerto. Yo respeto a los muertos -Dice muy seguro -Yo no respeto a los muertos que trataron de asesinarme. Además su dinero no le servirá mucho allá donde este ahora, ¿no lo crees?. Takeshi asiente pero a desgano.
De hecho, no está convencido en absoluto.
Decido ir caminando, como si pasase por allí. Al pasar por un costado lo miro, suelto mi valija haciendo de cuenta que cayó por accidente. Me agacho y tomo mi valija y su billetera. Sigo mi camino. Takeshi me observa mira hacia ambos lados y me sigue. Observamos juntos el cotenido de aquella billetera. Conseguimos dinero. Bien. 20 euros. Si no hubiésemos comido esa puta hamburguesa de rico tendría mi dinero para empaque. Maldigo en voz alta y mi compañero me silencia con el dedo. Miramos el resto de cosas. Papeles insignificantes. No parece haber nada interesante. Tiro lo que queda de su billetera y nos vamos de allí.
Luego de caminar un buen rato en silencio recuerdo a mi viejo amigo Oscar. Miro a Takeshi y no quiero volver a cometer los mismo errores con mi nuevo amigo. Esta vez yo lo invito a tomar asiento. Nos sentamos. -Takeshi -le digo muy segura -Quiero saber porqué estás aquí, sobre todo porqué hace tanto tiempo. -Es posible que me aburra, pero por lo menos no me sentiré mal por no haber preguntado. De hecho, quizás saque interesantes conclusiones de su pequeño cuento zen. Los asiáticos siempre tienen alguna enseñanza. Eso espero.

domingo, 22 de marzo de 2009

12

Llegamos al aeropuerto. No hay demasiada gente. Hay un gran movimiento de policías, pero no un gran operativo.
-Los carabinieri están por todas partes, trate de no llamar la atención -dice José desconfiado.
Le prergunto como se les llama a los policías allí, le digo que me repita lo que dijo. Estamos diez minutos tratando de que aprenda a decirlo pero es en vano, no lo aprendo… Carabialgo. Por mí está bien.
Reviso mis papeles. -Esto es todo lo que necesita. Documento, pasaporte y una valija, para evitar sospechas -me señala mi amigo peruano en Roma. Cuando le cuente esto a Oscar no me lo va a creer. Extraño a Oscar, fue un buen compañero de aventuras, por lo menos hasta que nos la policía nos tomó por sorpresa.
José me saluda. Dice que fue un gusto conocerme. Le agradezco unas cien veces lo que hizo por mí. Y lo veo marchar. Enseguida doy media vuelta y reviso los vuelos. Necesito embarcar enseguida. Me dirijo a entregar mi valija.
-Por aquí señora -me dice un simpático muchacho, tan simpático que me hace dudar. -¿Me permite su pasaje?
Le entrego el pasaje y ahí es cuando veo venir algo.
-Por favor permítame el dinero de la tasa de embarque. -dice riendo -¿Dinero… que dinero? ¿Cuánto, hombre?
-35 euros señora.
No puedo creer que cobren esa cantidad de dinero. Al venir eran solo 18 dólares, ahora son 35 euros. Increíble. Busco entre los papeles. Comienzo a desesperarme. No encuentro el dinero, reviso en mis bolsillos y encuentro el dinero. Cuento y llego a 15. Le pregunto al muchacho que podemos hacer para arreglar, me dice -Solo facilíteme 35 euros, eso es todo.
Lo miro. Lo odio. Tomo mi valija y me voy de vuelta al centro del aeropuerto. Miro alrededor. Giro 360 grados y vuelvo a donde comencé. ¿Qué demonios hago ahora?. Debería pedir dinero. Pero también debería evitar ser atrapada por los carabi… carabine… bueno, eso, la policía. Mierda. En eso me doy cuenta. Ya no tengo la regla. Bien. Ahora puedo estar varada en Roma, pero sin molestias. Genial. Demonios. Puedo vender los protectores que me dio la mujer del Shaman. Claro. Mejor mendigo para conseguir dinero. Eso sería más eficiente. No sé como se pide dinero en italiano. De hecho no sé italiano en absoluto. Mierda, ni siquiera sé pedir dinero en castellano. Veo a una señora adinerada. Tiene un perro caniche, tan desagradable como su dueña. Es el blanco perfecto para mi diabólico plan de conseguir dinero sin hacer nada. Me acerco y le estiro la mano. Se detiene. Su perro me huele. No mea en mi pierna. Tiene suerte, sino estaría buscando a su antipática mascota en el otro extremo del aeropuerto. La altanera dama me mira a los ojos. Mira desde abajo hacia arriba. Luego se dedica solo a retirarse. Giro sobre mí y le digo -… -bueno, le digo muchas cosas feas. Se siente bien. Muy. No quiero lo que esa vieja pueda darme. En medio de mi atque de ira y mientras mastico palabras con agresividad se acerca un asiático a mis espaldas y me dice -Esa no es la manera de pedir dinero. Me asusto. La sorpresa, estaba muy dentro mío cuando apareció. Me acerca la mano y dice -Takeshi, mi nombre… es Takeshi -Extiendo mi mano y lo saludo -Pensé que ustedes hacían una reverencia -le dije -Claro que lo hacemos, pero ustedes saludan con la mano, no tendría sentido que haga una reverencia luego de tres años de vivir entre ustedes, ¿no?.
Tiene sentido. Le digo que gracias por el comentario.
También le comento que es primer asiático simpático que conozco. Luego de pensar en lo que dije noto que nunca conocí a ningún asiático y reconozco que quizás la que no había sido simpática era yo. Le cuento mi problema, de hecho, solo le cuento que necesito dinero para embarcar e irme de ese puto lugar -Es agradable una vez que uno se acostumbra -dice Takeshi -Es como tener una gran casa, llena de gente durante la mayor parte del día. Luego de los primeros 10 meses terminas acostumbrándote a ello. -No hablo del aerop… -Trato de explicarle que no hablo del aeropuerto sino de Roma y comienzo a entender sus palabras muy de a poco. Dijo algo de 10 meses. Aquí. Pienso que bromea. Debería estar bromeando. Río y lo miro. No bromea. Él ríe, pero con esa sonrisa complaciente de asiático esperando a saber si comprendes lo que dice. No bromea. No.
Le digo -¿Cómo demonios dices? -Digo que yo ya me he acostumbrado a vivir aquí, nadie me molesta. Aquí tienes amigos, no necesitas limpiar, siempre hay alguien que lo hace por tí, y mejor de lo que tú lo harías. Es su trabajo. Mantienen todo listo para ti. Incluso mi gran amiga, la máquina expendedora de Café: Siempre lista para una larga noche o un desayuno caliente para una fría mañana -dice muy tranquilo, con esa tranquilidad asiática, tan característica. No me atrevo a preguntar. Pero claro que lo hago de cualquier manera -¿Hace cuantos meses estás aquí, Takeshi? -No se asuste si se lo digo, estimada señorita, pero hace 3 años, 4 meses y… debería revisar mi agenda. Es la que se ocupa celosamente de la cuenta exacta de los días- dice, mientras busca su agenda y noto que no es broma. Mierda. Estoy jodida. Este chino está aquí hace tres años. Varado en el aeropuerto. Veo que unos Policías se acercan hacia nosotros, no nos están viendo exactamente, pero se dirigen hacia aquí.
Takeshi sigue buscando su agenda entre los bolsillos de su saco -aquí… déjeme ver… -No importa -digo mientras él está en su mundo buscando los datos exactos en su mínima agenda -¿Podrías solo… dejar de buscar? -le digo un poco molesta y él parece entenderme, aunque no guarda su agenda del todo.
Lo tomo del brazo y lo hago a un lado. Caminamos unos pasos y le explico que no quiero correr su suerte. Que definitívamente no quiero quedarme allí. Que sí, él es muy simpático y que por favor me ayude a recolectar dinero para mi buena causa. Ok, mi causa, a secas.
-Por supuesto, estaré encantado de ayudarla, joven señorita -Me dice -pero tendrá que esperar a mañana porque hoy no es un día de mucho movimiento y yo solo tengo ahorrados cinco euros. Pero no se preocupe, yo cuidaré de usted si así lo quiere. Tengo que reconocer que es un bastardo encantador. Al otro lado veo otro como él. Pero le tengo cierta desconfianza. Le pregunto quién es y me dice que deberíamos irnos hacia otra parte. Que el aeropuerto es grande y haríamos mejor en evitarlo. Ese tipo me huele mal. Ya más adelante Takeshi me dice -Es tarde, ¿quiere que le prepare una cama? -Realmente no creí encontrar a un asiático simpático y servicial. Sí, aunque no conozca a ningún otro asiático. Le agradezco su gesto y me dispongo a pasar una puta noche aquí.
Odio este lugar.
Mucho.

