miércoles, 22 de abril de 2009

24

Me disparan desde cinco lugares diferentes. Esto parece ser una vieja fábrica. Tiene varios pisos. Escaleras metálicas como casi todo el lugar. Grandes contenedores tubulares alrededor. Y bueno, muchos tipos malos. Uno está ubicado justo en frente mío, un piso más arriba. Otros dos me disparan desde la derecha, tras una pared. Uno parado otro arrodillado. Los otros están tras las ventanas de la izquierda aquí mismo, en planta baja. Pues, que empiece la fiesta entonces… Se quedan sin su primera carga, no son muy hábiles, comenzaron a disparar al mismo tiempo y al azar y ahora deben cargar. Todos menos el de arriba, es más inteligente. Corro directo hasta las ventanas, no se lo esperan y estén desesperados por cargar rápido sus armas. Me encanta ver sus caras de sorpresa cuando me tienen encima. Esquivo las balas del de arriba, aunque una me roza el hombro. Solo un recuerdo más, para saborear la vida de espía otra vez. Las ventanas estallan frente a la fuerza de mis pies desenfrenados. Apenas la destruyo golpeo con mi frente la nariz del pobre estúpido frente a mí y con su automática en mis manos dejo al otro disfrutar de una buena siesta mientras me dedico a ir por sus amigos. Los que estaban a mi derecha se acercan disparando para acabar conmigo, otra vez disparando al azar, esperando a que su suerte haga el resto… lástima que no creo en la suerte… y ya no estaba ahí. Los ataco desde arriba mientras siento que el de arriba sigue disparando cuando lo cree necesario. Mis pies acaban de romper una ventana de las duras, no será demasiado para ellos la quijada de uno y la nariz del otro. Terminé con estos y voy directo a mi amigo del primer piso, no sin antes tomar el arma de uno de los caídos. Una Desert Eagle 0.5. El que queda es el más complicado, no hay lugar donde esconderse y es inteligente… o vamos, no es nada. Con mi Desert Eagle disparo hacia arriba desde donde estoy. Luego me dirijo como un rayo, bueno, rápidamente… no puedo con mi ego, pero digamos que soy rápida. Me dirijo hasta el tipo sorprendiéndolo por detrás. Ni lo nota, de hecho estará sorprendido al despertar. No sabrá que es lo que pasó. Disfruta tus sueños angelito. Por un momento siento como si fuese otra vez Ariana, siento miedo… Debe ser solo una sensación, acabo de volver a la acción y quizás todavía no me acostumbro a ser yo misma.
Luego de pasar el primer grupo de amiguitos sigo mi camino. Mi padre debe estar aquí y voy a encontrarlo. Voy a vengarme como que mi nombre es… es… Mary, Ariana, Johana… bueno, en fin, que voy a vengarme y listo. Quizás mi venganza sería más divertida si lo hago un poquito por cada una. Claro, eso sería válido. Creo. Siento un poco de confusión aceca de quién soy. Me siento yo misma, pero también siento que no puedo dejar a Ariana de lado. Siento que lamento no ver a Oscar, hasta siento que quiero ver a Paulo, dios, eso es algo que no hubiese hecho en toda mi vida, tener sexo con un extraño y con la regla encima. Pero por alguna razón no siento que Ariana esté en el pasado, todavía tengo parte de sus pensamientos y sentimientos. Es extraño. Muy. Mierda. Son sus palabras. Creo que tengo más que parte de su ser. Creo que tengo… un problema. No me siento del todo fuerte ahora. Quizás me arrepiento un poco de lo de José y el Shaman… ¡No, no me arrepiento!, ¿cómo iría a arrepentirme? ¡había que hacer algo y lo hice, como siempre...! aunque… no puedo creer que lo hayas hecho… ¿qué…? ¿Ariana…? ¿Mary…? Mierda, soy débil otra vez. ¿Lo soy? No puedo serlo. Soy yo… ¿quién?. Mi cabeza duele. Me aprieto fuerte pero no para. Acabo de cambiar sin tomar nada, sin estar dormida. Soy Ariana. Otra vez. Siento que se aproxima un grupo de grandotes de mi padre… del padre de Mary o Johana… Mierda. ¡Mary, vuelve aquí demonios! Como siempre, debo agradecerte este momento. El momento en el que… estoy en problemas.

Serios.

Muchos.

Problemas.

Mierda.


.

martes, 21 de abril de 2009

23

Destrozo la mitad de su quijada. Del agente de la izquierda. Al regresar mi puño lo hace clavando mi codo en la nariz del que está al otro lado. Su mujer me lo agradecerá, con un poco de ganas del cirujano quedará más agradable de lo que nunca fue. Con mi pierna derecha pateo al acompañante del conductor mientras él sale corriendo del auto asustado. Lo siento, angelito, pero esta no es tu tarde. Lo atrapo y presiono solo lo necesario y lo dejo dormir. No creo que haga daño a nadie. Lo primero que hará al ver lo que queda de sus compañeros es conseguir un trabajo de chofér escolar o algo más sano. Me gusta dejar una buena impresión en la gente, aunque sea de esta manera forzada. Todavía debo organizar mis pensamientos. No tengo todos mis recuerdos en orden. Todavía me pregunto algunas cosas. Si yo soy Mary: ¿Porqué tuve que asesinar a José y el Shaman? ¿Para salvarlos de mis enemigos? Eso no tiene sentido alguno. Estoy en un gran fábrica. No sé que hago aquí del todo, pero recuerdo que es por el pendrive que dejé en manos de Ariana, mi otro yo. Era la oportunidad perfecta para saber adonde ir y de paso recuperar mi otra mitad, pero… ¿a quién demonios buscaba?. Me detengo pensar. Enderezo mi brazo. Lo pongo de nuevo en su lugar. Duele, pero es una dulce melodía, un brindis por estar de regreso, al menos en parte. Recuerdo que mi nombre no es Ariana, aunque tampoco sea Mary. Siempre uso esos nombres en mis misiones como espía. Como todos estamos acostumbrados al jodido Hollywood de ahí vienen esos nombres que recordamos a menudo. De a poco trato de inventarme algunos mejores, pero normalmente tengo nombres del cine negro, no lo puedo evitar. Mi nombre es Johana. Y mi padre no era… no era un campesino, claro que no. Es un jodido magnate millonario, por eso en mi vida como Ariana odiaba a esa gente, por eso sabía las cosas que ocultaban, era casi un reflejo de mi verdadero ser. De mis recuerdos… Mi padre me preparó para ser espía, por conveniencia. Nunca tuve juguetes, solo entrenamiento. Nunca tuve pareja, solo amantes. O podríamos decir que esos fueron mis primeros juguetes… Mi padre me mandó a todas sus misiones y cuando llegamos al fondo de todas sus cuestiones, cuando me enteré de todos los sucios problemas que había causado y era lo suficientemente fuerte trató de sacarme del medio. No pudo matarme, solo me mandó a un lavaje de cerebro. “Solo” eso. No pudo conmigo. Fui más fuerte, capaz y pude pasar hasta el otro lado de mi personalidad. Recuerdo como me costó ser la doble de Ariana. Como me veía siempre cerca al comenzar a salir a la luz dentro de su mente. Siguió a una viejecita pensando que era yo, a un travesti y quién sabe a cuantos más, pensando en que me había visto. Ahora recuerdo porqué lo de José. Ahora recuerdo porqué lo del Shaman. Eran hombres contratados por mi padre. Lo único que querían era que vuelva a mi vida como Ariana, que me canse de todo esto, que abandone mis recuerdos y corazonadas, mis sensaciones. Por eso murieron. Apenas averigüe quienes eran lo hice. Uno a uno. Lo merecían. No así sus familias. Quizás lo mejor hubiese sido asustarlos, pero no disponía de tiempo en ese momento, no había otra manera. Ariana podía volver en cualquier momento. Debo encontrar a mi padre y decirle que estoy de vuelta. Que ya no podrá detenerme. Bueno, al menos tuve unas vacaciones divertidas, ¿no? … Ok, todo fue una mierda. Sigamos adelante entonces. Al dirigirme a la entrada siento balas a mis pies. Son como violines. La extrañaba, hace mucho que no las sentía así, reales. Sonrío de costado. Apenas termine con estos tipos conseguiré un lápiz labial.

Rojo.

22

Odio a esta gente tanto como a Mary. Estamos en un automóvil. Vidrios polarizados. Tiene una pequeña nevera. Dvd y Tv plana. Es una limusina. Odio estos autos. Sobre todo si este viaje no es lo placentero que debería con tantas comodidades. De cualquier manera son comodidades de rico. No me interesa usarlas. Que se las metan donde no les dé el sol si es que les son tan necesarias. Ese tipo de gente necesita atención especial para cubrir con sus gastos la falta de humanidad. Sus hijos tienen dinero en vez de educación. Pués… que se jodan los putos millonarios. Luego de evitar a los carabinieris, sí, ahora sé su nombre… como sea, luego de evitarlos me llevaron hasta aquí. Ahora estamos yendo hacia algún lugar. Ya no podemos ir hasta el consulado, está hecho un desastre gracias a Mary, mi querida y odiada Mary. Es increíble que alguien a la que ví por casualidad en la calle me haya traído tantos problemas, incluso la muerte… Pensando en eso: ¿Me llevarán frente a alguien que me agreda y se queje que yo, “Mary” le arruiné la vida y que matandome, sin olvidar una dolorosa tortura lo cubrirá o solo me agraciarán con un disparo en la cien? Todavía no lo sé. Quizás Mary lo sabe. Estoy exhausta. No paro de tener sorpresas. No paro de pensar. Ya no puedo más. Lo más importante de mi vida fue esta gran desventura con Mary. Conocí a gente dispar como Oscar y Takeshi, que me acompañaron, aunque sea hasta donde pudieron. Mis padres no sabrán nunca que me pasó… -Estáte quieta -me dice un grandulón, el de mi derecha. Estamos saliendo de la parte principal de la ciudad. Estamos yendo a mi momento final. El súmum de mi aventura, ja… Mary… Quizás piense en venir a salvarme. Ella lo puede todo. No sería nada para ella. La ví en mi sueño, quizás la ví mientras me recuperaba del desmayo y no era ya un sueño… La siento más cerca. Claro que la odio como nunca porque la maldita perra me dejó al acecho de sus amiguitos, pero la siento diferente. Sueño con ella, quizás ella sueñe conmigo… sí, eso sería probable. No es descabellado, por lo menos no más que toda esta situación. Trato de soltarme torpemente. Seguramente parezco una imbécil tratando de soltarme con esto tipos alrededor, pero al ver a Mary en acción quedé enganchada con ser una espía. Estúpida. No es para cualquiera. Y lo compruebo paso a paso, auqnue en un momento casi me lo creí. Casi puedo verme, vestida como una estrella de cine de los 60, con el cabello al viento, anteojos oscuros, riendo de costado con mis labios pintados de un rojo furioso. Casi lo veo. Casi lo siento. Podría llamarme Greta y sentir el viento en la cara como se me diera la gana. Sería una espía fantástica. Y disfrutaría siéndolo. Al menos eso parecía cuando Mary acababa con todos esos energúmenos. -Obsérvenla con precaución, es muy astuta y físicamente muy ágil -dice el compañero del conductor, mientras que estamos estacionando. Parece que llegamos al sitio. El de mi izquierda dice -pués entonces vamos a evitar que se mueva con soltura… -el de la derecha me toma fuerte del brazo. El otro hace lo propio y luego comienza a retorcerlo. Grito como nunca. Sería una gran espía. Duele. Sí, casi lo puedo sentir, el viento en mi cara. Retuerce un poco más. Y puedo recordarlo. Dolor. Una vida pasada. Imposible de soportar. Recuerdo a mi padre, a mi madre, a Paulo, a Oscar, a Takeshi… y pienso que el indicado es Oscar, el que ocupó el lugar de mi padre por unos breves momentos -¿Esto será suficiente? -Dice el jodido cerdo enorme. Ya no lo soporto y lloro, ya no grito. Los odio. Oscar. ¿Porqué Oscar?. No es nadie. Aprieto mi puño. Fuerte. Mi padre fue lo mejor de mi infancia. ¿Lo fue?. No recuerdo. Tengo odio en la mirada. ¿Lo recuerdo?. Mi brazo comienza a hacer ruidos que nunca oí. Presiono mis dientes. Aguanto. No recuerdo a mi padre. Oscar. ¿Oscar estuvo en momentos tan importante para mí?. Mi brazo está fuera de su lugar y sigue moviéndose. No recuerdo a mi padre. Sí recuerdo a Oscar. Ahora… recuerdo el ruido que causa mi brazo. Claro que lo recuerdo. Está fuera de lugar. Está dislocado. El húmero se ha desplazado de su lugar. Es una dislocación hacia atrás. Es sencillo cuando lo sabes. Es sencillo cuando lo recuerdas. Cuando ya ha pasado. Cuando no te parece algo grave. Esperaba a Mary. Esperaba a que mi suerte cambie. Miro al espejo y lo veo con claridad:

No necesito a nadie.