11

Despierto en una nube. Extraño. Nunca estuve en una nube. Claro, nunca nadie estuvo en una nube. Solo cuando viajé en avión. Sí, solo cuando viajé en avión. Pero estas nubes son de color rosa. Rosadas. Sí. Todo es suave. Todo es tranquilo. Que alivio. No importa si estoy muerta. No me siento muerta, solo me siento… extraña. Veo policías sonriéndome. Me saludan con las manos. Estoy viajando. Estoy viajando en el aire. No estoy sentada sobre nada. Se siente bien. Las nubes se sienten bien. ¿Qué nubes?. No recuerdo haberme drogado. Será esto LSD?. ¿Hola?. ¿Quién está ahí?. Siento espíritus. Y… ¡oh, una cabeza gigante! La gran cabeza dice -Bleragurss -Sonrío, y saludo pero no entiendo. -¿Cómo dice? -Dropendauenh -repite… ¿o no dijo eso antes?. Esa cabeza me es familiar. Claro. Es mi padre. ¿Padre?. No padre, no soy hija de Oscar. Bueno, si así lo quieres lo haré. Sí, padre. Le diré cuando lo vea. Está bien. Prometo no volver a usar drogas. Alguien debe haber puesto algo en mi trago. Sí, eso debe ser. Claro, padre. ¿Qué dices? -olarrie -dice mi padre
-transoreuyot -no padre, así no puedo entenderte, nunca fui buena para el Alemán. Mi padre dice -Haus y me retiro. Me dirijo hacia otro lado. Sí, será mejor -no… vennnggaa quí… nostorosss -Creo que estoy entendiendo un poco más, quizás no sea tan difícil entender Alemán después de todo… -Señorahhh… Joséhh… Chamán… nosotrossh… vuelva en si…
-Ah, ahora entiendo, ahora entiendo: ustedes… no, no entiendo… aunque… -Por favor… estamos esperándola, vuelva aquí, está siendo curada, despierte… -Ah sí, los recuerdo José, sí, el Shaman… Que pasó… Unos fuertes brazos me extirpan de mis queridas nubes rosadas.
-Me incorporo, miro lentamente alrededor y no hay nubes rosadas, ni LSD, creo… los brazos eran del Shaman, José está a su lado, contento de verme bien. Realmente le debo mucho a ese hombre. Estamos en carpa otra vez. La carpa del Shaman. Y me siento aliviada. Muy bien. Como nueva. -Debemos ir al aeropuerto -dice José -Yo mismo la llevaré allí. Estoy bastante atontada. Recuerdo el viaje frustrado. La policía. Mierda. Debería dejar de correr riesgo, solo para variar.
-Será mejor que salgamos pronto. Los carabinieri deben estar alerta -dice José -El Shaman me mira sonriente. A un lado está su mujer haciendo reverencias. Demonios, que viaje. Mi cabeza gira pero vuelve lentamente en sí. Lo miro a José y le digo -¿Esta vez podemos caminar?
-el Shaman suelta unja carcajada y me aprieta fuerte los brazos. Su mujer se ríe tímidamente. Está contenta de verme bien. Les agradezco, los abrazo lo mejor que puedo. Acabo de despertar, no puedo demasiado.
Minutos más tarde estamos listos para emprender el viaje al aeropuerto. Espero no sea tan difícil como la última vez. Salimos y mientras el Shaman me hace una reverencia José saca una moto, antigua pero nada a comparación de aquél carro destruido que me había tocado sufrir. Vuelvo y pregunto a la mujer del Shaman si tiene protectores diarios. Mientras ellos me llaman para partir espero que la mujer vuelva con al menos dos protectores. No soportaría estar sucia mucho más tiempo. Me los entrega. Dos. La abrazo. No sabe lo bueno que es haber conseguido esto después de tantos días. Me subo. -Sujétese bien -dice José. Me agarro fuerte y apenas arrancamos le muestro una cara de espanto al Shaman y su mujer mientras sonríen y saludan orgullosos de su buena obra. Realmente les estoy agradecida, pero más profundamente espero no tener que verlos de nuevo. Mierda. Quiero estar en casa de una vez por todas.

sábado, 21 de marzo de 2009

10

“Carro”. Muy europeo, pensé. No. No era por automóvil sino más bien por carruaje. Solo que aquí faltan los caballos para tomar velocidad. Huele a chapa corroída y humedad. Vamos a una velocidad menor que ir a pie. No puedo creer que vayamos tan lento. Tomamos un camino de barro, pedregoso. Muy difícil. Más para nuestro todo terreno. Pienso en Roma. Por un lado estoy pasando por mi ciudad soñada. Por otro estoy en el peor transporte de mi vida. De niña iba en carruaje con mi padre, pero inclusive, olía mejor. un par de días soñaba con Roma. Con viajar. Soñaba hacerlo poco antes de morir o ni siquiera hacerlo. Era un sueño. Ahora estoy aquí mirando el paisaje, cansada. Mis fluidos corporales ya no me molestan, no puedo hacerme problema por eso cuando estoy pasando una aventura gigantesca y que, espero, acabe pronto. Viajamos mucho. No sé si mucho kilometraje o mucho tiempo. Al adentrarnos en la oscuridad todo se vuelve repetitivo y soñoliento. Todo el auto vibra tanto que siento el cuerpo adormecido. Como un gran trance.

Lento.

Constante.

Relajante.

Despierto con un estruendo. Lo que quedaba del vidrio trasero cae sobre mis hombros. Grito.
-Los Carabinieri -dice mi chofér asustado, tratando de evadir, de alguna manera esos disparos. Miro hacia atrás y me agacho. Veo entradas y salidas de bala a lo largo y ancho de los asientos. Me siento frágil. No puedo pensar. Deberíamos frenar. Debo bajarme. No puedo. No vamos tan rápido. No importa. Es peligroso. Entran dos balas más. Voy a bajarme ahora mismo. Abro la puerta. Miro alrededor. No se ve mucho más que negrura allá donde no dan las luces de la policía. En cuanto doblamos un poco la policía gira para adelantarse y pararnos de frente. Es una movida obvia pero mi conductor parece o entenderla. Me lanzo hacia ese vacío, esa negrura inconcistente. Allí, tirada en el barro húmedo, veo mi transporte llegar al final de su recorrido a unos veinte metros de distancia. Me arrastro hasta notar un arbusto. Observo al chofér bajar del auto, siendo apuntado por los uniformados. Temo ver lo peor, y sin embargo lo observo sin apartar la vista un segundo. No puedo irme sin ver lo que sucede. Estoy segura de lo que va a pasar. Lo revisan. Lo empujan. Pero no lo matan. Me sorprendo pensando “¿Cómo?”.
Lo palpan, le gritan y lo echan fuera. El tipo se sube al auto, da media vuelta y emprende la retirada. A lo lejos veo lo que parece ser el aeropuerto. Me dispongo a esperar. No hay nada más que hacer. Debo llegar a ese aeropuerto en aproximadamente una hora. No más que eso, sino el Shaman dijo que abría problemas. Espero a que se retire la policía, con las manos vacías.
Deben estar muy enojados, mejor no llamar su atención ahora. Es solo un momento y podré huir tranquila.
Tardan un rato. Creo que discuten si revisar la zona. Señalan alrededor con los brazos en movimientos circulares. Lo discuten un buen rato. No. Hoy no tienen ánimos de trabajar. Ya tuvieron bastante con la persecución. Al fin se retiran. Al fin. Puedo seguir.
Luego de caminar un tiempo ya no puedo distinguir cuanto falta para llegar a destino. No veo ninguna diferencia en la distancia que he recorrido. Estoy maread pero debo seguir. Recuerdo a Oscar. Recuerdo mi casa. Mi vida. Quiero mi vida de nuevo. No sé si igual de mierda, pero… no sé que quiero, no puedo pensar demasiado. Quiero volver. Oscar estará en casa. Quizás ni me espere. No creo poder encontrarlo de vuelta. Recuerdo a Paulo. Tuvimos sexo en el baño de aquella comisaría. ¿Alguien habrá escuchado?. ¿Porqué pienso en eso ahora?. Paulo. Sí, lo recuerdo. Recuerdo su olor. Su perfume. Su transpiración. Lo hicimos mientras yo estaba con la regla encima. No le importó. Yo le importé. Eso creo. Eso espero. Sí, así lo quiero. Todavía estoy con la maldita regla. No puedo sentirla del todo, pero sí puedo sentir que me quedo sin fuerzas. Y pienso si eso ayuda. Si eso me hace decaer más. No lo sé. Poco sé ya.

Caigo.

No.


Debo seguir.


Siento que me elevo. Sin mi consentimiento. Me levantan. Alguien me levanta. Sí. Me dice -Soy José, del departamento -no entiendo, lo miro, no veo nada
-De la familia peruana -Trato de agradecerle pero no puedo. Emito sonidos, pero no sé cuales son.
-Tranquila. Venga conmigo. Vinimos a buscarla. El hombre que la dejó aquí nos avisó que los carabinieri le impidieron llevarla hasta el aeropuerto y nos ofrecimos a venir a buscarla. El Chamán y yo. Él está aquí, a su lado. Vamos a curarla y llevarla.

viernes, 20 de marzo de 2009

9

Cuando llegan estoy golpeando la puerta como una salvaje. Sin parar y a los gritos. Se siente bien.
-Tranquila señora -dice una voz tenue. Escucho un girar de llave. Miro hacia la cerradura y luego a mis vecinos que aparecen detrás de la puerta diciendo: “¿Cómo?”
No entendía la situación. Me preguntaba porqué no estaban allí con la policía frente a mí, casi como exigiéndolo. Ya me había predispuesto y pensaba como huir de aquello.
-Debíamos ir a trabajar y no queríamos despertarla, estaba muy dormida -dijo el buen hombre -Siempre dejamos la puerta bajo llave, por si alguien intenta robarnos el lugar -continuó. Yo estaba por maldecirlos a gritos cuando la pequeña señora me ofreció un desayuno que ella misma había preparado. Nos dirigimos al comedor -digamos que la sala central- y nos sentamos -en el suelo- a desayunar como si nada. Como si mis patadas no estuviesen marcando su puerta. Son gente demasiado buena y tranquila. Demasiado. No hablan mientras desayunan. Solo se escuchan ruidos leves de esos pequeños panecillos siendo masticados casi con cariño. No entiendo su funcionamiento, ni siquiera siendo yo una chica de campo. Ok, habiendo sido yo una chica de campo. Rompo el silencio, lamento interrumpir ese trance, pero debo rescatar a Oscar y no sé como. Les comento mi situación. Toda. Les cuento que no tengo manera de conseguir dinero, ni para sacar a Oscar ni para pagarles el lugar. Me detengo en ese instante para ver si me echan de allí. Nada. Me miran con mucha tranquilidad mientras mastican suavemente sus panecillos caseros.
-Señora la entendemos -dice la señora mayor -nosotros estamos acá para ayudarnos, no hay problema por el dinero. Sírvase -dice mientras me ofrece la bandeja con sus pequeños panes. Tomo otro, porque realmente son muy sabrosos, pero sigo contando mi historia con igual intensidad -Necesito que me ayuden, no sé como sacar a mi amigo de ahí. Todos siguen masticando, y cuando estoy a puto de pensar que no me están entendiendo el hombre dice -Su amigo será deportado a su país. No hay mucho problema en eso. -Claro Oscar quizás ya esté viajando hacia casa. Ahí sí puede arreglar las cosas por dinero. Tiene conocidos. Tiene manera. Si es que puede convencerlos de que no es amigo de una espía asesina. Ahora debo volver yo. Pero, ¿cómo demonios lo haré?.
-Conocemos a alguien que puede ayudar con los papeles -Dice el hombre -Podría llevarla con él -¿Y el dinero? -le digo -No es problema, solo queremos ayudarla, a que vuelva con su amigo, a su casa. Usted no quiere estar aquí. -Agradezco con un abrazo a la señora y al hombre -Los quiero mucho -digo y me arrepiento de ser tan cariñosa con gente que recién conozco, pero es que realmente lo siento así. Están cumpliendo el rol de mi padre en el campo, pero por lo menos me aceptan el abrazo que él nunca quiso. Luego de esta demostración de afecto digo -¿tendrían un protector diario? -y la señora echa a reír.
Terminamos de desayunar. Nos dirigimos hacia el lugar donde se encuentra el hombre que supuestamente va a ayudarme. La ciudad, a pesar de ser la parte más vieja y deteriorada, es increíblemente bella. Adoro Roma. Aunque en este momento la odie por lo que me hace pasar.
Llegamos. Es una casa enorme, muy hermosa, lo único malo es el basural a un lado. Me dirijo a la puerta y el hombre me dice -No, es por aquí -y me señala el basural. Claro. Obviamente las cosas son así.
Corremos una gran manta de crochet y entramos. Parece un carpa india. Creo que lo es. Apenas el hombre entra se agacha y se sienta en el piso. Barro. Luego de dudar un poco me siento con él.
Esperamos largo rato hasta que vemos que la manta de su “oficina” se descorre. No puedo creer lo que veo y se me hiela la columna. Siento los cosquilleos más horribles de mi vida. Un policía.
El hombre a mi lado dice -Carabinieri -y baja la cabeza, saludando. Yo no puedo creer que me haga esto. Lo miro, asustada, y cuando estoy por explotar en lágrimas el Policía dice -Signorina -y asiente con la cabeza.
Luego de esto se dispone a salir, sin más. Se va.
Mis nervios no saben como reaccionar. En eso sale nuestro salvador. Su carpa es exactamente como todo él. Es una figura mitológica. Adelante -nos dice a ambos. Le cuento mi situación. Está bien, son cien dólares -Es que no tengo dinero, yo solo… mi amigo peruano me detiene y dice -La señora no dispone de dinero. Ha sido muy buena con mi familia y le debemos una ayuda -El Indio enorme asiente con la cabeza -Así sea, entonces -concluye. Nos explica que debemos volver al día siguiente o a la noche si así lo quisiéramos. Estoy más que contenta. Estoy muy aliviada y feliz de poder volver a casa y que termine esta aventura romana. Necesito ver a Oscar, saber que está bien. Necesito saber de su vida. Disculparme con él. Necesito ir a casa y dejar de seguir a mi doble. Que se joda. No es más mi problema.
Cuando volvemos el hombre me agarra y me tira a la calle. No entiendo. Me asusto. Pone un dedo en su boca y dice -Shh -Son los carabineri -dice. -Me asomo lentamente y veo que se llevan a su familia. -¡Hay que hacer algo! -El hombre dice que no con la cabeza -Tranquila, mañana estarán de vuelta aquí. Mi amigo nos ayudará. Como mucho tardarán un día, pero estarán de vuelta aquí. Deberá volver a casa del Chamán -entiendo que es el Indio enorme- y quedarse ahí hasta que tenga sus papeles y pueda irse, no es seguro aquí.
Lo abrazo y le agradezco con el alma. Le digo que de alguna manera los recompensaré. Me dice que no hay problema, que no lo hace por dinero. Le digo que no pagaré por el servicio prestado, sino que es una manera de devolver la gentileza y vuelvo a agradecerle. Me voy corriendo y lloro un poco.
Llego a casa del Shaman. Le explico. Me hace pasar hasta el fondo de la carpa. Es gracioso. Una carpa de tres ambientes. Nunca pensé que hubiese carpas tan grandes. Al fondo se encuentra la mujer -Hola -le digo.
El Shaman le explica la situación en no sé que idioma. La mujer me mira amablemente y me señala una cama. Parece ser muy cómoda. Me acuesto allí mientras espero mis papeles. Comienzo a relajarme. El olor a incienzo es relajante. El Shaman me despierta de repente y dice -Debe irse urgente -en eso me alcanza los papeles. Me dá un pasaporte nuevo, un documento y dinero -Debe viajar esta misma noche. Un carro la espera en la puerta -dice. Me levanto, agradezco y corro hacia fuera. Me encuentro con un auto oxidado y destartalado, que es mi camino al aeropuerto…
Si es que puede llegar a tanto…

8

Me despierto y debo conseguir inmediatamente otro protector diario. Calculo que mañana es el último día de la regla, de “esos días”, y lo espero con ansias. Miro hacia la puerta y veo el vidrio amarillo reflejar la luz del sol sobre mi cara, insistente, molesto. No puedo hacer nada sino levantarme. Me acomodo un poco la ropa. Estoy arrugada como si me hubiese atornillado en el piso. Se ve que tuve una noche difícil. Ni siquiera lo noté. Estaba muy cansada. Me acerco hasta la puerta con la idea en mente de que alguna de las mujeres del lugar tenga un protector que puede facilitarme. Trato de abrir y no puedo. Pienso que la puerta está en muy mal estado, me doy unos segundos para saber que no pasa nada y vuelvo a intentarlo. Nada. No abre. Mierda otra vez… -¡Hola!, ¿Pueden ayudarme? ¡Se ha trabado la puerta!, ¡Hola!, ¿Hay alguien que pueda ayudarme?
-Pero no hay respuesta. Días antes hubiese comenzado a patear la puerta desesperada, a gritar constantemente hasta romper en llanto, pero no es lo que hago ahora. Pasé por mucho y ya no temo a cosas básicas. Un encierro por error lo tiene cualquiera. Se traba la puerta, no hay nadie cerca. Es cuestión de esperar unos instantes. Claro, eso debe ser. Me recuesto nuevamente, ahora en una colchoneta que hay a mi lado, sobre el rincón izquierdo de la habitación. Recuerdo a Oscar y pienso en sacarlo de prisión. No sé cómo. Debería conseguir dinero y alguien que lo saque de allí por mí. Extrañamente lo pienso como mi padre y a mi padre hace mucho que no lo pienso. Mi padre. Lo mejor de mi infancia. Y aún así una persona difícil de entender. Nunca nos demostró afecto. Nunca nos habló. Pero siempre evitó que trabajáramos, que sufriéramos. Cualquier cosa que el pudiese evitar la evitaba en nuestro lugar. Siempre. Siempre lo quise mucho, pero él, en lugar de demostrarnos cariño, solo hacía las cosas por nosotros. En el campo eso vendría a ser como darle dinero a tus hijos y no darles amor, es lo mismo. No hay relación real. Siempre fuimos pobres. Mamá y yo lo veíamos trabajar y no entendíamos el porqué. Porqué hacía todo solo. Con el tiempo comencé a verlo como un egoísta. Lo veía haciendo algo importante. Cosechaba nuestra comida, mientras nosotras hacíamos centros de mesa o tejíamos al crochet. Teníamos montones de centros de mesa. De cuadros al crochet. Muy parecidos a los del pullover del hombre Peruano que me atendió ayer, el hijo de Olga, la señora que habló conmigo muy amablemente ayer por la noche. De cualquier manera, lo que hizo mi padre tuvo un buen resultado: apenas llegué a la capital comencé a trabajar de todo lo que pudiera hacer, el tiempo que pudiese estar despierta. De hecho durante un año estuve trabajando mientras no lo estaba: tenía una cámara web en mi habitación y la gente me veía mientras dormía. No podrías creer la cantidad de gente que paga por esas estupideces. Luego de un año cuando conseguí acostarme con chicos abandoné esa estupidez de la cámara, sobre todo porque la primera vez olvidé apagarla y mis videos circularon por toda la red. Lo único que me molestó fue que no pagaran por ver aquello. El chico no opinaba lo mismo: nunca más lo vi. Mi única amiga, Melisa me dijo que no le diera importancia, que los chicos iban y venían. En esos momentos tuvo razón. Tuve cinco novios en tres meses. Pero apenas pasé los veintiséis dejaron de pasar muchachos por mi habitación. Apenas quise algo serio nadie siquiera cruzaba por mi calle. Para colmo Melisa perdió a su madre y también su trabajo. Viajó a Estados Unidos y nunca más volvió. Escribe todos los años. Cada vez que lo hace explica que no tuvo tiempo, que llevar una empresa es lo más difícil del mundo. Sí. Tiene una empresa. Difícil de creer, ¿no?. Yo no le creo. Ella dice que maneja “chicas”. Yo creo que trabaja de puta por ahí. De ahí que perdí mi mejor trabajo por no ser puta. Trabajaba con ella. Era su chofér. Ella era acompañante. Iba y venía a fiestas. Yo la llevaba y podía hacer lo que quería en ese tiempo intermedio, mientras que al salir esté en la puerta para llevarla de vuelta a destino. Melisa tenía mucho trabajo porque era también masajista, y de las buenas. Te masajeaba diez minutos y te quedabas dormida. Al despertar sentías haber dormido dos horas pero solo habías pegado los ojos treinta minutos. Era excelente. Las primeras veces me insistía con ir a Estados Unidos con ella. Cuando estaba a punto de dejarme atrapar por su oferta me explicó que allí no hay servicio de chofér, que cada tipo tenía su propio auto e inclusive, su limosina. Ese fue el fin. Trabajé de todo en la vida, pero no de puta. No digo nada en contra de ellas pero no quiero serlo, no tengo estómago para tanto.
Dejo mis pensamientos por un instante y noto que ya hace tiempo que estoy aquí tirada. Necesito cambiar mi protector, como sea. La sensación de recordar lo de Melisa me dejó un sabor amargo. Pienso que quizás mis vecinos me hayan visto por televisión o en algún cartel de “buscada”. Quizás estén buscando a la policía. Siento la necesidad de descargarme. Y como siempre mi entrepierna me dice: “Si.”