No necesito nada.

Ya no espero a que mi suerte cambie.

Mi suerte no va a cambiar.

No existe la suerte como concepto.
Yo hago mi propia “suerte”.

Claro que no necesito nada para salir de aquí…

Ya no espero…

Ella…

ya está aquí…

miércoles, 15 de abril de 2009

21

“Nadie puede separarnos” escrito en sangre. En la pared. Cuerpos. Guardaespaldas. Todos. A lo largo y ancho de la habitación. Casi todos los de mi sueño. Fue ella. Frente a mí un objeto plástico y una nota: “Lleva esto por mí”. Lo tomo y salgo. Cualquier cosa que sea prefiero ser su amiga y no su enemiga. Dejó la puerta abierta para mí. Veo en el pasillo más guardaespaldas. Sangre por todos lados. A mi lado, dibujada en la pared, una flecha que indica el camino de salida. Es todo como en mi sueño, con la diferencia que bajando las escaleras hay solo restos de guardaespaldas y sus cuerpos. Vía libre. Nadie la puede detener, lo veo con mis propios ojos. No sé adonde ir. Mi hermana dejó eso al librado al azar. Pienso en donde podría ir para darle este pequeño objeto. Luego miro alrededor. Pienso. Creo que puede encontrarme. Tengo dinero en un bolsillo y otra nota: “Créeme, necesitamos una de la otra”. Salgo. Camino unas veinte cuadras antes de parecerme seguro subir a un taxi. Esta parte de la ciudad parece bastante fea para tener ese lugar lujosísimo del que vengo entre sus casas. De hecho la fachada dejaba bastante que desear. Viajo en taxi sin problemas hasta el aeropuerto. Busco a Takeshi por todos lados. Me temo que le haya pasado lo peor y espero que mi, ahora querida gemela, no haya hecho con él lo que hizo con el resto, por lo menos no ahora que somos “amigas”. Me tocan el hombro y no creo mis reflejos. Tomo la mano del que lo hace y estoy a punto de hacer algo que nunca hice -¡Cuidado, esa es mi mano! -es Takeshi que no puede evitar sorprenderse al igual que yo. Lo suelto.
-¿Qué te ha pasado en la cara? -pregunta conmocionado. Mierda, no pensé en mi cara, debo estar hecha un desastre. Le digo que caí desde una escalera. Es la excusa típica. Debí haber pensado algo mejor, pero no se me ocurrió pensar en eso. Creo que en este momento estoy para pensar en cosas más importantes. Aunque, si dejo pasar esas cosas mínimas sería un estorbo para mi doble. Creo que estoy entendiendo cada vez más acerca de este mundo de los espías. Takeshi no parece creerme pero tampoco duda mucho. Mientras tanto me mira algunas de las marcas horrendas que debo tener en la cara -¿Puedes mirarme a los jodidos ojos en vez de a mis heridas? -le digo de muy mal humor. Un poco extralimitada pero logro mi cometido. Me mira por fin a los ojos y le explico que estoy esperando a alguien. Le pregunto donde sería un buen lugar para alguien especial -Un hotel debería bastar… -me dice creyendo que espero a un hombre. Le explico que no, que debo darle algo a alguien, algo importante… algo de familia y el me responde -Entonces que mejor lugar que donde la gente está por todos lados, tanto que no notarían un asesinato a su lado… ¡Aquí mismo! -entiendo el punto, es un buen lugar para que nadie note que estoy hablando con una asesina internacional, quizás una ladrona de las más eficientes que el mundo ha conocido… o que el mundo conocería si la agarrasen.
Le agradezco a Takeshi su ayuda y le digo que lo veré más tarde. Paso toda la noche esperando a mi doble. A mi nueva compañera de espionaje. Me siento alguien importante, como nunca antes lo había sentido. Le gente pasa a mi lado y me siento superior. No creo que esté bien, pero así lo siento. Podría retar a duelo a cualquier grandote que se cruce por mi camino. Sí, así me siento. Me siento grande. Muy. Y se siente bien.
Pasa el tiempo. Mucho tiempo. Espero. Tengo sueño. Mi día fue muy largo. Quizás la idea de Takeshi no sea buena y mi doble no quiera correr peligro viniendo aquí. Quizás lo mejor sería tratar de comunicarme con ella. Voy al baño y espero a que esté vacío. Trabo la puerta y observo el pequeño elemento plástico. Es algo electrónico, de computadoras. Lo sé… o eso creo. Lo vuelvo a guardar. Parece que el período esta vez no está tan molesto. Quizás mañana ya no lo tenga. Esta vez no importa tanto, de igual manera me siento más fuerte. Salgo y observo a los lados. Veo a Takeshi hablando con un guardaespaldas. Igual a los que mi hermana asesinó en aquél lugar. Debo irme de aquí. Ahora que veo al tipo ese enseguida se me van las ganas de pelear y ser una heroína o una espía. Mierda. Inclusive me está molestando la entrepierna. Creo que estoy un poco más vulnerable. Takeshi le dice que no con la cabeza y el tipo se vá. Espero a que pase, justo por delante del baño de mujeres. Quizás no lo revisa porque ya me habían encontrado ahí. En eso pienso en lo que Takeshi había dicho del aeropuerto y veo un paralelismo interesante como ejemplo. Espero a que el grandote se haya ido bien lejos y corro hacia Takeshi en busca de novedades. -¿Y, cómo fue ese encuentro? -me dice mientras me guiña el ojo -No seas estúpido, ¡Te dije que era un asunto familiar!, además… ¡métete en tus asuntos asiático pervertido…! Me doy cuenta que esta vez me pasé de la raya y le digo -Ok, perdón por lo de pervertido… -no puedo pedirle perdón por lo de asiático porque, bueno, es asiático. Además no creo que eso le moleste. Comienzo con mi interrogatorio -¿Qué demonios quería ese tipo? -digo sin hacer muy bien mi papel de persona común y corriente -¡Ah, eso iba a decirte! Aquél grandote preguntó por ti, inclusive me dijo que estabas lastimada, ¡y que huías de la ley! -me río en su cara con otra actuación paupérrima y Takeshi no abandona su cara de asombro, o sea, no se cree mi risa -me dijo que tu nombre era Mary algo, era un apellido inglés… no lo recuerdo con exactitud. Mierda. Me siguen y creen que soy Mary. Si me encuentran estoy muerta. Espero que mi amiga llegue pronto o sino no tendré manera de escapar de aquí con vida. Saludo a Takeshi y le digo que debe haber un malentendido. Que no se preocupe. Busco un lugar que esté a la vista, con tráfico de gente, pero tampoco el centro del aeropuerto. Los grandotes están por todo el aeropuerto y yo estoy cansada de esquivarlos. También estoy cansada por mí primer día en el mundo del espionaje. Espero hasta tarde despierta pero nada. Mary no aparece. Mierda Mary, necesito que aparezcas y pronto. De pronto veo en un puesto de diarios una foto. Es el lugar horrendo del que salí hoy. Veo su horrible fachada y decido comprar el diario. Entrego las monedas y el tipo las agarra casi como si no quisiera ser molestado. Estos son los momentos en los que Europa es especial. Podría haber asesinado a su madre y comprar diarios en su puesto que el tipo no me hubiese mirado. Interesante. Sobre todo porque al abrir el diario, justo donde el vendedor estaba mirando estaba mi foto. No era exactamente yo, pero Mary es realmente muy parecida. Y están las fotos del desastre. Las fotos de todo el lugar. Y la fachada. Mierda. La fachada del consulado de Perú en Roma. Mierda. Estoy en problemas internacionales. En eso giro y veo a dos grandotes esperandome. Detrás la policía. Más mierda. Me quedo en silencio. Mi entrepierna estalla en dolor como nunca. Me retuerzo y cae mi preciado contacto con Mary. Mi oro plástico. Ahora creo que lo entiendo todo. Mary, maldita perra. Tengo lo que ella robó. Están buscando a una mujer con mi cara y con eso encima. Entonces, es a mí a quien buscan. Mierda. Mis días como espía están contados.

Te odio Mary.

Mucho.

martes, 14 de abril de 2009

20

La misma habitación. La misma que en mi sueño. Estoy atada. Pies y manos. No puedo moverme. Mierda. No sé porque me traen aquí. Sé que es por mi doble pero no sé que es lo que hizo. Creo que robó algo. Sí, eso debe ser. Aunque pensándolo mejor estos tipos estaban en el aeropuerto con un ataúd. Esta perra mató a alguien y yo lo pago por tener su misma maldita cara. La odio. No puedo seguir así. Me encuentro pensando en que si salgo viva de aquí podría hacerme una buena cirugía plástica y terminar de una vez con nuestro jodido parecido. Sí, eso es lo que haré. Luego río un poco, recuerdo la cara del guardaespaldas al verme en el baño. -¡Quieta! -Gritó con cara de susto. Creo que estaba más asustado que yo. Por lo menos hasta que me ví en el espejo. Tenía la cara ensangrentada. Les dije que necesitaba estar ahí. Que estaba herida y necesitaba que me dejen en paz unos momentos. La sangre que me delató es la que debería haberme sacado de ese lío. Mi única oportunidad era poner esa sangre que atrapé en mi cara y evitar, así, que me reconozcan, pero… no. No dio resultado. Como no podían sacarme de allí me mandaron al que se encargaba de la parte medicinal y lo primero que hizo fue lavarme la cara. Mi plan no duró mucho. Un plan de mierda. Sobre todo teniendo en cuenta que tuve que ponerme mi sangre en la cara. Desagradable. El dorado alrededor me molesta. Oigo voces desde el pasillo y luego entrando a la habitación. Estoy de espaldas a la puerta. El grandote que recuerdo de mi sueño me pega un cachetazo. Duele. Pero por alguna razón no duele tanto como creo que duele. Me siento rara. El tipo me dice algo de una información y un asesinato. No sé que mierda pregunta pero estoy segura que tiene que ver con el muerto del aeropuerto, las malas noticias y todo ese embrollo, incluyendo a mi doble. -¿Perdón? -le digo y me abofetea un poco más fuerte. Sangro. Duele mucho. Quizás no tanto. Vuelve a preguntar. Vuelve a golpearme. Veo mi sangre volar y no la diferencio del fondo bordeaux. Mi sangre aún no cae. Todo se ralentiza. Veo al tipo mientras me reincorporo lentamente y sé que va a pagar por esto. Le sonrío. Lo pagarás, cabrón. Lo sé con seguridad. No entiendo porqué, solo lo sé. Lo miro y no entiendo que es todo este juego de luces y sombras. No creo mucho en Diós o religión alguna. No creo en la justicia divina. Solo en la divina comedia. Lo pagará. Seguro. Me sigue golpeando y estoy mareada. Sus golpes duelen cada vez menos. Hasta que no los siento. Todo tiene una velocidad extrañamente lenta. Este lugar ya no me es incómodo. Enseguida me doy cuenta de algo muy importante… ya no estoy ahí. Y no siento dolor. Todo es extraño, metafórico, abstracto… y ya no estoy ahí. Estoy de nuevo en casa, como cuando era pequeña. Y noto que no recuerdo la cara de mi padre. Sé que está ahí afuera trabajando. Sé que mamá está tejiendo y yo a su lado, pero no sé tejer. No recuerdo como se hace. Sé que lo hice toda la vida, pero toda la vida es ténue. No recuerdo los detalles. Veo a Oscar, mi taxista amigo en la cara de mi padre… Me desvanezco. Estoy ahí, estoy aquí, estoy allá… Ese tipo lo pagará…
Veo imágenes diez veces más rápidas y animadas. Veo sangre y dientes. Muelas. Dolor… de otro. Sonrisas contagiosas. Sarcasmo y acción. El arte de los cuerpos. La danza de los puños. La danza macabra. Algo que nunca entendí fluye frente a mis ojos. Es parte de mi mente. Parte de mí. Lo comprendo. Alguien es arte. Puro arte mientras se mueve, mientras habla. Mientras ríe. Recuerdo al Zorro y sonrío por dentro. Esta vez es mujer. Odio la pelea… pero en este caso alguien merece ser castigado. Mi castigo divino. Causado por una mujer -Eso es… -digo estúpidamente en voz alta y vuelvo lentamente a la realidad. Comienzo a ver el techo. Estoy acostada. Mirando esa mierda de techo. Blanco. No es bordeaux ni dorado. Es blanco. Manchado de rojo. Manchado de sangre. Lo sé. La reconozco. La llevo conmigo cuando voy al baño. La llevé en mi cara. Pero no es mi sangre. Me levanto. Me siento más fuerte. Golpeada y fuerte. Es estúpido, pero así lo siento. Veo un desastre. Mi doble, mi salvadora. Ahora lo sé. No vá a hacerme daño. Lo comprobé. No tengo un protector. Es ella. Es el llamado de la sangre. Este desastre lo causó ella. Soy libre y estoy segura que es gracias a ella.
Miro hacia el suelo. Sonrío. Ella lo hizo. Lo hizo por mí. La puerta está abierta. La inscripción en la pared. Es su letra. Es con sangre. Es ella. Y es mi sangre. La siento. La amo. Me liberó. Creo que siento algo distinto esta vez. Siento las piernas manchadas de mi sangre y no me importa. Estoy transpirando. Sigo sonriendo. Me levanto y sé que este desastre ya no me impacta.