Creo que volveré a mi viejo yo por un momento y destruiré esa puerta a patadas…

miércoles, 18 de marzo de 2009

7

Otra habitación gris. Sentada. Nuevamente esperando a ser interrogada. Parece como si hubiese salido de la habitación anterior solo para entrar en esta. Como si todo fuese orquestado por un gran hijo de puta que me quiere ver tocando fondo. Tengo la nariz sangrando. Menos que la entrepierna. Pero sangra. Duele. Hace solo un rato estaba persiguiendo a mi doble y por descuidarme, por ser estúpida y chocarme directo contra la pared ahora estoy aquí, por mal comportamiento. Casi presa. Incómoda. Sucia. Necesito asearme, aunque sea un poco. La azafata me señalaba con toda la furia que tiene guardada desde que comenzó su mierda de carrera y su jefe le tocaba el culo sin pedir permiso. Desde que en su casa no habría dinero para la comida y tuvo que salir a trabajar de esta mierda en la que tiene que ser buena y pulcra todo el tiempo. “Sí, señor”. “Claro, señor”. Una mierda de vida y una mierda de trabajo para alguien que no lo quiere. Alguien que luego de señalarme trató por todos los medios de destruir mi cara hasta que no quede nada. Estaba desesperada. Me golpeó solo una vez, pero sus gritos y su cara decían otra cosa totalmente distinta. Quería mi cabeza. A esta altura tengo la nariz sangrando tanto como la entrepierna. Recuerdo mi anterior interrogatorio y pienso que este puede ser igual de fácil. Exeptuando que esta vez agredí a la azafata y traje a mi compañero sin pasaporte, pagando por ello. Ok, creo que esta vez no será fácil. Quizás ni siquiera posible.
Vuelvoal momento en que veo a Oscar señalándome. Lo entiendo. Apenas tuvo miedo me señaló sin pensarlo dos veces. De hecho, sin pensarlo. Estaba cagado como un niño visto al hacer su primer travesura y tratando de evitar el momento de la paliza de mamá. Lo entiendo. Es como mi padre y lo entiendo. Lo extraño es que a mi verdadero padre no lo entenderé nunca. Pero a Oscar si. ¿Que estará haciendo en este momento?. Seguro cagándose los pantalones como nunca. Eso es realmente seguro. Transpirando su camisa y pensando que mierda hace en este lugar con una desconocida que lo metió en problemas, de los graves, sin pasaporte y en otro país. Vuelvo a pensar en que ni siquiera sé si tiene familia. No tuve tiempo de preguntar. Mi búsqueda. Mis problemas. Mi vida. Luego nos lleva la policía. Todavía no tuve tiempo de darle las gracias. Creo que soy bastante mierda.
Entra un uniformado. Más serio que Paulo, mi nuevo amante que ya no sabe nada de mí. Quizás ya ni le interesa. Veo que no hay manera de salir de aquí por las buenas. De hecho, por las malas creo que hay muchas menos posibilidades. El tipo habla en italiano. No entiendo nada, pero tiene un traductor. Entiendo que no hay posibilidades, pero espero a que el traductor me lo diga.
-Señorita Mary Callahan, está usted aquí por ser una espía de su país y haber asesinado a tres importantes embajadores a lo largo de estos últimos diez años, los anteriores muertos ya están cubiertos con el anterior arreglo de Roma, del año 1998 -El tipo termina de hablar y no entiendo que clase de broma es esta. Le explico que soy bastante inútil y que no asesiná a nadie en la vida, a pesar de querer matar a unos cuantos, pero metafóricamente. Le digo que necesito un abogado. Que nunca tuve uno y no sé a quién recurrir, pero que quiero un abogado ahora. El que habla en italiano se enoja mucho y sale furioso de la habitación, mientras que el traductor lo sigue, luego de hacer una reverencia con su sombrero. Extrañamente me mira de una manera amable. Como con respeto. Mientras tanto mi entrepierna me avisa que está en rojo. No entiendo la situación, pero vuelvo a pensar en mi gemela. Claro estúpida, como demonios no se te ocurrió explicar que viniste siguiéndola a ella, que es igual a ti, pero que no eres tú la asesina. Es ella. Debía ser una perra. Lo presentiste. Y eres buena para esas cosas. No sé que más pensar. Mi cabeza duele mucho. Siento fuertes latidos en la nuca. Necesito descansar. Mis nervios no pueden con esto. Siento la sangre caer de mi interior. No puedo con esto. Me apoyo en la mesa, sobre mis brazos cruzados y trato de descansar, de organizar mi cabeza lentamente. Unir los puntos. Pero no puedo. No.

Respiro.

Espero.

Siento una presencia y levanto la vista lentamente.
Es ella. Es ella y me observa. Prende un cigarrillo. Sopla el humo en mi cara -Ariana -dice y niega con la cabeza
-que descuidada eres. No sé como has hecho para llegar hasta aquí con vida siendo tan descuidada. La miro. No sé que decir. Me conoce. Sabe mi nombre. No dijo “Mariana”. No tiene la nariz más grande. Es igual a mí. Soy yo. La odio. No. No entiendo. Miro la puerta. Está cerrada. ¿Cómo diablos entró? Vuelvo la cabeza y está parada, observando el gran espejo, ese que se ve del como una gran ventana del lado contrario. Lo ví en las películas. Ella me mira por medio del espejo. No dice nada. -¿Porqué demonios me haces esto? No puedes, les diré mis datos, les contaré todas mis verdades. Les contaré acerca de ti. ¡Ellos saben tu nombre! Te detendrán en algún momento. ¡Lo harán!. Ella ríe y dice -Querida, no tienes manera de encontrarme. Además, que ellos sepan mi nombre no servirá de nada, mientras tú no lo recuerdes. La odio, ¿lo dije?. De pronto recuerdo haberla visto con policías en el aeropuerto -¿Porqué te sacaron del aeropuerto si te buscan? ¿Eres su amiga o su enemiga? No responde y ríe un poco -Claro que la policía me sacó de allí, se hecho, nadie mejor que tú para saberlo. Quizás… -dá una pitada a su largo cigarro y prosigue -quizás lo único que necesites para encontrarme es recordar mi nombre, pero eso lo veo difícil…
No entiendo. Realmente no entiendo nada. Ella se dirije hacia la puerta y yo siento algo en mi interior que se desgarra, que quiere salir y entonces -Mary… ¡Mary Callahan! -Digo gritando furiosa. No sé como, pero lo dije. Ella responde -¿No te parece extraño recordar así un nombre?. Lo oíste solo una vez. Un nombre de un desconocido no se recurda tan fácilmente. Es extraño, ¿no? Tiene razón, pero no sé adonde quiere llegar. Mi entrepierna estalla en mi boca -¡Sí, puta, es extraño y me importa una mierda! ¡Voy a detenerte a como dé lugar! -Ella sigue mirándome. No me teme. Lloro. Mis manos se dirigen a mi cara y ahí se quedan. Lloro mucho. Siento mis entrañas expotar no solo en mi entrepierna sino en toda la habitación. Quiero gritar. Pasa una eternidad hasta que me calmo. Levanto la vista y ella sigue allí. Mira hacia un lado. Miro hacia allí y veo que un guardia está en el suelo y la puerta está abierta. Ella me dice -¡Crees que esto es suficiente para que me perdones? Yo diría que, al menos es algo para aprovechar -La miro desconfiada. No quiero irme así. Será peor. De igual manera me levanto. Me asomo y observo la situación. No veo a nadie. El guardia está dormido. Tiene una especie de petardo pegado al cuello. Es plateado. Bastante grueso. Pruebo con ir hasta la esquina próxima a ver que sucede. Es una oficina, todos vienen y van con papeles, atienden teléfonos. Nadie me ve ni se inmuta. Comienzo a caminar, tratando de que no me vean. Giro para ver si nadie me nota y al volver la vista al frente me topo con alguien. Caen gran cantidad de papeles. El policía me mira. Se agacha. Los levanta. Se saca su sombrero. Se disculpa y sigue su camino. Me quedo mirando atónita. No entiendo. Busco visualizar una salida. Veo llegar al tipo que me interrogó al principio. No sé que hacer. Está hablando con otro, muy enojado, pero muy metido en el tema que están discutiendo. Busco algo. Un diario. Lo tomo. Lo abro y espero que esa estupidez me salve como solo lo esperaría un niño. Luego de unos minutos. No puedo creer que o me hayan agarrado. Veo al policía. Aún discute algún asunto muy decidido a no cambiar de opinion. Están tomando café. No puedo creerlo. Seguramente el fútbol es más importante que esta supuesta asesina parada en el medio de la comisaría. Veo una puerta de emergencias. Salgo por ella. No puedo creer la situación. Tengo en la mano el diario. Trato de leer lo que dice. No entiendo nada. Me adentro a la ciudad. Se vé muy desarreglada. Veo el nombre de las calles. Ninguno me dice nada hasta que doblo y veo un cartel pegado en la pared que dice en perfecto castellano “Se alquilan abitaciones”, bueno, no es castellano perfecto, digamos que se entiende. Llamé a la puerta y esperé un rato. Me atendió una persona con cara de pocos amigos. Le expliqué que no tenía dinero encima -no le expliqué que mis cosas estaban en la comisaría, no venía al caso- y el me entendió, o ppor lo menos asintió. Llevaba un pullover de crochet con barras de colores vivos, muy llamativos, pero un poco sucio. Subimos por una ínfima escalera y en eso nos cruzamos con unos niños, muy ocupados jugando a los piratas o algo por el estilo. Enseguida llegamos arriba. Al abrir la puerta principal se veían tres habitaciones contiguas en las cuales había mucha gente. Los niños corrían por el pasillo y bajaban las escaleras una y otra vez.
-Sígame -dijo el tipo, justo cuando yo comenzaba a preguntarme si sería mudo. Pasamos delante de las habitaciones hasta llegar a la tercera. En ese momento me abrió la puerta y señalando me explicó -Aquí duerme usted y dos más. Tendrá que dormir en el piso a menos que consiga que le presten un colchón -Agradecí y me adentré en ese lugar inhóspito. De seguro es mejor que la cárcel de Roma. Pensandolo bien no, pero por lo menos soy libre. Una señora bastante mayor y arrugada como pocos me comenta que vinieron de su país a trabajar y que no esperan nada de la vida. Le digo a la señora que yo espero que la vida no tenga nada más para mí, que es suficiente con los últimos dos días. Agradezco su amabilidad y me tiro en el piso a descansar. No sé que me deparará el día de mañana ni como voy a volver a casa, pero, si es como el día de hoy, bueno… se hacen a la idea.

martes, 17 de marzo de 2009

6

Despierto. Me siento mucho mejor. Me cuesta despertar del todo. Me estiro, me desperezo, me restriego los ojos y ya estoy lista para seguir con mi misión. Miro hacia delante y la cortina está cerrada. No puedo ver a mi doble. Estoy pensando seriamente en levantarme e ir a correr un poco la seda y ver si sigue allí. Claro que sigu allí, pero quiero ver que hace, como respira, como se mueve. Miro a mi alrededor y veo a la señora babeando el hombro del acompañante a su izquierda. Agradezco a la señora por no babear para mi lado. Suerte de principiante. Busco visualmente a Don Oscar pero nada. Debe estar disfrutando sus sueños en este momento, soñando con aventuras en taxi o algo. Me levanto. Ya no aguanto las ganas de saber más. Trato de no despertar a nadie, de no hacer mucho escándalo, y cuando estoy a un metro estirando la mano con cierta inseguridad se corre abruptamente la cortina y la azafata me dice -¡Señora debe volver urgente a su asiento! -me toma fuertemente por los brazos y me gira para que vuelva. De espaldas giro mi cabeza y trato de asomarme por sobre su hombro, pero no llego a ver a mi hermana. Mierda. -Señores pasajeros, esto es una emergencia -dice mientras trato de alcanzar mi asiento, desconfiada -Deben permanecer sentados y abrocharse ahora mismo sus cinturones. Estamos atravesando Brasil y a punto de pasar por una turbulencia, lamentamos no haber… -y ahí mismo un sacudón iterrumpe a la azafata lanzándola hacia el final del pasillo y a mí un metro atrás de mi asiento. Me agarro tan fuerte como puedo del apoyabrazos, arrastarándome por el suelo hasta llegar finalmente a mi lugar. La azafata consigue levantarse al fondo del pasillo y volver, ayudada por los asientos hasta el lugar de donde vino. A ocultarse detrás de la maldita cortina. Con dificultad me siento y abrocho mi cinturón de seguridad. Demonios. Esto sí, que es extraño. Lo único que me falta es morir en un accidente aéreo. De cualquier manera no habrá nadie esperándome, salvo Paulo, claro, si es que todavía me espera. Lo peor será cuando encuentren el cadáver de mi gemela y lo confundan con el mío. Eso sería gracioso de presenciar. Mientras tanto el avión temblequea, dando rudos sacudones. Recuerdo al pobre Don Oscar y pienso si tiene alguien ahí abajo que lo llore si muere. Mierda, ni siquiera sé si tiene familia. Sacudón. Estuve pensando en mí todo el tiempo y ni siquiera se me ocurrió preguntar. Perdón Oscar. Lo recompensaré escuchando sus desgracias en la próxima vida y hasta quizás acepte que me adopte como su hija. Sí, claro que me querrá. Nos estabilizamos en unos sacudones más tranquilos. De igual manera todos dudamos si saldremos con vida o no. Me desabrocho el cinturón. Si esto me mata por lo menos quiero irme al otro lado sabiendo la verdad. Voy a ir y decirle a esa perra que necesito saberlo todo. O podría llegar a ser una santa, una excelente persona y emocionarse al verme. Quizás ella lo sabe todo. Quizás no sepa nada. Quizás sea mejor ir y enterarme de una puta vez. Sí, eso haré. Ahora mismo. Me levanto decidida y me dirijo hacia la cortina. Me acerco como puedo. Los sacudones hacen que caiga, qu resbale. No importa. Gateando llego a la cortina. Como un moribuno que se agarra a su asesino en su último respiro. La corro y… no está. La maldita perra no está allí. ¿Pues donde demonios está entonces? Quizás sea igual a mí, revoltosa e inquieta. Quizás no. Quizás se haya escapado. Mierda. Si se escapó me la hizo muy bien. ¿Pero como demonios haría para escapar de un avión en medio de una turbulencia? No tengo idea. Ni siquiera sabía que era turbulencia hasta que empezó a suceder. Debo encontrarla. De repente escucho la puerta del baño. Claro. ¿Cómo no lo pensé antes?. El baño. Esa debe ser. Con dificultad sale una mujer de unos treinta años. Cagada. Toda cagada. En la cabeza, los brazos. Cuando digo cagada es cagada. Llena de mierda. Y trata de sentarse. Ahora mismo su acompañante está pensando en el nivel de importancia de sus problemas. Si la turbulencia o su vecina cagada. Y creo, por su cara, que elije lo segundo. Veo que la azafata está intentando salir de la cabina y doy media vuelta, gateando como vine, vuelvo a mi asiento. Esperaré a aterrizar. Veo a Don Oscar. Muerto de miedo. Arañando su asiento fuertemente. Ni me nota. Me siento y abrocho mi cinturón. Creo que esperaré a aterrizar para enterarme donde está esa harpía.
Más tarde, luego de pasar la turbulencia, volví en su búsqueda. No estaba. Ni en el baño ni en ningún lugar. Pregunté a la azafata -¿Disculpe señorita, pero necesito saber si vió a la señora que estaba ubicada en este asiento? -a lo que ella respondió muy amablemente -no puedo dar información de los pasajeros en vuelo. Le dije que esa señora era mi hermana -Lamento informarle que de cualquier manera no puedo darle esa información -Le pido ir a la cabina, de visita, solo unos instantes. No. Le digo que realmente es mi hermana y que no puedo quedarme tranquila si ella no está -está bien señora -me dice mientras trago saliva aliviada -¿Cómo es su nombre? -Ariana Medina -le digo. Ella asiente con la cabeza y se dirije hacia adelante, a la cabina. Por los parlantes se oye: “Por favor, la hermana de Ariana Medina dirigirse a la cabina” y justo ahí es cuando puteo en voz alta. Mierda. Me agarró. Nadie se presentará en la cabina. Gracias azafata de mierda. Muchas gracias. Me siento a decansar totalmente enojada.
Tiempo después los parlantes nos avisan de la buena nueva -“Por favor, abrochen sus cinturones, estamos a punto de aterrizar en el aeropuerto de Roma. Gracias.”
Me preparo. Ahora veré a esa mujer misteriosa que me crispa los nervios. Pasa una eternidad hasta que realmente aterrizamos. Estoy muy desesperada.
Apenas llegamos me suelto el cinturón y salgo volando hacia la cortina. La azafata me detiene. La tiro a un lado y sigo mi camino. No me quedaré de brazos cruzados ahora. Corro la cortina. La veo. Ahí está. Es idéntica-claro que sin olvidar la nariz-. Toda la gente se abalanza sobre la puerta, desesperados por salir de lo que fue un verdadero viaje de mierda llevándola a ella en medio. Me vé y contrariamente a lo que yo pensaba se tapa la cara con la capelina. Lo sabe. Sabe de mí. Tardo mucho en llegar a la salida. Mientras me acerco siento cucho escándalo fuera. Mierda. Otra maldita tormenta. Policías. Con perros y todo. Por megáfono escucho que dicen algo y pregunto en voz alta si alguien entiende. Enseguida vuelven a repetir lo mismo pero en castellano con acento italiano: “Por favor bajen tranquilos. Vamos a revisar a todos y cada uno de ustedes. Es un procedimiento normal. Circulen con cuidado y lentamente” agradezco por la traducción pero maldigo por dentro. Don Oscar no tiene pasaporte y quizás no sea tan fácil sacarlo con dinero. No es mi país. No tengo idea de cómo son las cosas aquí. En eso la veo. Es ella. La policía la tiene. Seguro es ella a la que buscan. Mierda. Ya estoy de mierda hasta la coronilla. Sin Oscar y sin gemela malvada. No tengo nada. Miro hacia atrás, pero no veo a Oscar. En eso se me escapa gritar -¡Padre! -y recién al escucharlo pienso lo que dije.
Veo que mi hermana no tiene problemas con la policía. De hecho se abren a su paso y la acompañan, pero no con ánimos de llevarla presa. No. La escoltan. En eso llega una limusina. Se sube. La muy perra se sube. Esto es algo grande. Giro lo más que puedo en medio de toda esa gente y veo a Don Oscar. Estamos a metros de la policía. Mierda. Están revisando a dos personas de distancia. Detrás de todos los pasajeros la azafata grita -¡Allí! ¡Esa mujer me golpeó!. ¿Ya dije que este es un mal día?, ¿un verdadero día de mierda?. No. Creo que no lo suficiente.