¿Esta es mi nueva vida…?

Pues, creo que no me molesta… es más, estoy comenzando a entenderla.

Sí, esta es mi nueva vida.

miércoles, 8 de abril de 2009

19

Pasó aproximadamente un mes. Para mí solo fueron días. ¿Que mierda está pasando aquí?. Mis nervios están en esos días, al igual que yo. Otra vez alterada. La situación acompaña. ¿Donde estuve todo este tiempo?. ¿Y porqué mierda sueño con la vida de alguien?. Necesito ayuda -Claro que sí -señala Takeshi -Creo que necesitas un psiquiatra. De los buenos. -Le agradezco su buena voluntad y le explico, con una gran sonrisa, que debería joderse ya mismo. -No, realmente lo necesitas
-me dice mi asiático amigo -Creo que solo inventas tus recuerdos en base a lo que ves en el momento. Por ejemplo, el guardaespaldas que viste hace un momento. Es todo culpa de tu mente, jugándote una mala pasada.
-Recuerdo a Oscar y me hubiese gustado que sea mi compañero en este momento. El encontraría la manera de solucionar las cosas con algún amigo suyo, de esos que solucionan las cosas ilegalmente. Psiquiatra. Quizás sí necesite uno. Mierda. Mi entrepierna estalla en sangre y no me deja pensar tranquila -Voy al baño -le digo a Takeshi y me dirijo hacia allí con la cabeza en forma de puzzle imposible. No entiendo. Debo poner orden. José me ayudó. Mi doble lo mató. El Shaman me ayudó. Corrió igual suerte. Oscar me ayudó, pero solo lo devolvieron a su país. Bueno, realmente no sufrió como los otros. Claro, mi doble no me creería una amenaza como para matarlo en ese momento. Luego notó que no me iba de aquí y pensó que sería un problema. Por eso mató a José. Y luego al Shaman. Pero… ¿Porqué mató al Shaman? Yo sueño con su vida desde que el Shaman me sirvió ese extraño té… ¿Pero como demonios puede ella saberlo? No hay manera de que lo note. Salvo que estuviese ese día en la carpa del Shaman, o que estuviera vigilándome de cerca. Micrófonos, cámaras, algo así. Sí, eso y que yo haya hablado en sueños. Eso es.
El tipo que me atacó en el aeropuerto… no, no puede tener que ver con ella porque no asesina ni mujeres ni niños… pero quizás por eso contrató a alguien para asesinarme. Pero no. Ella no quiere asesinarme sino lo hubiese hecho en la carpa del Shaman. Eso es. No quiere asesinarme. Pero… ¿Porqué?. No lo sé. Entonces… ¿ella me salvó del tipo del aeropuerto?. No. No es posible. En realidad no lo sé. Entonces sí es posible. No sé porque me ayudaría. Pero es posible. Takeshi no parece estar de su lado, pero no puedo saberlo con seguridad. Llego al baño. Un guardaespaldas está cuidando la puerta. Necesito ir urgente al baño. Lo necesito. Mi entrepierna consigue ponerme de mal humor constantemente y no es la excepción: Me hace notar nuevamente que necesito entrar… ahora. Observo al grandote. No es el que recuerdo, pero es uno de sus compañeros. En eso un turista asiático enojado se pelea con uno de los guardaespaldas. Al parecer hubo algún malentendido o mal trato de su parte. Se acerca un policía. Un carabicía de esos de por aquí. El grandote que cuida la puerta del baño habla por su radio y mira a su compañero haciendo una seña con la mano. No dejo que el tiempo pase y aprovecho a pasar. Me escurro por un ínfimo espacio. Llego al preciado lugar. Si. Lo necesito. Bajo mis pantalones y me deshago de mi pesada e incómoda carga. Creo que no recuerdo cuando fue la última vez que no tuve sangre cayendo desde adentro. Tengo el período y por alguna razón, unos pocos días se transforman en un puto mes y vuelvo a lo mismo. Mierda. Ni siquiera pueden haber desaparecido los días en que no tengo el período. Basta. Debo pensar en la solución, no en la sangre. Pienso en irme de allí. Es la única solución. Al parecer mi gemela no quiere matarme pero sigue asesinando a todo el que me ayuda. Si pudiera irme… tengo un pasaporte y documentos nuevos, podría cambiar de vida y nadie lo notaría. Sí, eso sería lo mejor. Aunque si ella estuvo en la carpa del Shaman es probable que sepa todo lo que estuve haciendo allí. Que sepa incluso mi nuevo nombre. Debería probar. Si me sigue entonces puedo intentar algo más. Me siento en el inodoro pulcro del aeropuerto y tiro todos mis deshechos rojos. Estoy muy alterada y esto no ayuda. Quizás la próxima vez pierda solo esto días y pase lo que para mí sean unos dos o tres meses sin esta maldición. La jodida maldición de ser mujer. De repente escucho ruidos y voces. Me asomo y veo que entran al lugar unos cuantos de esos guardaespaldas de mi sueño. Veo que entra el que reconocí y me oculto. Mierda. Si me vé me reconocerá. ¡Esto es inaudito! ¡Ni siquiera puedo ir al jodido baño tranquila! Escucho lo que dicen. Hablan en castellano. Al parecer están aquí para evitar a la prensa. No debo hacer ningún ruido. No soporto el olor de mi propia sangre pero no puedo presionar el jodido botón. No hasta que se vayan. De pronto noto que algo está por soltarse y caer al agua. Mierda. Mi propio cuerpo me traiciona. Pienso en poner mi mano en medio, pero llego tarde. Solo atrapo la mitad. Mi sangre cae como una bomba. Me delata. Escucho el silencio de los grandulones cerca de mí. Escucharon eso. El silencio se extiende hasta que preguntan quién está ahí -Estuve observando el baño nadie entró, lo juro -dice uno de ellos, el que estaba en la puerta hace unos minutos. No puedo creer mi mala suerte. Y digo -Saldré en unos minutos si no les molesta -Pero parece que eso no los tranquiliza. Comienzan a abrir puerta por puerta. Se acercan. Quedan dos puertas. ¿Que puedo hacer?. Nada. Como siempre estoy jodida. Falta una sola puerta para que lleguen a la mía. Sí. Esta es mi vida… ¿Y qué?.

jueves, 2 de abril de 2009

18

-Signorina… -dice el oficial de policía mientras hace un gesto con la mano, como llamando a alguien. En efecto, detrás suyo sale el traductor. El oficial comienza a hablar y el traductor… bueno, traduce. -Señorita, al parecer hubo una equivocación. Estamos completamente consternados por el error, pero para subsanarlo esperamos que acepte sus cosas y este dinero -dice mientras otro policía me pasa mis cosas, mi pasaporte, mis documentos, mi cartera, todo… y una pequeña bolsa de papel. No entiendo la situación y los miro con la mejor cara de imbécil que hice en años. Agradecen con la cabeza y el oficial a cargo, el del estúpido bigote, me guiña el ojo antes de irse con sus compañeros. No entiendo. Lo pienso un rato. Me devolvieron todo… claro. La perra esa se fue con ellos al llegar y ahora me devuelve todo para que vuelva a casa. No quiere que interfiera y así me lo hace saber. Recupero mis cosas y todo esta asunto terminó. La odio. Mierda, como la odio. Mientras me siento para repensar la situación, para aclarar los pensamientos, veo que hay un gran revuelo. Realmente grande. Al parecer llevan un féretro. Soldados, policías, guardaespaldas de negro… se hacen a la idea, todo el aparato. Me dirijo hacia el local de comida rápida, tengo mucha hambre, aunque parezca extraño, en este momento solo puedo comer. Al llegar veo mucha gente acongojada frente al televisor. Diablos, si supieran lo que yo ví allí no se harían tanto drama por sus problemas. Seguro que no.
Pido una hamburguesa como una primate. Hago señas hasta que la chica, no muy espabilada me entiende que señalo el cartelito frente a ella. El número uno. Sí, gracias. Miro a la gente agrupada. Esa TV ya me trajo malas noticias en el pasado, no hay razón por la cuál deba prestarle atención ahora. Solo trae problemas. Aunque no puedo quedarme con la intriga. Ok, miraré unos segundos, solo para saber que está pasando. Dejo a la pidiendo mi hamburguesa y me dirijo hacia la gente. Veo lo mismo que ellos. Que bueno. No tiene nada que ver conmigo. Murió un importante funcionario de… no sé, algún país. Me quedo tranquila y voy a por mi hamburguesa. No quiero que se enfríe. Pago mi hamburguesa, busco un lugar para sentarme. No es que pueda quedarme tranquila con el escándalo de afuera y la gente llorando, pero al menos trataré de comer. Antes de sentarme siento un malestar en el estómago, casi diría un dolor menstrual. Ja, por lo menos no estoy en esos días. Pienso que el hambre está haciendo efecto sobre mí y me dedico a abrir y masticar mi hamburguesa. Sueño con estar en una jodida bañera, cómoda, escuchando música Chill-Out o alguna mierda New Age, algo tranquilo… De repente, mi sueño se ve invadido por un tipo barbudo, que se sienta a mi lado -¡Hola!, ¿Cómo estás amiga? -Le muestro mi dedo medio y le explico que no soy amiga de nadie, que no moleste. -¿Cuesta reconocerme con esta pinta no? -me dice el incomodante señor. Miro para otro lado, buscando otro lugar donde sentarme a engullir tranquilamente mi comida basura. -Ok, Ariana, si quieres estar sola lo entiendo, me retiro -me dice el tipo y se vá. Yo sigo masticando mi hamburguesa mientras pienso lo que acabo de oír. Dejo de masticar. Giro la cabeza y miro al jodido tipo, más bien a su espalda. Me quedo unos instantes. Pienso y no llego a conclusiones. ¿Quién mierda es?. Suelto mi comida y corro hacia fuera. Miro a los lados. No lo veo. Busco con la mirada y al fin lo encuentro. Lo veo. Está entrando al baño de hombres. Corro. -¡Hey! -le grito, pero no se gira. Llego al baño y espero. Mierda. Los segundos son muy largos en estos momentos. Una ejecutivo que sale del baño me suelta unas monedas con mirada altanera, mientras se cierra la bragueta -¡Jodido estúpido, no quiero tus putas monedas! -le digo a los gritos. Parece que estoy sensible, pero no tenía porqué darme una moneda, maldito garabato de la sociedad capitalista. Espero un buen rato. Seguramente me veo bastante descolocada, la gente me esquiva o me mira desde lejos. Los hombres que salen del baño se sorprenden y caminan para el lado opuesto. Espero. Sale algún que otro tipo pero ninguno es el que busco. No puedo creer que tarde tanto. Desde aquí no veo el reloj, pero sé que paso mucho tiempo. Mierda, estoy muy impaciente. Siento un fuerte dolor en el estómago. Este maldito imbécil misterioso no me dejó terminar de comer y ya estoy sintiendo las consecuencias. Ok, si sale alguien más y no es él entro y lo busco. Sale otro tipo y ya no aguanto más. Debo entrar. Entro y grito -¿Dónde estás malnacido? -alguien se sorprende y gira asustado meando todo el suelo -Maldito cerdo, ¿va a limpiar usted eso luego?, porquer sino debería volver a depositar su cosa en su lugar y terminar allí donde debería -le digo mandoneando. El tipo mira como confundido, se vuelve, y sigue haciendo lo suyo. Miro a los lados y veo al hombre, está afeitándose. Claro, por eso es que el maldito me tenía en vela hace minutos. Mientras me dirijo hacia allí el tipo que meaba el piso está buscando papel para limpiar el suelo. Bien por él. Llego a donde está el tipo y lo giro. Mierda. Me quedo helada -¿Y de donde mierda sacaste esa barba? -le digo a Takeshi -Solo… creció -responde sorprendido. No puede explicar como es que tiene una barba de diez centímetros -Pues creo que debes de tener un problema hormonal o como se llame a ese tipo de cosas. De otra manera no tienes una barba de meses en dos días -le digo. Takeshi me mira con cara de interrogación y dice -Ariana, no nos vemos hace aproximadamente un mes. Mierda. Esto me está molestando. -Primero me dices que no me salvaste de aquél tipo, después que no me veías hace un día y ahora… ¿un mes?. No. No creo que estés bien de la cabeza. Tú estás tramando algo -Tiro de su barba y es real. No sale. Tiro más fuerte hasta que le arranco unos pelos. No. No puede ser posible. Miro mi mano con su barba arrancada y dudo. Lo miro. Takeshi está sufriendo como la mierda. Le duele. Mucho. Es barba real. No puedo entender. Debo pensar. Arrojo sus pelos y me voy de allí. Necesito pensar mejor. Salgo afuera. Trato de relajarme. No puedo entender. Si Takeshi dice la verdad entonces… ¿donde mierda estuve?. No puede ser. No. No es posible. Quizás vuelva allí y le arranque un poco más de pelo. Sí, trataré de darme cuenta si realmente sufre al arrancarlos. En eso veo a un grupo de policías y guardaespaldas que pasan por allí. Me corro. Uno de ellos es el oficial del bigote. Me mira y me saluda con gesto de beso. Desagradable. Justo después veo algo terrible. Algo mucho más tremendo que el pelo de Takeshi. El guardaespaldas. Anteojos negros. Pelo engominado. Inclusive, el auricular en la oreja izquierda. El mismo de mi sueño. Mierda. ¿Mi sueño? ¿No era eso mi vida pasada?. O ese guardaespaldas es muy viejo o mi vida pasada es una vida muy actual. Y no es mi vida. Más mierda. Me duele el estómago. En eso… un pedazo de mi interior se desprende. Estoy en esos días. Otra vez. Ahora sí creo en el paso del tiempo. Creo que estoy en problemas...
Muchos…