5

Tengo solo una hora antes de que parta el avión. Don Oscar transpira a montones y trata de llegar rápido a casa. Apenas lleguemos busco mi pasaporte y salgo de allí corriendo. No se preocupe señora, ya estamos a punto de llegar -dice mi fiel compañero, Sancho Pan…, perdón, Don Oscar, es que me cayó en gracia pensar que Oscar era mi Sancho.
Al llegar a mi departamento observo que mi amante momentáneo, Paulo, el policía, está mirando mi ventana y llamando desde su teléfono móvil a casa. No puedo explicarle nada, es policía. Aunque podría aprovecharlo. De hecho si quisiera acompañarme sería un viaje muy interesante. Sí que lo sería… No, no puedo ir con él. Todavía no sé si puedo confiar en él, pero necesitaría un compañero de aventuras para cubrirme las espaldas. Lo veré luego. Mientras tanto debo buscar la manera de pasar desapercibida a los ojos de Paulo y tiene que ser ahora mismo, no hay tiempo que perder. -Oscar, ¿tiene usted teléfono móvil? -Asiente con la cabeza y me lo pasa automáticamente. Eso es confianza. No tengo el teléfono de Paulo pero sí el del concerje de mi edificio. A veces soy tan unteligente. Trato de comunicarme pero mi concerje es tan lento como cualquier otro, mira la tele mucho tiempo y luego ya ni se levanta del sillón. Maldito vago. Todos los años estamos a punto de cambiarlo y no lo hacemos. Si me atiendes ahora juro que no votaré en tu contra la próxima vez que hablen sobre suplantarte -¿Hola? -dice el concerje con voz soñolienta y yo me alivio y a la vez maldigo tener que estar de su parte la próxima votación. -Miguel, quería saber si podría hacerme un favor, en la puerta debe haber un hombre esperándome: ¿podría usted decirle que lo encontraré an unas horas en casa? Le agradecería mucho que lo haga, porque en este momento estoy realmente ocupada y perdí su número -a lo que él responde -Mmhh, sée… -le agradezco con toda la efusividad que puedo y espero los resultados. Oscar me pregunta sorprendido -¿Funcionó? -esta vez es mi turno de asentir con la cabeza. Esperamos un tiempo infinito. Bueno, solo fueron unos minutos, pero fueron difíciles, no teníamos tiempo. Sale Miguel y farfulla unas palabras a Paulo, pero con la puerta entreabierta. Se vé claramente que Miguel no tiene ninguna gana de salir, pero lo hace, sale con sus calzones de ositos y le explica a mi nuevo amante la situación. Paulo mira desconfiado y luego se vá. Apenas dobla la esquina Oscar y yo salimos corriendo hacia mi departamento. Ya estamos mimetizados. Pasamos, y mientras esperamos el ascensor vuelve a pasar Miguel en sus calzones, tan a la moda, como siempre. Me mira extrañado sin reconocerme del todo, pensando en que si yo estaba ahí debía sr otras quien habría llamado. Llega el ascensor y Don Oscar lo saluda con una gran sonrisa. Lo tomo del brazo y lo meto al ascensor. Apenas estamos arriba abandono la puerta del ascensor a su suerte y obviamente se golpea contra la pared. Busco desesperadamente las llaves, abro y entro a casa. Ni siquiera miro mis cosas. Nada. Voy directo a la pieza sin siquiera prender las luces. Oscar lo hace. Encuentro mi pasaporte y mi tarjeta de débito y salgo corriendo. Oscar me sige, cerrando la puerta a su paso. Subimos al ascensor y esperamos llegar a planta baja para volver a correr nuestra maratón privada hasta el taxi. Ya en el auto nos dirigimos de vuelta hasta el aeropuerto. Ahora a pensar la manera de pasar y embarcar tan sobre la hora. Para eso está la tarjeta de débito. Oscar me mira por el retrovisor y me dice -Gracias por esta aventura, señora, le diría que nunca en la vida tuve tantas emociones juntas. ¡Su vida debe ser muy entretenida! -Lo miro y no sé como explivarle que nunca en mi vida tuve un día como este, pero le agradezco el gesto. Llegamos al aeropuerto y nos dirigimos hasta un cajero automático antes del intento de embarque. Llegamos a la caja -¿Hola, en que puedo ayudarle? -me dice la muchacha con una buena voluntad inhumana -Necesito viajar a Roma... -Por supuesto señora -interrumpe la niña -el próximo vuelo a Roma es a las… -¡No! -interrumpo yo esta vez -Necesito viajar a Roma ahora
-Le remarco a la pequeña. Me mira y dice sonriendo inocentemente -señora, el vuelo a Roma está por salir en 20 minutos, no podemos hacer que usted… -Ahí es cuando entran en acción mis doscientos dolares recién sacados del cajero. La niña mira mi mano. Me mira. Mira mi mano. -Ok, deme su tarjeta de crédito o débito y sígame -me dice e imprime unos papeles. La seguimos y llegamos hasta la zona de embarque. Don Oscar me abraza como si fuese su hija y al soltarme veo que caen lágrimas de sus ojos. Creo que lo quiero más que a mi padre. Sí, definitivamente. La muchachita nos dice
-¿Cómo, no van juntos? -a lo que Oscar dice -No querida -La chica nos dice -Disculpe pero yo había cobrado dos pasajes, señora -Miro a Oscar y todo tiene sentido -Pero, ni siquiera tengo mi pasaporte conmigo -dice Oscar sorprendido -a lo que la niña responde, podemos arreglarlo con otros doscientos… -Pregunto a Oscar si tiene su documento consigo y si quiere acompañarme -Me mira fijamente con cara de sorpresa y le digo -disculpe, es que todo pasó muy rápido, no se haga problema y disculpeme… cuando levanto nuevamente la vista tiene los ojos llenos, pero realmente llenos de lágrimas y me dice -Sí, claro que quiero. Saca su documento y lo arranco de sus manos. Se lo doy a la chica junto a sus nuevos doscientos dolares y luego embarcamos. Corriendo. Subimos al avión. Le agradezco a Oscar su ayuda y lo abrazo fuerte. Definitivamente es mi nuevo padre. Ahora debemos encontrar a mi doble. Mi nueva hermana. Parece que hoy es el día de la nueva familia. De repente noto que estamos en clase turista. Claro por más que busque y busque no iba a encontrar a esa perra ostentosa con su capelina enorme. Más adelante, detrás de una cortina de seda está la primera clase y por consiguiente veo su nuca. Mi nuca. Ya te tengo querida. La azafata se acerca y nos dice que debe ubicarnos. Ahí nos damos cuenta que estamos en lugares separados. Saludos a Papá Oscar con un guiño y él hace lo propio con la mano. Tiene cara de niño asustado. Seguro que nunca subió a un avión. Se nota. Bueno, yo tampoco, pero nadie lo nota porque estoy de cacería, al acecho de mi gemela malvada. -Disculpe señora -le digo a mi compañera de asiento luego de incrustarle el codo en la nariz. Fue sin querer, lo juro. -Aunque usted no lo crea hoy tuve un día como ninguno, pero no voy a contarle de eso, no. Ni siquiera voy a asediarla con alguna tontería del clima. No. No se haga problema que no voy a hablarle para nada. Solo voy a decirle que esa perra ya no puede huir de mí. Ni ahora ni nunca. Se cruzó con alguien realmente fiel a sus ideales, fuerte en su convicciones, conmigo, claro -le digo mientras cierro los ojos y levanto mis cejas hasta arrugar mi frente -no sé que está tramando pero lo sabré pronto, ya verá -la señora me mira asustada, no sabe que clase de ser humano puede ser tan irritante y acelerado como yo. Bueno, pues solo yo, al parecer. Una nueva especie. Luego de mirar un poco más mis sentidos comienzan a fallarme. Trato de mantenerme firme pero mi día fue muy largo. No tengo más fuerzas… me duermo… esto no va a quedar así… ya verá…

lunes, 16 de marzo de 2009

4

Estamos perplejos por la situación. Buscamos a un taxista que lleva a mi gemela y el tipo está muerto. Increíble. Luego de un rato de estar en el limbo de la desgracia me enojo. Mucho. Y digo -¡¿Y como mierda es que el jodido taxista está muerto?! ¿Cómo me puede pasar esto a mí? ¡¿Cómo?! - Nuestro nuevo amigo responde tímidamente -Señora, yo puedo explicarle…
-¿Qué?, ¿Qué puede explicar?, ¿Qué mi vida es irreal?, ¿Qué todo es muy extraño y estoy cagada por los dioses? No señor, no hay explicación para eso… no la hay… -digo mientras comienzo a llorar. Estoy con el período, sí. Estoy sensible, también… ¡¿Y qué?!
El tipo muy lentamente comienza a hablar y yo ya no estoy como para decirle nada, pero dice algo importante de oír -Señora, disculpe, pero que el taxista esté muerto fue un error nuestro, no suyo… -mientras me sorbo la nariz y me seco las lagrimas comienzo a pensar en lo que acabo de escuchar -¿cómo…? ¿El error es de ustedes… que demonios? -Le explico -dice muy calmado y a la vez apenado -a los muchachos se les traspapelo la asignación que tenían con su taxista y la confundieron con alguna otra, por lo que se “ocuparon” de su taxista y venían para acá con otra persona. Al ver su documento se dieron cuenta del error y… bueno, solucionaron esa parte, pero la suya no podemos volverla a atrás, ¿entiende nuestro problema? -el tipo me explica que acaban de asesinar a mi objetivo. Me está contando que que mataron al taxista por “error”. Mataron por error. No puedo estar hablando con este tipo. Esto no es real. Debo alejarme de esta gente. -Mire señora podemos solucionarlo de alguna manera, si quiere puedo devolverle su dinero
-No, está bien, digo haciéndome la recia, como si estas cosas fuesen parte de mi día a día -es un error, es entendible, no se haga problema buen hombre -mientras digo para mis adentros: vete de allí, ¡vete!
-La llevo -dice Don Oscar -El otro hombre me acerca un dato importante -Por si les sirve de algo el tipo volvía del aeropuerto -Eso sí es de ayuda, pero quiero irme ya mismo de allí.
Nos dirigimos al aeropuerto para ver que pasa. No sé que más hacer. Es muy difícil mantener la búsqueda con tantas piedras en el camino. Don Oscar me dice -no se preocupe, ya vamos a encontrar la manera de saber algo. Mi amigo me dijo mientras nos despedíamos que el tipo estuvo en el aeropuerto hace unas dos horas, así que por lo menos podemos averiguar que vuelos había a esa hora -Lo que Don Oscar no sabe es que puede haber muchos vuelos alrededor de esas horas, que es muy difícil, pero igual premio su buena voluntad diciéndole -Sí, podría ser -es lo único que puedo hacer, inclusive poniendo un poco de voluntad.
Al llegar al aeropuerto vemos a un costado un grupo de gente morbosa y expectante y muchos policías acordonando la zona. El taxista muerto. Claro. Mi error.
Seguimos adelante, estacionamos y bajamos a ver que podemos hacer. Digo bajamos porque Don Oscar viene conmigo. A esta altura hizo por mí más que mi padre. Estamos ahí y no veo manera de hacer nada. Pienso y pienso y no encuentro solución. Ninguna. Hasta que veo a una señora gritando -¡Me robaron! ¡Mi bolso! -el guardia de seguridad le dice -Tranquila señora, vamos a la habitación de vigilancia a ver los videos y lo encontraremos enseguida -Idea. Gritos, queja y video de la situación. Claro. Me voy hasta un local cercano y compro algunas prendas ostentosas, de adinerado apestoso. Esas cosas que dicen: “¡Aquí! ¡Tengo más que tú!”. Salgo renovada. Don Oscar no me reconoce. Le doy un cachetazo en su brazo izquierdo y me sigue. Le digo que ahora es mi padre y viene conmigo para viajar a… para viajar. Que no diga nada y me siga. Llegamos cerca d un guardia. Me preparo y vamos a él. ¡Mi bolso, me han quitado mi bolso! -Tranquila señora, tranquila. Podemos encontrar al que lo hizo, solo dígame como era -Ahí está el primer problema, así que elijo desmayarme y pensar mientras me arrastran adentro. Don Oscar y el guardia de seguridad de turno me llevan a rastras hasta la sala de vigilancia, mientras sigo actuando pienso en las señas que daré de mi ladrón ficticio, hasta que, entrecerrando los ojos y haciendo de cuenta que me recupero la veo: Es ella, con su horrible sombrero y su mirada fría -¡Es ella! -grito y señalo el monitor blanco y negro -¡Es ella, estoy segura! -grito un poco más fuerte aún -Tranquila señora, revisaremos las grabaciones hasta el momento en que la veamos robando su bolso -decía el guardia. Buscaron un buen rato hasta dar con todos videos en los que ella estaba y el guardia volvió a dirigirse a mí -Señora creo que se equivoca, la señora que usted señaló vino solo para viajar. Mire, aquí entra, aquí hace el Check In y aquí está abordando -¡Bingo!, pienso mientras me mareo lo mejor que puedo y les digo que mandaré algún lacayo a buscar mi bolso y que por favor busquen a una mujer similar que debe estar todavía suelta. Apenas salgo con Don Oscar nos vamos corriendo hacia los baños donde me cambio más tranquila y sé donde debo ir. -¿Y ahora? -pregunta mi amigo taxista, a lo que respondo -Ahora a casa a buscar el pasaporte y luego… a Roma.