17

Estoy de nuevo en el mundo real. Entiendo lo que acaba de pasar. Recuerdo partes de mi sueño. Todavía me siento extraña. Mierda. Me duele la cabeza. Mucho. No entiendo bien mi sueño. Todavía siento pasar las balas cerca de mis pies. Estoy aturdida. Un olor desagradable llena la habitación. Debo salir de aquí ahora o vomitaré. Odio vomitar. Me incorporo y recuerdo. La carpa del Shaman. Necesito salir. Afuera todo está en orden, solo que me incomoda saber que es un tanto más temprano que cuando entré aquí ayer. Significa que estuve mucho tiempo aquí. Mierda, que pérdida de tiempo. El cielo está extraño y todo está mojado. Se vé que ha llovido. Vuelvo adentro con la intención de saludar al Shaman. Doy media vuelta para entrar y siento ese hedor nuevamente. Decido no volver a entrar. El Shaman sabe todo. Siempre. No hace falta que le explique que voy a caminar un rato. Todo el ambiente está muy extraño. Veo policías a la vuelta de la esquina. Me ven. No me hago problema. Evité varios grupos de ellos en los últimos días y no parece que me estén buscando.
-¡Signorina! -dice uno. Evito girar. Sigo mi camino. Escucho pasos. Me apresuro tratando de que no se note mi cambio de velocidad, pero no soy muy buena en ello. Siento sus pasos hacerse más veloces y corro. Llego a la esquina y corro lo más rápido que mis piernas pueden. Al llegar a mitad de cuadra los policías se dan cuenta de que corroy también lo hacen, mientras gritan que pare o algo. Llego a la otra esquina y los siento cerca. Encuentro un cubo de basura gigante y me meto sin pensarmelo dos veces. Escucho pasar a los carabi… bueno, a los uniformados. No puedo creer que haya salido de la carpa del Shaman por el hedor y termine en un lugar más cerrado y más sucio. Cumplo con mi destino y vomito. Mucho. Y luego salgo. Muy sucia. Espero que el Shaman tenga agua o que la lluvia me libere de esta desgracia. Eso espero. Vuelvo. No veo policías en las cercanías. Noto la foto en mi bolsillo, pero no puedo encontrar la navaja. No recuerdo que hice con ella. ¿La he tirado?. No lo sé. Saco la foto, pero no es la misma que hasta ayer. Mierda. Odio a esa maldita perra. Es el Shaman. No lo creo. Estuve recién allí. El olor. El Shaman. Muerto. Detrás dice. “No me busques.” Voy corriendo hasta la carpa del Shaman mientras lloro muy fuerte, tanto que duele. Entro. Voy hasta el fondo. Busco la imagen en la fotografía y trato de ubicar el cadáver. Está envuelto en plástico. No lo toco. Escucho ruido. Me petrifico. Tengo los ovarios en la garganta. No puedo moverme. El olor penetrante me dá nauseas nuevamente. No lo soporto. Me hace mover. Lo que sea que haya ahí debe suceder ahora mismo. Corro la camilla. Es la mujer del Shaman. Está atada de pies y manos. Tiene una nota pegada a la espalda: “Ni mujeres ni niños… pero no me pruebes”. Mierda. Puta perra. Me tiene en su poder. Sabe todo lo que hago. Giro sobre mi misma y grito. Con todas mis fuerzas grito. La muy puta me está volviendo loca. Loca. Olvidé por un instante a la mujer del Shaman. La giro, la desato.
-¿Puede escucharme? -le digo, casi al borde de otro ataque de nervios -Por favor, respóndeme…
Está en mal estado, parece estar deshidratada. No parece saber que pasó con su marido. No puedo decírselo. No sé como. Lo descubre por si sola. Revienta en lágrimas y lo atrapa entre sus brazos lo más que puede. Lo necesita. Rompe el plástico, lo corta con las uñas. No es nada sin él. Y se nota. Y lo perdió. Gracias a mí. Mierda. Estoy cagada. Y todo el que me ayuda. Tengo una maldición y es esa maldita perra. Me sigue. No puedo hacer nada para detenerla. Nada. Siempre está un paso adelante. Tengo que dejar de seguirla. ¿Qué busco?. Ya no es una estúpida cuestión de sangre, de familia. Es mucho más. Es mucho peor. No puedo con ella. No podía con mi vida, ¿cómo llegué a esto?. Debo detenerme. Pero mis entrañas me piden venganza. Les contesto que no puedo. No sirvo para esto. Terminaré muerta. No hay manera de que pueda detenerla. Le pregunto a la, ahora viuda del Shaman si necesita algo, si puede sola, si va a quedarse allí… no responde a ninguna de mis preguntas. Su vida acabó. Mal. Yo no puedo hacer nada. Debo volver al aeropuerto. Debo terminar con esto, antes de quedar implicada. Pediré dinero en el aeropuerto y volveré a casa. No puedo más. Me retiro dejando a la pobre mujer ahogada en sus lágrimas. No puedo hacer nada por ella, tampoco por mí. Pienso en Takeshi. Espero que no esté contra mí. De cualquier manera querrá ayudarme en cuanto le diga que quiero dejar todo esto, que quiero volver a casa. Tomo lo que me queda de dinero y llamo un taxi. Me dirijo al aeropuerto. Así. Sin más. No hay chance real de hacer nada más. Me tiene. Lloro todo el viaje. No hay paisaje que llame mi atención más que le Shaman muerto y su esposa sobre él, arrancando el plástico que cubría su cadáver. Llego al aeropuerto. Pago una cantidad que no calculo. Solo tiro los billetes y bajo. No puedo más. Busco a Takeshi, desesperada. No tengo a nadie más. Espero que no esté muerto. Estoy con la vista empapada en miseria y lágrimas, y no veo que delante de mí hay un grupo de policías. Mierda. Solo esto faltaba. Noto que fuera está lloviendo, mientras que sobre mí llueve mierda. Claro. Como si no supiera que las cosas solo pueden esperar. Era obvio. Escapar no puede ser tan fácil. No puedes escapar de tu vida, ¿no?. Mierda, claro que no.

miércoles, 1 de abril de 2009

16

Estoy nerviosa. Habitación dorada. Debo irme. Empapelado bordeaux, hilos dorado. Ni siquiera sé que lugar es este. ¿Y qué demonios hago aquí?. Mierda. Oro por todas partes. Estoy muy nerviosa. Una computadora. Estoy parada frente a una computadora. Reviso mis bolsillos. Tengo una pistola. No puedo creerlo. Miro a los lados. No sé como salir de aquí. Hay tres puertas. Reviso las dos primeras. Cerradas. Al llegar a la última pruebo suerte y se abre. Bien. Me asomo y veo un largo corredor. Blanco, rojo y… dorado.
Lo que mierda sea este lugar se vé que es caro. Muy.
Tomo la pistola que tengo en el bolsillo. No sé como utilizarla. La mantengo en mi mano. Pienso: Quizás alguien se asuste al verla. Corrección: Quizás alguien se asuste y dispare al verla. Tiro la pistola al suelo. Mejor ir desarmada. Llego al fondo del corredor. Me asomo escaleras abajo y veo un tipo grandote con anteojos oscuros. Es obvio que está armado. La gente común no se viste así y menos usa anteojos negros en un lugar como este. Aunque pensándolo bien yo los usaría: tanto brillo puede dañar la vista. Me lo pienso dos veces antes de volver hacia atrás, pero no hay opciones. Vuelvo. Veo que hay una puerta al fondo a la izquierda. Trato de abrir la puerta de la habitación desde donde vine y no puedo. Está cerrada. Mierda. Estoy a punto de ser encontrada por alguien. Me acerco hasta la puerta contigua, la del fondo. Trato de abrirla. No está cerrada pero se siente como atorada. Hago un esfuerzo. La puerta hace “click”. No se abre, pero comienza a sonar. Muy jodidamente alto. Alto y claro. Estoy jodida. Escucho pasos en la escalera. Creo que el tipo de abajo no estaba solo. Muy jodida. Intento abrir la puerta. Grito desesperada. Al fin logro abrirla. Y Siento un tiro cerca de mis pies. Cierro y me oculto detrás de una mesa. No puedo creerlo. Mierda. ¡No hice nada!. Mierda. ¡Mierda!. No puedo creerlo. Estoy muy alterada. No quiero morir. ¿Y qué mierda hago aquí?.
Entran. Los veo por un pequeño espejo. Están armados. No aguanto. Tengo la presión alta. Mis pulsaciones.
No puedo controlarme. Estoy mareada. No puedo controlar…