Quizás no sea un mal día después de todo…

domingo, 15 de marzo de 2009

Domingo 15 de marzo de 2009

3

-¡Le estoy diciendo que siga a un jodido taxi…! ¿y no puede solo seguirlo? Mierda… ¡Mierda!
-Señora: ¿Cómo demonios puedo seguir una auto que usted no puede reconocer?
-¡Tengo un mal día, así que no me venga con idioteces, ¿quiere?! -el tipo tiene toda la razón pero no tengo un día como para reconocer cosas.
-¡Ahí! ¡Ese! -Al fin pude dar con el maldito taxi -¡Sígalo!
El taxista me hace caso, pero con la cantidad de autos que hay aquí es difícil avanzar hasta donde está ella, mi doble exacta -con la nariz levemente más grande, pero son solo detalles-. Seguimos en carrera hasta que la calle desemboca en una menos transitada. ¡Bingo!. Seguramente podré detenerla y hablar con ella. Esta es mi nueva vida y no voy a perder oportunidad de enterarme de quién demonios soy hija o hermana, o lo que sea. Algo tiene que haber escondido detrás de este misterio. En eso la veo. Aunque sea su nuca. Sí, no puede ser otra, tiene puesto un enorme sombrero de ala realmente ancha, tipo años 80. Estamos más que cerca y digo -¡si puede acelerar y alcanzarlos ahora mismo le pago el doble! -Sí, señora -respondió obediente mi fiel taxista. Aumentamos la velocidad y en instantes llegamos más que cerca del bendito taxi. Más que una duda esto ya era una necesidad. Mientras tanto cae sangre de mi entrepierna y me pone un poco más nerviosa. Sí, también histérica, no me lo recuerden. Le dije -¡Si se pone frente a ellos y los detiene le pago el triple! -Pero señora… dice mi acompañante, pero al ver que yo sacaba los billetes de mi cartera y los agitaba miró hacia delante y pasó el cambio totalmente decidido. Avanzamos un poco más, giramos y nos ponemos de frente, casi a punto de causar un accidente fatal. Nos detenemos. Bajo desesperada y grito al taxista -Disculpe, pero es importante que hable con su pasajera ¡ahora mismo!.
Sigo hacia atrás y al abrir la puerta veo que mi hermana gemela es… un hombre. Mierda. Es un tipo. Un jodido tipo. ¡Y cuando mierda nos confundimos de auto! ¡Cuando!. Doy media vuelta mientras el chofér del otro taxi y el jodido marica que viaja en el se quejan y gritan algo que no escucho. Siento más sangre caer. Si uno toma en cuenta la cantidad de sangre que hay en el cuerpo y la que una siente caer los números no cierran. Siempre hay más. Increíble. Como mi día.
Subo al taxi y le digo al tipo que me lleve a casa. Ya está. Una no puede pedir más suerte que esa. Nunca en mis 27 putos años la encontré y ya no creo que la vuelva a cruzar en otros tantos. Esa es mi suerte. Una suerte a medias. Volvemos a la avenida y solo quiero descansar de todo lo que acabo de vivir. El resto del día.
Veo autos pasar y ni m preocupo en seguir mirando. Parece que cualquiera puede tener uno de esos ridículos sombreros puesto en un puto taxi. Hasta un tipo. Ahí. Por la vía contraria viene otro taxi con alguien que tiene el mismo jodido sombrero. Aunque por lo menos este parece ser mujer. De hecho parece la mujer que… ¡Es la mujer! -¡Ahí!, ¡Ella…! ¡Míreme, digo… sígala!
-El hombre duda, me entiende y volantea. Mientras dá un giro salgo despedida hacia atrás, feliz de estar en carrera nuevamente. Es ella. Ahora sí, no voy a perder esta oportunidad. Ok, hasta ahora las perdí pero no me lo recuerden. Mientras mi sangre cae, pero esta vez no estoy para prestarle la debida atención. La seguimos.
La tengo cerca. Está a mi alcance. La veo hablar constantemente por su teléfono móvil y estoy deseando alcazarla. Imagino señalarla directamente frente a sus narices y decirle en la cara unas cuantas verdades… bueno, unas cuantas preguntas. Ya verá lo que es bueno. Mientras tanto pienso fugazmente en contarle todo a mi flamante pareja. Por cierto espero que ese hijo de puta me llame. Nos acercamos y ya no necesito aclararle a mi taxista amigo que necesito alcanzar aquél auto. Él quiere alcanzarlos tanto como yo. Estamos a 10 metros de ese auto y ya puedo ver su matrícula, XXI 021, me dá cierta gracia. Estamos tan cerca… de repente se corta el maldito semáforo y una andanada de coches furiosos nos impiden seguir adelante. Nuestros amigos de enfrente siguen su camino, impunes. Bajo del taxi y no puedo creer lo que me pasa. Solo llego a ver su puta… ¡Claro! ¡La matrícula! ¡Sí!. Corro a la vereda de enfrente repitiendo -¡XXI 021, XXI 021, XXI 021! -gritando a lo largo y ancho de aquella avenida y lo anoto en la pared, con un pedazo de ladrillo que encuentro tirado allí. Vuelvo a mi taxi, que ya es casi parte de mí y busco en la cartera algo para anotar, encuentro un pequeño anotador, nuevo porque nunca tuve nada que anotar en mi vida. Eso es una cartera de mujer, tiene de todo, solo hace falta un poco de esfuerzo para encontrarlo. Copio y el número y pienso en la manera de buscar información. Mi acompañante dice -Yo tengo un amigo que puede encontrar ese auto por un par de billetes -dice. Le creo. Lo llama y nos dirigimos directamente hacia el lugar.
Al llegar, subimos una escalera horrenda, llena de mugre, deshechos y… bueno, se hacen a la idea. Se corre la mirilla. Tarda un rato. Comienza a abrir mil y ún cerrojos. El tipo nos abre la puerta y nos hace pasar con mirada desconfiada. Está pelado y vestido con una musculosa realmente engrasada. Y cuando digo realmente es realmente mucho. Desenfunda una escopeta y sale fuera. Mira hacia los costados y vuelve a entrar. Cierra cada uno de los 10 cerrojos y trabas, celosamente. Me dice -Usted debe saber que esto que hacemos no es algo común. -Lo sé -le digo
-Señora, ¿sabe usted que esto le va a costar caro?
-Por supuesto, digo ya un poco impaciente.
-Señora, enseguida encontraremos al tipo, no se preocupe -y al decir esto se vá hasta la habitación contigua.
No le agradezco, solo espero. Sentimos gente teniendo sexo a ambos costados de la habitación. Parece que la gente que no se baña tiene sexo constantemente por estos lares.
Momentos después el tipo sale comiendo una salchica que le chorrea por sus ahora húmedas manos -Está hecho, señora. En instantes el tipo estará aquí, no se preocupe. Ahora si es tan amable… -Me dice mientras estira la mano menos manchada de grasa.
Salimos de ahí con mi nuevo compañero de asuntos oscuros Don Oscar, el taxista, y esperamos allí mismo a que el taxi enemigo llegue a destino.
Esperamos horas. Tres horas. Por reloj. El tipo de arriba baja y nos dice que hay un percance. El taxista ha muerto. Se me pasa por la cabeza decir: “Larga vida al taxista”, pero no creo que sea gracioso. No serviría de nada. Un día extraño. Un día difícil. Como anticipé:
Un día de mierda.

sábado, 14 de marzo de 2009

sábado 14 de marzo de 2009

2


Estás cagándote en los pantalones. Y chorreando sangre, es verdad. Imposible olvidarlo. Tu trabajo es una mierda y te lleva a situaciones peores todavía.
Estoy en una habitación gris. Completamente gris.
El puto paquete. Lo están analizando ahora. ¿Que mierda eran esos pequeños paquetitos?. Una caja llena de paquetitos plateados envueltos uno por uno. No soy muy inteligente pero veo películas, esos paquetes siempre tienen drogas dentro. Es obvio. Siempre agarran a gente como yo con esos paquetes. Típico.
Necesito irme de aquí. Claro que si escapo seré fugitiva. No, no necesito irme de aquí. Claro que no. Que mierda hago. Si pido por mi llamada no tengo a quien llamar. Nadie puede sacarme. Tendría que llamar a mi jefe. Ese jodido cerdo de mierda. Me tendría que sacar de aquí. Claro que si viene lo meten a él. Seguro ya está de camino a Miami o algún lugar a los que siempre sueño ir y nunca podría, como Roma, Alemania… de hecho nunca más podré ir. Ni siquiera soñar con ello. ¡Mierda!.
Se abre la puerta [gris] de la habitación [gris] y el hombre [gris] que sale de ella, se queda a un costado. Haciendo guardia, creo. Entra el tipo del bar. El que está bueno pero que mandé a la mierda por estar con “esos días” a cuestas. Estoy muy nerviosa. Tanto que me cago. Sí. Bueno, solo un poco, pero me cago al fin.