Creo que voy…

desmayarme…

lunes, 30 de marzo de 2009

15

"Una mujer fué vista saliendo del lugar. Se sospecha que haya sido un crímen pasional. El hombre de 45 años fué asesinado a puñaladas. Una mujer fue vista en el lugar de los hechos pero no se ha podido definir du identidad. Al parecer la primera puñalada, directo a la yugular, fué definitiva, mientras que la mujer siguió apuñalandolo solo para conseguir sangre, la que utilizó para escribir en la pared su mensaje. Aparentemente 'Ni mujeres ni niños' sería la inscripción, pero no tenemos mayor infomación al respecto." Esto lo oí de un canal latino de informaciones, aquí ya era noticia antigua, había pasado el día anterior.
Me sigue. Me odia. La muy perra quiere arruinarme la vida, estoy segura de ello. Sabe que la sigo y ahora quiere cambiar las cosas. Quiere que sepa que la que me observa es ella. No sé qué más pensar. No hay posibilidad de coincidencias. Tengo una foto en mi bolsillo con la misma inscripción que la pared escrita con sangre. Pienso en el tipo que quizo matarme en el aeropuerto. Necesito saber si ambas cosas están conectadas. Necesito saber porqué no vino a asesinarme ella misma. Creo que la única manera es atando cabos. Debo ver a la familia de José. Debo averiguar, buscar pruebas. Esa puta quiere matarme y yo no quiero morir.
Maldita perra, ya verás. Quizás Takeshi tenga algo que ver en esto. Quizás no. No recuerdo haberle contado nada acerca de mis conocidos, menos aún datos específicos. Es probable que esté de parte de la policía. Pero... ¿porqué iría a matar a alguien la policía, para llegar a mí? No. No. No tiene sentido. Takeshi pregunta hacia donde voy. Pregunta que me sucede. No le contesto. Lo aparto a un lado y me voy. Al salir del aeropuerto evité a los policías de turno, pero no parecían estar del todo alertas. Eso parece indicar que no me están buscando. Podría ser a causa de que sepan exactamente donde estoy. Aunque no parece que haya nadie siguiéndome. En ese caso no me hubiesen dejado ir. No. Me decido a golpear la puerta. Observo a mi alrededor buscando a mi gemela pero no está. Me atiende la viuda de José. Me mira, rompe en llanto y me abraza muy fuerte, como si fuera su hermana, su amiga del alma. Lloro con ella. Le digo entre sollozos que lo siento. Luego de un rato nos separamos. Dejo mi mano frotando su espalda, en señal de compañía, aunque en estos momentos no sea mucho. Me invita a subir con la mirada. Subimos las angostas escaleras, antes llenas de ruido y vida, ahora marchitas. Arriba toda la familia observa el suelo, grandes y chicos por igual. Están devastados. La simpática señora que había hablado conmigo en un principio era su madre. No tengo palabras. Apoyo mi mano sobre ella y asiente sin decir palabra. Espero un tiempo para hablar, hasta que noto que no habrá momento oportuno y lo hago de todas formas -¿Saben quién puede ser responsable? -Nadie dice nada. No saben quién puede haber sido. No tienen enemigos. Solo conocidos, amigos, vecinos que pasan a su lado sin notarlos. No. No tienen idea.
-José trabajaba todo el día. Los periodistas dicen que él y esa mujer eran amantes… ¡pero es mentira! -Dice la viuda de José y rompe en llanto nuevamente. Les digo que haré lo posible por hacer algo al respecto, que trataré de devolverles todo lo que hicieron por mí. Doy media vuelta y los dejo, allí, tristes, gravemente heridos por su gran pérdida. Me dirijo hacia la carpa del Shaman. Necesito que me ayude. El siempre sabe que hacer. No dejo de mirar, paranoica, hacia todos lados. Busco a esa perra y no la veo por ningún lado. Al llegar al lugar veo que el Shaman me espera en la entrada. No sé que hace allí. -Hola… -Pase -me interrumpe. Ya adentro estoy a punto de preguntar si sabe lo de José y asiente con la cabeza antes de que pueda decir palabra. Le comento la situación. Como llegué allí, detalle a detalle. Paso a paso. Mi doble. Trato de no olvidar nada. El Shaman me lleva hasta el fondo de la carpa. Su mujer está en silencio, como meditando o algo así. Él me señala una camilla y me hace recostar en ella. Todo el lugar está lleno de bolsas y huele a especias o algo especial. No sé que es, pero es un lugar muy… espiritual. Le pregunto que demonios vamos a hacer. Le digo que necesito atar cabos. Necesito respuestas -Nada quedará sin respuesta -me dice con su voz grave y profunda. Y le creo. Esa voz no miente. Me alcanza un té con un aroma fuerte -Bebalo y recuéstese nuevamente -me dice. Al beber ese brebaje me siento bien. Relamente bien. Siento mis pensamientos claros. Me acuesto y me relajo.
Luego de un rato escucho la voz del Shaman a lo lejos, como desde el cielo. Y estoy… estoy en un lugar extraño. No, no es extraño. Es mi casa. La casa de mis padres. De mi padre. El lugar es extrañamente limitado. Mi padre trabaja y trabaja. Mi madre teje y yo a su lado. Me parece extraño no recordar la voz de mis padres. El Shaman me guía a través de un túnel. Todo gira alrededor. Es complicado atravesarlo. El final nunca llega pero a un costado encuentro una puerta. Entro.
No tengo idea que es todo esto. Estoy sentada en una mesa gris. ¿Sala de interrogatorios?. No lo sé. Un hombre entra. No es Paulo, no es el tipo de Roma. Es alguien más. Comienza a hablar. Inglés. Creo que habla en inglés. Me muetra fotos. Gente. Lugares. Me mareo. Todo se difumina. El tipo se deforma, se estira y desaparece en un tornado. Todo se aleja. Vuelvo a casa, pero allí no hay nadie. Miro a los lados. Necesito descansar. Me recuesto. Abro los ojos y estoy de nuevo con el Shaman.
-Tranquila, estuvo revisando su pensamientos, pero ya está de vuelta -Esas cosas que ví… ¿qué era todo eso?
-digo confundida -Son recuerdos, algunos de su vida, otros de vidas pasadas… -dice y sonrío. Habla en serio. El Shaman me dice que eso era una vida pasada. Quiero creerle pero es difícil. Nunca creí esas cosas.
-Experimentará sueños extraños esta noche. Tenga, antes de dormir por las noches tome una infución de estas hierbas -Me facilita una pequeña bolsa
-Tendrá las respuetas que busca. No pasará mucho tiempo hasta que las encuentre. Confíe en mí y su mente estará preparada para esto viajes. Solo es necesario que confíe en ello. Vuelva mañana.
-Le agradezco. Tomo la bolsa y la guardo en mi bolsillo, el mismo bolsillo donde encontré la foto. Mierda. Esto está fuera de control. No puedo volver al aeropuerto. Necesito un lugar donde quedarme y ya no confío en Takashi. Pienso en un lugar a donde ir y no tengo nada.
El Shaman me ve confundida y me dice -¿Tiene lugar donde pasar la noche? -Niego con la cabeza -Puede quedarse aquí. No le faltará comida ni abrigo. Le agradezco lo que hace por mí y me arrepiento de haberlo hecho. Hasta ahora lo único que sucede luego de agradecerle es que las cosas empeoren. Véase José.
Me siento mareada. El Shaman me explica que es a causa de haber tomado aquél té de hierbas.
Descanse… -me dice. Mañana avanzaremos un poco más. Eso espero. Me recuesto y ya no tengo fuerzas para mantenerme, despierta. Todo se mueve. Mierda, será una larga noche…

martes, 24 de marzo de 2009

14

Despierto en el baño. Estoy sentada en el inodoro. El baño más pulcro que hayas visto. Como siempre digo: poco humano. Salvo por que en este caso el inodoro está manchado de sangre y hay unos cuantos preservativos tirados en él. O eso parece. Me asquea. Vomito. Es extraño, pero no creo que eso sea mío. Hace poco tuve la regla y se pasó. No hay forma de que sea posible. Recuerdo haber estado hablando con Takeshi. Me contó su vida. Japón. Sus padres. Viajes por el mundo. Hasta que decidió quedarse en el lugar donde recordaba la mayor parte de su vida: el aeropuerto. Es gracioso. Sin embargo, no recuerdo nada después de eso. Siento una molestia en mi estómago y pienso que quizás pase algo malo. Que quizás sí, sea yo la que sangro, pero no puedo distinguirlo ahora. Estoy algo mareada. Salgo del cubículo, me veo en el espejo. Estoy bastante arreglada. No recuerdo haberme peinado. Estoy sucia pero peinada. Me siento muy estúpida. Reviso mis bolsillos y tengo una navaja y una fotografía. Son mis vecinos peruanos. José, su esposa, su madre y sus hijos. Detrás lleva escrito: “ni mujeres ni niños”. No recuerdo haber encontrado esto antes. Tampoco recuerdo haber revisado mis bolsillos con mucho esfuerzo, pero me parece extraño no haber notado todo esto antes. Salgo a recorrer el aeropuerto. Busco a Takeshi. Necesito que me cuente que ha pasado ayer. No recuerdo nada después de su historia. Quizás haya tomado un poco demás, pero lo extraño es que no recuerde haber tomado nada en absoluto.
-¡Hey! -Es Takeshi que me saluda a la distancia -¡Hola!
-Lo miro seria y le digo -Necesito que hablemos -Lo tomo fuerte del brazo y lo estiro hacia delante. Veo su mirada de duda -¿Qué ha pasado? -me dice, y yo espero no haber tenido sexo con él estando borracha. No podría perdonarmelo. Nunca. Nos detenemos y le digo
-¿Qué demonios ha pasado ayer? -con ua mirada fulminante -No mucho, estuve paseando por los puestos, nada del otro… -Entre nosotros digo -me mira extrañado otra vez. Se hace el desentendido. Creo que el budismo solo era para conseguir sexo con una turista estúpida. -Es que ayer no nos vimos -me dice. No confío en él. -Pués entonces ¿Dónde diablos estuve? -le digo sin más, quiero alguna prueba y se lo hago saber. -No me mientas Takeshi. Necesito saber la verdad, no me importa nada más. Solo saber qué pasó. Solo eso. Nada más. -Es que no nos vimos ayer. Hablamos la tarde anterior y te has quedado dormida mientras hablábamos. Más tarde te despertaste y te fuiste, sin más. Al día siguiete no te encontré en ningún sitio. Creí que te habías cansado de esto, que te habías ido. No le creo, pero sé que no miente. Lo dice seguro. Igual desconfío de él. -No, no decidí irme. De hecho mientras ayer hablábamos… según tu historia no fue ayer, pero no me interrumpas. Mientras hablábamos pensaba en quedarme en un sitio así. O irme a otro lado. Otro país. No sé. Quizás quiera estar como tú, en ningún lugar. Quiero tomarme unas vacaciones de mi vida. Quiero no ser yo. Quiero ser alguien más. O nadie. No lo sé. No sé nada con exactitud. Nada. Y ahora me dices estas estupideces. No sé. Debo pensar… necesito estar sola unos momentos -mientras digo esto levanto la vista y Takeshi trata de decirme algo, pero no lo estoy viendo. Estoy observando detenidamente el noticiero de TV. Es el lugar donde estuve. El departamento de peruanos. Mis amigos peruanos. Takeshi intenta hablarme pero lo hago callar y me dirijo directamente a la TV. Tomo una silla y me paro en ella para aumetar el volumen del aparato. No puedo creer lo que veo. Hay muchos policías. Mucha gente. En eso lo veo: José está muerto. Hay sangre regada por todo el lugar. La familia lo llora. En la pared está escrito: “Ni mujeres ni niños”.
Fue asesinado con una navaja. Un escalofrío recorre todo mi cuerpo. No puedo moverme. Mi cabeza muestra rápidamente imágenes inconexas.

No puedo creerlo.

No entiendo.

No quiero estar aquí.

Mierda.

13

Despierto en medio de la noche. Escucho unas pisadas. Está oscuro aquí. No todo el aeropuerto está iluminado las 24 horas. Trato de ver que es lo que se acerca pero no puedo. De pronto veo a Takeshi tirado en el suelo. Mierda. Espero que no esté muerto. Trato de tomarle el pulso pero no sé de estas cosas. Por alguna razón sé qué dedos usar, como hacerlo. Vuelvo a tomar su muñeca y siento sus pulsaciones. Está vivo. Es extraño. Nunca había tomado el pulso antes. Repentinamente siento un cable en mi cuello. No puedo respirar. Me desespero. No puedo respirar. Ayuda. Quiero gritar. No puedo. No quiero morir. Me desmayo. No puedo. Respirar…

Despierto.

Recuerdo estar a punto de morir. ¿Que sucede?.
Miro alrededor. Takeshi está frotándose la nuca. Está dolorido. Veo en el piso al hombre del cuál había desconfiado la noche pasada. -Gracias -le digo a Takeshi -Yo no hubiese podido sola, estaba a punto de morir, estaba desesperada, me desmayé… si no fuese por ti…
-Es que yo no fui -interrumpe. Miramos alrededor. Nadie. El tipo está inmóvil. Takeshi lo observa. Toma su pulso. Niega con la cabeza. No tiene pulso. No lo tiene. Está muerto. Alguien lo mató. Nos salvaron. Pero está muerto. Nunca había visto a un hombre muerto tan de cerca. No hay suficiente luz, pero es una sensación horrible. Quisiera patearlo por lo que me hizo, pero no lo hago. -Quizás haya sido un guardia de seguridad y esté buscando ayuda, quizás alguien que está herido…
-Dice Takeshi algo confundido -Debemos irnos -le digo -No deben vernos junto al cadáver -Pero si el guardia nos vió nos buscarán y…
-En ese caso nos reconocerá y le diremos que estábamos asustados y corrimos a resguardarnos. Sí, eso haremos. ¡Vámonos! -Takeshi me mira inseguro, no sabe que hacer y luego corre conmigo. Observamos durante una hora. Nada. La luz vuelve poco a poco y nadie se fija en aquél cuadro desagradable. Decidimos irnos de allí, sin más. Estamos sorprendidos y también algo hambrientos. De hecho, bastante hambrientos. Propongo usar mis 15 euros para calmar nuestras entrañas a lo que Takeshi adhiere sin pensar dos veces. Llegamos al pequeño bar, pulcro y minimalista, muy chic, muy snob, muy todas esas palabras finas y normalmente poco humanas. Pido una hamburguesa para cada uno y Takeshi me codea. Me señala el cartel de precios y cancelo nuestra compra. Decidimos compartir una hamburguesa. Ahí se van mis primeros 10 euros. Devoro mi mitad mientras que Takeshi come lentamente. Le pregunto si no tiene hambre -Quiero hacer que este momento dure un tiempo prudencial, no sé cuando volveré a comer otra hamburguesa -me dice.
Veo que la próxima vez, antes de hacer algo tendré que preguntarle. No quiero hacer las cosas sin pensar. Quiero irme de aquí cuanto antes. Mi compañero asiático termina su hamburguesa, se limpia con una servilleta y me recuerda a una señora inglesa tomando el té. Me levanto para emprender la retirada y noto que no tengo un lugar adonde ir. Miro atrás y Takeshi dirige su mano hacia la silla. Me siento -Está bien, tienes razón. No sé que hacer. Ahora dime: ¿Qué demonios haremos? -le digo con muy malas maneras. -Pensar nuestros próximos movimientos, aunque sean sencillos -dice mientras no sé porqué pero me huele a que estamos a punto de oír una frase zen o algo asiático por el estilo. -Necesitamos dinero -dice, y agradezco al cielo por no haber recibido una larga moraleja sin sentido, metafórica y aburrida. Siento que vamos mejorando. -Ok, pero… ¿Cómo lo conseguimos? -le digo desconfiada de sus métodos -Hay muchas maneras, pero la principal es ser humilde y comportarse como un ser agradecido, no exigir dinero, solo aceptarlo, debemos demostrar respeto a las personas que nos lo faciliten. No como lo haces tú. Humildemente. Esa es la clave -Le digo que está bien, pero que eso tendrá que esperar, que primero quiero ir a revisar que ocurre con el cadáver. Él está de acuerdo -No quería molestarte con eso, pero realmente estoy intrigado en saber que ocurrió anoche -me dice convencido. Nos dirigimos al lugar. El tipo sigue tirado allí. Nadie lo movió ni lo vino a ver. Quizás piensen que está dormido y no quieran molestarlo. Algo asoma en su bolsillo. Me tienta tomarlo. -Debería ir a por su billetera, quizás tenga dinero, no sé… algo interesante
-le digo. Takeshi me mira asqueado -Ese hombre está muerto. Yo respeto a los muertos -Dice muy seguro -Yo no respeto a los muertos que trataron de asesinarme. Además su dinero no le servirá mucho allá donde este ahora, ¿no lo crees?. Takeshi asiente pero a desgano.
De hecho, no está convencido en absoluto.
Decido ir caminando, como si pasase por allí. Al pasar por un costado lo miro, suelto mi valija haciendo de cuenta que cayó por accidente. Me agacho y tomo mi valija y su billetera. Sigo mi camino. Takeshi me observa mira hacia ambos lados y me sigue. Observamos juntos el cotenido de aquella billetera. Conseguimos dinero. Bien. 20 euros. Si no hubiésemos comido esa puta hamburguesa de rico tendría mi dinero para empaque. Maldigo en voz alta y mi compañero me silencia con el dedo. Miramos el resto de cosas. Papeles insignificantes. No parece haber nada interesante. Tiro lo que queda de su billetera y nos vamos de allí.
Luego de caminar un buen rato en silencio recuerdo a mi viejo amigo Oscar. Miro a Takeshi y no quiero volver a cometer los mismo errores con mi nuevo amigo. Esta vez yo lo invito a tomar asiento. Nos sentamos. -Takeshi -le digo muy segura -Quiero saber porqué estás aquí, sobre todo porqué hace tanto tiempo. -Es posible que me aburra, pero por lo menos no me sentiré mal por no haber preguntado. De hecho, quizás saque interesantes conclusiones de su pequeño cuento zen. Los asiáticos siempre tienen alguna enseñanza. Eso espero.

domingo, 22 de marzo de 2009

12

Llegamos al aeropuerto. No hay demasiada gente. Hay un gran movimiento de policías, pero no un gran operativo.
-Los carabinieri están por todas partes, trate de no llamar la atención -dice José desconfiado.
Le prergunto como se les llama a los policías allí, le digo que me repita lo que dijo. Estamos diez minutos tratando de que aprenda a decirlo pero es en vano, no lo aprendo… Carabialgo. Por mí está bien.
Reviso mis papeles. -Esto es todo lo que necesita. Documento, pasaporte y una valija, para evitar sospechas -me señala mi amigo peruano en Roma. Cuando le cuente esto a Oscar no me lo va a creer. Extraño a Oscar, fue un buen compañero de aventuras, por lo menos hasta que nos la policía nos tomó por sorpresa.
José me saluda. Dice que fue un gusto conocerme. Le agradezco unas cien veces lo que hizo por mí. Y lo veo marchar. Enseguida doy media vuelta y reviso los vuelos. Necesito embarcar enseguida. Me dirijo a entregar mi valija.
-Por aquí señora -me dice un simpático muchacho, tan simpático que me hace dudar. -¿Me permite su pasaje?
Le entrego el pasaje y ahí es cuando veo venir algo.
-Por favor permítame el dinero de la tasa de embarque. -dice riendo -¿Dinero… que dinero? ¿Cuánto, hombre?
-35 euros señora.
No puedo creer que cobren esa cantidad de dinero. Al venir eran solo 18 dólares, ahora son 35 euros. Increíble. Busco entre los papeles. Comienzo a desesperarme. No encuentro el dinero, reviso en mis bolsillos y encuentro el dinero. Cuento y llego a 15. Le pregunto al muchacho que podemos hacer para arreglar, me dice -Solo facilíteme 35 euros, eso es todo.
Lo miro. Lo odio. Tomo mi valija y me voy de vuelta al centro del aeropuerto. Miro alrededor. Giro 360 grados y vuelvo a donde comencé. ¿Qué demonios hago ahora?. Debería pedir dinero. Pero también debería evitar ser atrapada por los carabi… carabine… bueno, eso, la policía. Mierda. En eso me doy cuenta. Ya no tengo la regla. Bien. Ahora puedo estar varada en Roma, pero sin molestias. Genial. Demonios. Puedo vender los protectores que me dio la mujer del Shaman. Claro. Mejor mendigo para conseguir dinero. Eso sería más eficiente. No sé como se pide dinero en italiano. De hecho no sé italiano en absoluto. Mierda, ni siquiera sé pedir dinero en castellano. Veo a una señora adinerada. Tiene un perro caniche, tan desagradable como su dueña. Es el blanco perfecto para mi diabólico plan de conseguir dinero sin hacer nada. Me acerco y le estiro la mano. Se detiene. Su perro me huele. No mea en mi pierna. Tiene suerte, sino estaría buscando a su antipática mascota en el otro extremo del aeropuerto. La altanera dama me mira a los ojos. Mira desde abajo hacia arriba. Luego se dedica solo a retirarse. Giro sobre mí y le digo -… -bueno, le digo muchas cosas feas. Se siente bien. Muy. No quiero lo que esa vieja pueda darme. En medio de mi atque de ira y mientras mastico palabras con agresividad se acerca un asiático a mis espaldas y me dice -Esa no es la manera de pedir dinero. Me asusto. La sorpresa, estaba muy dentro mío cuando apareció. Me acerca la mano y dice -Takeshi, mi nombre… es Takeshi -Extiendo mi mano y lo saludo -Pensé que ustedes hacían una reverencia -le dije -Claro que lo hacemos, pero ustedes saludan con la mano, no tendría sentido que haga una reverencia luego de tres años de vivir entre ustedes, ¿no?.
Tiene sentido. Le digo que gracias por el comentario.
También le comento que es primer asiático simpático que conozco. Luego de pensar en lo que dije noto que nunca conocí a ningún asiático y reconozco que quizás la que no había sido simpática era yo. Le cuento mi problema, de hecho, solo le cuento que necesito dinero para embarcar e irme de ese puto lugar -Es agradable una vez que uno se acostumbra -dice Takeshi -Es como tener una gran casa, llena de gente durante la mayor parte del día. Luego de los primeros 10 meses terminas acostumbrándote a ello. -No hablo del aerop… -Trato de explicarle que no hablo del aeropuerto sino de Roma y comienzo a entender sus palabras muy de a poco. Dijo algo de 10 meses. Aquí. Pienso que bromea. Debería estar bromeando. Río y lo miro. No bromea. Él ríe, pero con esa sonrisa complaciente de asiático esperando a saber si comprendes lo que dice. No bromea. No.
Le digo -¿Cómo demonios dices? -Digo que yo ya me he acostumbrado a vivir aquí, nadie me molesta. Aquí tienes amigos, no necesitas limpiar, siempre hay alguien que lo hace por tí, y mejor de lo que tú lo harías. Es su trabajo. Mantienen todo listo para ti. Incluso mi gran amiga, la máquina expendedora de Café: Siempre lista para una larga noche o un desayuno caliente para una fría mañana -dice muy tranquilo, con esa tranquilidad asiática, tan característica. No me atrevo a preguntar. Pero claro que lo hago de cualquier manera -¿Hace cuantos meses estás aquí, Takeshi? -No se asuste si se lo digo, estimada señorita, pero hace 3 años, 4 meses y… debería revisar mi agenda. Es la que se ocupa celosamente de la cuenta exacta de los días- dice, mientras busca su agenda y noto que no es broma. Mierda. Estoy jodida. Este chino está aquí hace tres años. Varado en el aeropuerto. Veo que unos Policías se acercan hacia nosotros, no nos están viendo exactamente, pero se dirigen hacia aquí.
Takeshi sigue buscando su agenda entre los bolsillos de su saco -aquí… déjeme ver… -No importa -digo mientras él está en su mundo buscando los datos exactos en su mínima agenda -¿Podrías solo… dejar de buscar? -le digo un poco molesta y él parece entenderme, aunque no guarda su agenda del todo.
Lo tomo del brazo y lo hago a un lado. Caminamos unos pasos y le explico que no quiero correr su suerte. Que definitívamente no quiero quedarme allí. Que sí, él es muy simpático y que por favor me ayude a recolectar dinero para mi buena causa. Ok, mi causa, a secas.
-Por supuesto, estaré encantado de ayudarla, joven señorita -Me dice -pero tendrá que esperar a mañana porque hoy no es un día de mucho movimiento y yo solo tengo ahorrados cinco euros. Pero no se preocupe, yo cuidaré de usted si así lo quiere. Tengo que reconocer que es un bastardo encantador. Al otro lado veo otro como él. Pero le tengo cierta desconfianza. Le pregunto quién es y me dice que deberíamos irnos hacia otra parte. Que el aeropuerto es grande y haríamos mejor en evitarlo. Ese tipo me huele mal. Ya más adelante Takeshi me dice -Es tarde, ¿quiere que le prepare una cama? -Realmente no creí encontrar a un asiático simpático y servicial. Sí, aunque no conozca a ningún otro asiático. Le agradezco su gesto y me dispongo a pasar una puta noche aquí.
Odio este lugar.
Mucho.