El tipo dice: -Señorita Mariana Medina… -Es Ariana -interrumpo.
-Ariana Medina -repite pensativo, mirando sus papeles -necesitamos saber hacia donde se dirigía ese paquete y cuales eran las razones por las cuales lo enviaba.
-Mire, no tengo idea de cual es el contenido de ese paquete, me lo dieron en mi trabajo, no sé a quién va dirigido, tengo anotados en un papel sus datos pero no sé quién es. No tengo ni puta idea. ¡Lo juro! -grité en la desesperación.
El tipo levantó la vista como si nada, lentamente. Estaba más bueno así. Dio medio giro hacia atrás y con una seña hizo que el guardia se fuera de allí. Se apoyó con las dos manos sobre la mesa y dijo -señorita, necesito que me diga algo muy importante: ¿Tiene usted pareja?
Me quedé estupidizada, helada. Yo estaba pensando exactamente lo mismo mientras lo veía.
-Estoy con Andrés -digo -Lo siento, no debí preguntar -dijo mientras se alejaba -¡¡No, no, no!!- dije y le expliqué que estaba con mi período, que no era una persona y que estaba muy bueno desde que lo ví.
El tipo se quedó mirándome unos segundos. Yo a él.
Nos besamos apasionadamente y entramos al baño a hacerlo. Muy incómodo, pero a esa altura era una necesidad. Yo tenía unos condones en mi cartera. A estas alturas ni la virgen María dejaría al espíritu santo hacer nada sin uno puesto.
Lo hicimos unas tres veces golpeándonos con todo.
-Este es el baño de la sala de interrogatorios, por eso es pequeño -decía él mientras lo hacíamos y me daba con una canilla en la espalda. -sus explicación me calentaba más, así que apenas terminamos lo hicimos otra vez, por si acaso.
El baño estaba hecho un desastre. Realmente asqueroso. El piso estaba lleno de sangre y coágulos.
Su vetimenta estaba allí tirada, llena de sangre.
Mi pollera era negra, así que no se notaba un gran cambio.
Al volver a la sala de interrogación estábamos un poco despeinados, pero más tranquilos. Fue allí cuando recordé el desastre en el que estaba metido hace solo unos momentos y comencé a desesperarme. -¡Dime que puedes ayudarme! ¡No sé que voy a hacer! ¡No puedo ir presa, por favor! -grité lo más fuerte que podía, para que el drama sea más palpable.
-¿Que ayude con qué? -dijo él como si nada.
-¡Con las drogas! ¡El paquete!
-Realmente no sabías lo que era, ¿no?. -Me dijo muy calmado -El paquete solo contenía una pequeñas plaquetas de computadora, nada extraño. Era solo cuestión de saber si era un envío normal o una venta ilegal, pero ya está todo corroborado. Llamaron a tu jefe y revisaron los datos del receptor.
-¿Cómo?. ¿Y cómo hicieron todo eso?. ¿Los datos? -dije sorprendida
-Estaban a un costado de la caja. Está todo en orden.
-O sea que… ¿puedo irme cuando quiera?
-Claro, pero me gustaría que me dieras tu teléfono antes.
Lo miré fijamente unos segundos… y me largué a llorar como nunca. De golpe había recuperado mi libertad, mis sueños, mi vida de mierda. Si con esto no valoro la mierda que tengo entonces no tengo salvación. Gracias a dios y la putísima madre tierra, soy libre.
-Gracias, ¡gracias! -dije desesperada. Mientras, él me miraba sorprendido.
Con la cara empapada de lágrimas agarré una de las hojas que estaban sobre la mesa y le anoté mi teléfono y dije -Ni se te ocurra no llamarme. No quiero que pienses, por estúpido que parezca, que soy una loca, una prostituta de mierda, no. No soy así, es que estás muy bueno y quiero seguir viéndote -Ni en mil años hubiese dicho eso a un hombre, pero mi vida acababa de cambiar. Ahora soy una mujer nueva. Ok, sigo teniendo la misma sangre entre las piernas, pero eso no viene al caso. Le pregunto su nombre -Paulo -dice. No me gusta, pero seguro lo aceptaré con el tiempo.
Lo saludo y me voy con mi pollera sangrante.
Me voy pensando en lo diferente que seré ahora frente a las cosas. Mañana será un día nuevo, renunciaré al trabajo y no desaprovecharé las oportunidades. De ninguna manera.
Llego a la parada de colectivos y espero, respirando profundamente, descansando de todo mi día. No puedo más. El sol hace que mi pollera comience a secarse, endurecerse y tomar cierto olor a mis interiores. Asqueroso. Realmente, pero en este momento ya no importaba. Mientras me relajo veo pasar en taxi a mi doble. La miro. El semáforo está en rojo. Recuerdo que no voy a dejar pasar ninguna oportunidad. De a poco despierto abriendo los ojos sorprendidos y comienzo a gritar -¡Hey! ¡Aquí! -el semáforo cambia a verde y arranca. Yo corro haciendo señas con los brazos y gritando, pero nada. Detrás de mí frena un auto, casi a punto de chocarme. Veo que es un taxi y me subo desesperada
-¡Siga a ese taxi! -le grito - a lo que el taxista responde
-¿A cuál de todos señora?. Miro entre el tráfico y no sé cuál demonios es el puto taxi. Este va a ser un día muy difícil. Muy.

viernes, 13 de marzo de 2009

1

jueves 12 de marzo de 2009

Título inamovible: "Rojo".
Directiva: Elbio Aparisi Nielsen.
Dirigido: Damián L. Felitte.
Alter ego: Ariana.


Mierda de día. Odio cuando estoy con la regla. Estás hablando con alguien "No digas eso!, Claro que eres sexy!" y te caen pedazos "Claro que no, no estoy interesada en ese tipo de relación" y cae un poco más. Algo así como una pobre abuelita de 90 años, que no puede controlar su pillada. Es muy difícil llevar adelante las cosas con algo así a cuestas. Si eres un chico imagínate como si te cagaras sin aviso previo. Nunca puedes hacer muchos planes para esas fechas. A veces duele mucho, a veces mucho más. Te pone de mal humor. Como mínimo. Sí, una mierda. No puedes con tu vida y encima tienes un castigo divino una puta vez por mes. Increíble.
Tengo que ir al centro. Llevar un paquete. No sé que carajo sea y no me importa, a estas alturas ya no me pregunto esas cosas básicas que todo ser humano se pregunta. Odio mi trabajo. Solamente tuve un buen trabajo en la vida, hace años, y lo perdí por no ser puta. Eso sí que fué una mierda.
-¡Mariana, ya deberías haber salido!, ¿que pasa te hace falta algo? -dice el jodido de mi jefe, que todavía no sabe mi nombre -Puedes tomar tus cosas y apurarte, el correo no estará abierto siempre, ¿sabes? Hasta luego. -le digo que sí, que estaba de salida. Pienso que lo odio y salgo. Tomo el colectivo en la esquina y ya estoy lejos de ese imbécil. Mientras tanto mi cuerpo sigue enviándome un mensaje del señor. En cuanto baje iré a un bar a descansar y a estar insoportable conmigo misma un buen rato antes de seguir. Mierda de trabajo.
El paisaje es desolador. Basura, gente y mucha más basura y gente. La polución es el mínimo de los problemas cuando hay seres humanos en el medio. La falta de sentido común, de respeto. Sin ir más lejos el idiota que escucha música a todo volumen en su teléfono celular: ¿Porqué mierda tendría yo que escuchar eso? ¡No lo quiero, gracias!. Si tuviese que elegir entre la regla y reggaeton a todo volumen elegiría la regla. Es algo menos molesta.
Bajo del transporte público más oloroso que he subido en años y llego al bar. Me siento y veo que no hay mucha gente. Veo a un tipo bastante lindo, pero me hago la distraída. No debe ver que estoy interesada.
Pido un café. Sé que me pone a cien y por consiguiente de peor humor, no me deja descansar por la noche, pero lo pido de todas maneras. Me siento a mirar por la ventana. Por un instante me quedo petrificada. Veo a una mujer idéntica a mí. Es extraño como uno reacciona de alguna manera estúpida, como dejar ir a la persona sin decirle algo. Estuvo parada unos diez minutos y luego tomó un taxi. Comienzo a pensar en la gracia de que alguien sea tan igual a mí. Con unos rasgos tan extraños como los míos nadie podría ser siquiera similar, pero ella es idéntica. Solo tiene la nariz apenas más grande. -Su café señorita -me dice el mozo, pero no le presto atención. Luego de pensar un rato entro en razonamientos y me doy cuenta que no es tan descabellado. Que si mi padre engañó a mi madre podría ser esa mi media hermana. Que si mi madre podría haberse acostado con otro en vez de mi padre ahí estaría la trampa. Lo único que recuerdo bien de mi infancia es a mi padre y quizás no sea el verdadero. Mi vida entera comienza a darme escalofríos. A mi lado se acerca el tipo que ví al entrar y dice -Hola, ¿podría sentarme? -a lo que respondo - ¿No ves que estoy ocupada? ¡Lárgate!. Acabo de echar por la borda una oportunidad única, pero no estoy de humor y sigo sangrando. Mental y físicamente. A todo esto la hora corre y yo sigo sentada aquí. El correo cierra en menos de media hora. Debí haber ido primero allí. Sí, y no encontrarme con mi doble. Algunos dicen que si ves a tu doble te mueres ese mismo día. Creo que tengo miedo de salir y morir. Creo que hoy es un mal día. Hago lo mismo que mi doble y me tomo un taxi. -Al correo por favor, ¡y rápido!. El tipo mira muy calmado y con los párpados caídos mira hacia delante y arranca. Justo me fue a tocar un retrasado. Mierda. Llegamos enseguida. Le tiro la plata como una mal agradecida de mierda. Lo soy. No estoy feliz de serlo, solo lo reconozco. El guardia de seguridad está cerrando las puerta y por consiguiente dejándome afuera. Es un tipo regordete, pelado, con su pelo pegado a la frente a causa de la transpiración-¡Por favor! -le digo -¡si no entrego este paquete me quedo sin trabajo! El tipo me mira, le gusto. Me deja entrar y toda mi sangre que estaba en mi garganta vuelve a caer por donde debe. ¡Gracias, muchas gracias! -de nada señora -me dice el guardia sudoroso. La chica que recibe las encomiendas está a punto de cerrar su caja, por lo que corro hasta ella, viendo como mi mundo se derrumba. En ese momento me topo con un policía de frente. Es el tipo del bar, el que se me acercó. Veo mi precioso paquete. En el piso. Roto. No puedo creer la situación. Pero es una mierda. Cuando estoy puteando al poli noto que tiene los ojos sorprendidos mirando al suelo. No dejo de putearlo cuando me mira y recién ahí pongo atención a la situación. Mi caja. El contenido. Entiendo que todo eso estaba en mi paquete. No hay explicación que de donde es y adonde vá. Es mí paquete. Hoy es, claramente un día de mierda. Claro que estoy en esos días y todo es una mierda.

Está bien, mi vida es una mierda con o sin eso.