11

Despierto en una nube. Extraño. Nunca estuve en una nube. Claro, nunca nadie estuvo en una nube. Solo cuando viajé en avión. Sí, solo cuando viajé en avión. Pero estas nubes son de color rosa. Rosadas. Sí. Todo es suave. Todo es tranquilo. Que alivio. No importa si estoy muerta. No me siento muerta, solo me siento… extraña. Veo policías sonriéndome. Me saludan con las manos. Estoy viajando. Estoy viajando en el aire. No estoy sentada sobre nada. Se siente bien. Las nubes se sienten bien. ¿Qué nubes?. No recuerdo haberme drogado. Será esto LSD?. ¿Hola?. ¿Quién está ahí?. Siento espíritus. Y… ¡oh, una cabeza gigante! La gran cabeza dice -Bleragurss -Sonrío, y saludo pero no entiendo. -¿Cómo dice? -Dropendauenh -repite… ¿o no dijo eso antes?. Esa cabeza me es familiar. Claro. Es mi padre. ¿Padre?. No padre, no soy hija de Oscar. Bueno, si así lo quieres lo haré. Sí, padre. Le diré cuando lo vea. Está bien. Prometo no volver a usar drogas. Alguien debe haber puesto algo en mi trago. Sí, eso debe ser. Claro, padre. ¿Qué dices? -olarrie -dice mi padre
-transoreuyot -no padre, así no puedo entenderte, nunca fui buena para el Alemán. Mi padre dice -Haus y me retiro. Me dirijo hacia otro lado. Sí, será mejor -no… vennnggaa quí… nostorosss -Creo que estoy entendiendo un poco más, quizás no sea tan difícil entender Alemán después de todo… -Señorahhh… Joséhh… Chamán… nosotrossh… vuelva en si…
-Ah, ahora entiendo, ahora entiendo: ustedes… no, no entiendo… aunque… -Por favor… estamos esperándola, vuelva aquí, está siendo curada, despierte… -Ah sí, los recuerdo José, sí, el Shaman… Que pasó… Unos fuertes brazos me extirpan de mis queridas nubes rosadas.
-Me incorporo, miro lentamente alrededor y no hay nubes rosadas, ni LSD, creo… los brazos eran del Shaman, José está a su lado, contento de verme bien. Realmente le debo mucho a ese hombre. Estamos en carpa otra vez. La carpa del Shaman. Y me siento aliviada. Muy bien. Como nueva. -Debemos ir al aeropuerto -dice José -Yo mismo la llevaré allí. Estoy bastante atontada. Recuerdo el viaje frustrado. La policía. Mierda. Debería dejar de correr riesgo, solo para variar.
-Será mejor que salgamos pronto. Los carabinieri deben estar alerta -dice José -El Shaman me mira sonriente. A un lado está su mujer haciendo reverencias. Demonios, que viaje. Mi cabeza gira pero vuelve lentamente en sí. Lo miro a José y le digo -¿Esta vez podemos caminar?
-el Shaman suelta unja carcajada y me aprieta fuerte los brazos. Su mujer se ríe tímidamente. Está contenta de verme bien. Les agradezco, los abrazo lo mejor que puedo. Acabo de despertar, no puedo demasiado.
Minutos más tarde estamos listos para emprender el viaje al aeropuerto. Espero no sea tan difícil como la última vez. Salimos y mientras el Shaman me hace una reverencia José saca una moto, antigua pero nada a comparación de aquél carro destruido que me había tocado sufrir. Vuelvo y pregunto a la mujer del Shaman si tiene protectores diarios. Mientras ellos me llaman para partir espero que la mujer vuelva con al menos dos protectores. No soportaría estar sucia mucho más tiempo. Me los entrega. Dos. La abrazo. No sabe lo bueno que es haber conseguido esto después de tantos días. Me subo. -Sujétese bien -dice José. Me agarro fuerte y apenas arrancamos le muestro una cara de espanto al Shaman y su mujer mientras sonríen y saludan orgullosos de su buena obra. Realmente les estoy agradecida, pero más profundamente espero no tener que verlos de nuevo. Mierda. Quiero estar en casa de una vez por todas.

sábado, 21 de marzo de 2009

10

“Carro”. Muy europeo, pensé. No. No era por automóvil sino más bien por carruaje. Solo que aquí faltan los caballos para tomar velocidad. Huele a chapa corroída y humedad. Vamos a una velocidad menor que ir a pie. No puedo creer que vayamos tan lento. Tomamos un camino de barro, pedregoso. Muy difícil. Más para nuestro todo terreno. Pienso en Roma. Por un lado estoy pasando por mi ciudad soñada. Por otro estoy en el peor transporte de mi vida. De niña iba en carruaje con mi padre, pero inclusive, olía mejor. un par de días soñaba con Roma. Con viajar. Soñaba hacerlo poco antes de morir o ni siquiera hacerlo. Era un sueño. Ahora estoy aquí mirando el paisaje, cansada. Mis fluidos corporales ya no me molestan, no puedo hacerme problema por eso cuando estoy pasando una aventura gigantesca y que, espero, acabe pronto. Viajamos mucho. No sé si mucho kilometraje o mucho tiempo. Al adentrarnos en la oscuridad todo se vuelve repetitivo y soñoliento. Todo el auto vibra tanto que siento el cuerpo adormecido. Como un gran trance.

Lento.

Constante.

Relajante.

Despierto con un estruendo. Lo que quedaba del vidrio trasero cae sobre mis hombros. Grito.
-Los Carabinieri -dice mi chofér asustado, tratando de evadir, de alguna manera esos disparos. Miro hacia atrás y me agacho. Veo entradas y salidas de bala a lo largo y ancho de los asientos. Me siento frágil. No puedo pensar. Deberíamos frenar. Debo bajarme. No puedo. No vamos tan rápido. No importa. Es peligroso. Entran dos balas más. Voy a bajarme ahora mismo. Abro la puerta. Miro alrededor. No se ve mucho más que negrura allá donde no dan las luces de la policía. En cuanto doblamos un poco la policía gira para adelantarse y pararnos de frente. Es una movida obvia pero mi conductor parece o entenderla. Me lanzo hacia ese vacío, esa negrura inconcistente. Allí, tirada en el barro húmedo, veo mi transporte llegar al final de su recorrido a unos veinte metros de distancia. Me arrastro hasta notar un arbusto. Observo al chofér bajar del auto, siendo apuntado por los uniformados. Temo ver lo peor, y sin embargo lo observo sin apartar la vista un segundo. No puedo irme sin ver lo que sucede. Estoy segura de lo que va a pasar. Lo revisan. Lo empujan. Pero no lo matan. Me sorprendo pensando “¿Cómo?”.
Lo palpan, le gritan y lo echan fuera. El tipo se sube al auto, da media vuelta y emprende la retirada. A lo lejos veo lo que parece ser el aeropuerto. Me dispongo a esperar. No hay nada más que hacer. Debo llegar a ese aeropuerto en aproximadamente una hora. No más que eso, sino el Shaman dijo que abría problemas. Espero a que se retire la policía, con las manos vacías.
Deben estar muy enojados, mejor no llamar su atención ahora. Es solo un momento y podré huir tranquila.
Tardan un rato. Creo que discuten si revisar la zona. Señalan alrededor con los brazos en movimientos circulares. Lo discuten un buen rato. No. Hoy no tienen ánimos de trabajar. Ya tuvieron bastante con la persecución. Al fin se retiran. Al fin. Puedo seguir.
Luego de caminar un tiempo ya no puedo distinguir cuanto falta para llegar a destino. No veo ninguna diferencia en la distancia que he recorrido. Estoy maread pero debo seguir. Recuerdo a Oscar. Recuerdo mi casa. Mi vida. Quiero mi vida de nuevo. No sé si igual de mierda, pero… no sé que quiero, no puedo pensar demasiado. Quiero volver. Oscar estará en casa. Quizás ni me espere. No creo poder encontrarlo de vuelta. Recuerdo a Paulo. Tuvimos sexo en el baño de aquella comisaría. ¿Alguien habrá escuchado?. ¿Porqué pienso en eso ahora?. Paulo. Sí, lo recuerdo. Recuerdo su olor. Su perfume. Su transpiración. Lo hicimos mientras yo estaba con la regla encima. No le importó. Yo le importé. Eso creo. Eso espero. Sí, así lo quiero. Todavía estoy con la maldita regla. No puedo sentirla del todo, pero sí puedo sentir que me quedo sin fuerzas. Y pienso si eso ayuda. Si eso me hace decaer más. No lo sé. Poco sé ya.

Caigo.

No.


Debo seguir.


Siento que me elevo. Sin mi consentimiento. Me levantan. Alguien me levanta. Sí. Me dice -Soy José, del departamento -no entiendo, lo miro, no veo nada
-De la familia peruana -Trato de agradecerle pero no puedo. Emito sonidos, pero no sé cuales son.
-Tranquila. Venga conmigo. Vinimos a buscarla. El hombre que la dejó aquí nos avisó que los carabinieri le impidieron llevarla hasta el aeropuerto y nos ofrecimos a venir a buscarla. El Chamán y yo. Él está aquí, a su lado. Vamos a curarla y llevarla.

viernes, 20 de marzo de 2009

9

Cuando llegan estoy golpeando la puerta como una salvaje. Sin parar y a los gritos. Se siente bien.
-Tranquila señora -dice una voz tenue. Escucho un girar de llave. Miro hacia la cerradura y luego a mis vecinos que aparecen detrás de la puerta diciendo: “¿Cómo?”
No entendía la situación. Me preguntaba porqué no estaban allí con la policía frente a mí, casi como exigiéndolo. Ya me había predispuesto y pensaba como huir de aquello.
-Debíamos ir a trabajar y no queríamos despertarla, estaba muy dormida -dijo el buen hombre -Siempre dejamos la puerta bajo llave, por si alguien intenta robarnos el lugar -continuó. Yo estaba por maldecirlos a gritos cuando la pequeña señora me ofreció un desayuno que ella misma había preparado. Nos dirigimos al comedor -digamos que la sala central- y nos sentamos -en el suelo- a desayunar como si nada. Como si mis patadas no estuviesen marcando su puerta. Son gente demasiado buena y tranquila. Demasiado. No hablan mientras desayunan. Solo se escuchan ruidos leves de esos pequeños panecillos siendo masticados casi con cariño. No entiendo su funcionamiento, ni siquiera siendo yo una chica de campo. Ok, habiendo sido yo una chica de campo. Rompo el silencio, lamento interrumpir ese trance, pero debo rescatar a Oscar y no sé como. Les comento mi situación. Toda. Les cuento que no tengo manera de conseguir dinero, ni para sacar a Oscar ni para pagarles el lugar. Me detengo en ese instante para ver si me echan de allí. Nada. Me miran con mucha tranquilidad mientras mastican suavemente sus panecillos caseros.
-Señora la entendemos -dice la señora mayor -nosotros estamos acá para ayudarnos, no hay problema por el dinero. Sírvase -dice mientras me ofrece la bandeja con sus pequeños panes. Tomo otro, porque realmente son muy sabrosos, pero sigo contando mi historia con igual intensidad -Necesito que me ayuden, no sé como sacar a mi amigo de ahí. Todos siguen masticando, y cuando estoy a puto de pensar que no me están entendiendo el hombre dice -Su amigo será deportado a su país. No hay mucho problema en eso. -Claro Oscar quizás ya esté viajando hacia casa. Ahí sí puede arreglar las cosas por dinero. Tiene conocidos. Tiene manera. Si es que puede convencerlos de que no es amigo de una espía asesina. Ahora debo volver yo. Pero, ¿cómo demonios lo haré?.
-Conocemos a alguien que puede ayudar con los papeles -Dice el hombre -Podría llevarla con él -¿Y el dinero? -le digo -No es problema, solo queremos ayudarla, a que vuelva con su amigo, a su casa. Usted no quiere estar aquí. -Agradezco con un abrazo a la señora y al hombre -Los quiero mucho -digo y me arrepiento de ser tan cariñosa con gente que recién conozco, pero es que realmente lo siento así. Están cumpliendo el rol de mi padre en el campo, pero por lo menos me aceptan el abrazo que él nunca quiso. Luego de esta demostración de afecto digo -¿tendrían un protector diario? -y la señora echa a reír.
Terminamos de desayunar. Nos dirigimos hacia el lugar donde se encuentra el hombre que supuestamente va a ayudarme. La ciudad, a pesar de ser la parte más vieja y deteriorada, es increíblemente bella. Adoro Roma. Aunque en este momento la odie por lo que me hace pasar.
Llegamos. Es una casa enorme, muy hermosa, lo único malo es el basural a un lado. Me dirijo a la puerta y el hombre me dice -No, es por aquí -y me señala el basural. Claro. Obviamente las cosas son así.
Corremos una gran manta de crochet y entramos. Parece un carpa india. Creo que lo es. Apenas el hombre entra se agacha y se sienta en el piso. Barro. Luego de dudar un poco me siento con él.
Esperamos largo rato hasta que vemos que la manta de su “oficina” se descorre. No puedo creer lo que veo y se me hiela la columna. Siento los cosquilleos más horribles de mi vida. Un policía.
El hombre a mi lado dice -Carabinieri -y baja la cabeza, saludando. Yo no puedo creer que me haga esto. Lo miro, asustada, y cuando estoy por explotar en lágrimas el Policía dice -Signorina -y asiente con la cabeza.
Luego de esto se dispone a salir, sin más. Se va.
Mis nervios no saben como reaccionar. En eso sale nuestro salvador. Su carpa es exactamente como todo él. Es una figura mitológica. Adelante -nos dice a ambos. Le cuento mi situación. Está bien, son cien dólares -Es que no tengo dinero, yo solo… mi amigo peruano me detiene y dice -La señora no dispone de dinero. Ha sido muy buena con mi familia y le debemos una ayuda -El Indio enorme asiente con la cabeza -Así sea, entonces -concluye. Nos explica que debemos volver al día siguiente o a la noche si así lo quisiéramos. Estoy más que contenta. Estoy muy aliviada y feliz de poder volver a casa y que termine esta aventura romana. Necesito ver a Oscar, saber que está bien. Necesito saber de su vida. Disculparme con él. Necesito ir a casa y dejar de seguir a mi doble. Que se joda. No es más mi problema.
Cuando volvemos el hombre me agarra y me tira a la calle. No entiendo. Me asusto. Pone un dedo en su boca y dice -Shh -Son los carabineri -dice. -Me asomo lentamente y veo que se llevan a su familia. -¡Hay que hacer algo! -El hombre dice que no con la cabeza -Tranquila, mañana estarán de vuelta aquí. Mi amigo nos ayudará. Como mucho tardarán un día, pero estarán de vuelta aquí. Deberá volver a casa del Chamán -entiendo que es el Indio enorme- y quedarse ahí hasta que tenga sus papeles y pueda irse, no es seguro aquí.
Lo abrazo y le agradezco con el alma. Le digo que de alguna manera los recompensaré. Me dice que no hay problema, que no lo hace por dinero. Le digo que no pagaré por el servicio prestado, sino que es una manera de devolver la gentileza y vuelvo a agradecerle. Me voy corriendo y lloro un poco.
Llego a casa del Shaman. Le explico. Me hace pasar hasta el fondo de la carpa. Es gracioso. Una carpa de tres ambientes. Nunca pensé que hubiese carpas tan grandes. Al fondo se encuentra la mujer -Hola -le digo.
El Shaman le explica la situación en no sé que idioma. La mujer me mira amablemente y me señala una cama. Parece ser muy cómoda. Me acuesto allí mientras espero mis papeles. Comienzo a relajarme. El olor a incienzo es relajante. El Shaman me despierta de repente y dice -Debe irse urgente -en eso me alcanza los papeles. Me dá un pasaporte nuevo, un documento y dinero -Debe viajar esta misma noche. Un carro la espera en la puerta -dice. Me levanto, agradezco y corro hacia fuera. Me encuentro con un auto oxidado y destartalado, que es mi camino al aeropuerto…
Si es que puede llegar a tanto…

8

Me despierto y debo conseguir inmediatamente otro protector diario. Calculo que mañana es el último día de la regla, de “esos días”, y lo espero con ansias. Miro hacia la puerta y veo el vidrio amarillo reflejar la luz del sol sobre mi cara, insistente, molesto. No puedo hacer nada sino levantarme. Me acomodo un poco la ropa. Estoy arrugada como si me hubiese atornillado en el piso. Se ve que tuve una noche difícil. Ni siquiera lo noté. Estaba muy cansada. Me acerco hasta la puerta con la idea en mente de que alguna de las mujeres del lugar tenga un protector que puede facilitarme. Trato de abrir y no puedo. Pienso que la puerta está en muy mal estado, me doy unos segundos para saber que no pasa nada y vuelvo a intentarlo. Nada. No abre. Mierda otra vez… -¡Hola!, ¿Pueden ayudarme? ¡Se ha trabado la puerta!, ¡Hola!, ¿Hay alguien que pueda ayudarme?
-Pero no hay respuesta. Días antes hubiese comenzado a patear la puerta desesperada, a gritar constantemente hasta romper en llanto, pero no es lo que hago ahora. Pasé por mucho y ya no temo a cosas básicas. Un encierro por error lo tiene cualquiera. Se traba la puerta, no hay nadie cerca. Es cuestión de esperar unos instantes. Claro, eso debe ser. Me recuesto nuevamente, ahora en una colchoneta que hay a mi lado, sobre el rincón izquierdo de la habitación. Recuerdo a Oscar y pienso en sacarlo de prisión. No sé cómo. Debería conseguir dinero y alguien que lo saque de allí por mí. Extrañamente lo pienso como mi padre y a mi padre hace mucho que no lo pienso. Mi padre. Lo mejor de mi infancia. Y aún así una persona difícil de entender. Nunca nos demostró afecto. Nunca nos habló. Pero siempre evitó que trabajáramos, que sufriéramos. Cualquier cosa que el pudiese evitar la evitaba en nuestro lugar. Siempre. Siempre lo quise mucho, pero él, en lugar de demostrarnos cariño, solo hacía las cosas por nosotros. En el campo eso vendría a ser como darle dinero a tus hijos y no darles amor, es lo mismo. No hay relación real. Siempre fuimos pobres. Mamá y yo lo veíamos trabajar y no entendíamos el porqué. Porqué hacía todo solo. Con el tiempo comencé a verlo como un egoísta. Lo veía haciendo algo importante. Cosechaba nuestra comida, mientras nosotras hacíamos centros de mesa o tejíamos al crochet. Teníamos montones de centros de mesa. De cuadros al crochet. Muy parecidos a los del pullover del hombre Peruano que me atendió ayer, el hijo de Olga, la señora que habló conmigo muy amablemente ayer por la noche. De cualquier manera, lo que hizo mi padre tuvo un buen resultado: apenas llegué a la capital comencé a trabajar de todo lo que pudiera hacer, el tiempo que pudiese estar despierta. De hecho durante un año estuve trabajando mientras no lo estaba: tenía una cámara web en mi habitación y la gente me veía mientras dormía. No podrías creer la cantidad de gente que paga por esas estupideces. Luego de un año cuando conseguí acostarme con chicos abandoné esa estupidez de la cámara, sobre todo porque la primera vez olvidé apagarla y mis videos circularon por toda la red. Lo único que me molestó fue que no pagaran por ver aquello. El chico no opinaba lo mismo: nunca más lo vi. Mi única amiga, Melisa me dijo que no le diera importancia, que los chicos iban y venían. En esos momentos tuvo razón. Tuve cinco novios en tres meses. Pero apenas pasé los veintiséis dejaron de pasar muchachos por mi habitación. Apenas quise algo serio nadie siquiera cruzaba por mi calle. Para colmo Melisa perdió a su madre y también su trabajo. Viajó a Estados Unidos y nunca más volvió. Escribe todos los años. Cada vez que lo hace explica que no tuvo tiempo, que llevar una empresa es lo más difícil del mundo. Sí. Tiene una empresa. Difícil de creer, ¿no?. Yo no le creo. Ella dice que maneja “chicas”. Yo creo que trabaja de puta por ahí. De ahí que perdí mi mejor trabajo por no ser puta. Trabajaba con ella. Era su chofér. Ella era acompañante. Iba y venía a fiestas. Yo la llevaba y podía hacer lo que quería en ese tiempo intermedio, mientras que al salir esté en la puerta para llevarla de vuelta a destino. Melisa tenía mucho trabajo porque era también masajista, y de las buenas. Te masajeaba diez minutos y te quedabas dormida. Al despertar sentías haber dormido dos horas pero solo habías pegado los ojos treinta minutos. Era excelente. Las primeras veces me insistía con ir a Estados Unidos con ella. Cuando estaba a punto de dejarme atrapar por su oferta me explicó que allí no hay servicio de chofér, que cada tipo tenía su propio auto e inclusive, su limosina. Ese fue el fin. Trabajé de todo en la vida, pero no de puta. No digo nada en contra de ellas pero no quiero serlo, no tengo estómago para tanto.
Dejo mis pensamientos por un instante y noto que ya hace tiempo que estoy aquí tirada. Necesito cambiar mi protector, como sea. La sensación de recordar lo de Melisa me dejó un sabor amargo. Pienso que quizás mis vecinos me hayan visto por televisión o en algún cartel de “buscada”. Quizás estén buscando a la policía. Siento la necesidad de descargarme. Y como siempre mi entrepierna me dice: “Si.”

Creo que volveré a mi viejo yo por un momento y destruiré esa puerta a patadas…

miércoles, 18 de marzo de 2009

7

Otra habitación gris. Sentada. Nuevamente esperando a ser interrogada. Parece como si hubiese salido de la habitación anterior solo para entrar en esta. Como si todo fuese orquestado por un gran hijo de puta que me quiere ver tocando fondo. Tengo la nariz sangrando. Menos que la entrepierna. Pero sangra. Duele. Hace solo un rato estaba persiguiendo a mi doble y por descuidarme, por ser estúpida y chocarme directo contra la pared ahora estoy aquí, por mal comportamiento. Casi presa. Incómoda. Sucia. Necesito asearme, aunque sea un poco. La azafata me señalaba con toda la furia que tiene guardada desde que comenzó su mierda de carrera y su jefe le tocaba el culo sin pedir permiso. Desde que en su casa no habría dinero para la comida y tuvo que salir a trabajar de esta mierda en la que tiene que ser buena y pulcra todo el tiempo. “Sí, señor”. “Claro, señor”. Una mierda de vida y una mierda de trabajo para alguien que no lo quiere. Alguien que luego de señalarme trató por todos los medios de destruir mi cara hasta que no quede nada. Estaba desesperada. Me golpeó solo una vez, pero sus gritos y su cara decían otra cosa totalmente distinta. Quería mi cabeza. A esta altura tengo la nariz sangrando tanto como la entrepierna. Recuerdo mi anterior interrogatorio y pienso que este puede ser igual de fácil. Exeptuando que esta vez agredí a la azafata y traje a mi compañero sin pasaporte, pagando por ello. Ok, creo que esta vez no será fácil. Quizás ni siquiera posible.
Vuelvoal momento en que veo a Oscar señalándome. Lo entiendo. Apenas tuvo miedo me señaló sin pensarlo dos veces. De hecho, sin pensarlo. Estaba cagado como un niño visto al hacer su primer travesura y tratando de evitar el momento de la paliza de mamá. Lo entiendo. Es como mi padre y lo entiendo. Lo extraño es que a mi verdadero padre no lo entenderé nunca. Pero a Oscar si. ¿Que estará haciendo en este momento?. Seguro cagándose los pantalones como nunca. Eso es realmente seguro. Transpirando su camisa y pensando que mierda hace en este lugar con una desconocida que lo metió en problemas, de los graves, sin pasaporte y en otro país. Vuelvo a pensar en que ni siquiera sé si tiene familia. No tuve tiempo de preguntar. Mi búsqueda. Mis problemas. Mi vida. Luego nos lleva la policía. Todavía no tuve tiempo de darle las gracias. Creo que soy bastante mierda.
Entra un uniformado. Más serio que Paulo, mi nuevo amante que ya no sabe nada de mí. Quizás ya ni le interesa. Veo que no hay manera de salir de aquí por las buenas. De hecho, por las malas creo que hay muchas menos posibilidades. El tipo habla en italiano. No entiendo nada, pero tiene un traductor. Entiendo que no hay posibilidades, pero espero a que el traductor me lo diga.
-Señorita Mary Callahan, está usted aquí por ser una espía de su país y haber asesinado a tres importantes embajadores a lo largo de estos últimos diez años, los anteriores muertos ya están cubiertos con el anterior arreglo de Roma, del año 1998 -El tipo termina de hablar y no entiendo que clase de broma es esta. Le explico que soy bastante inútil y que no asesiná a nadie en la vida, a pesar de querer matar a unos cuantos, pero metafóricamente. Le digo que necesito un abogado. Que nunca tuve uno y no sé a quién recurrir, pero que quiero un abogado ahora. El que habla en italiano se enoja mucho y sale furioso de la habitación, mientras que el traductor lo sigue, luego de hacer una reverencia con su sombrero. Extrañamente me mira de una manera amable. Como con respeto. Mientras tanto mi entrepierna me avisa que está en rojo. No entiendo la situación, pero vuelvo a pensar en mi gemela. Claro estúpida, como demonios no se te ocurrió explicar que viniste siguiéndola a ella, que es igual a ti, pero que no eres tú la asesina. Es ella. Debía ser una perra. Lo presentiste. Y eres buena para esas cosas. No sé que más pensar. Mi cabeza duele mucho. Siento fuertes latidos en la nuca. Necesito descansar. Mis nervios no pueden con esto. Siento la sangre caer de mi interior. No puedo con esto. Me apoyo en la mesa, sobre mis brazos cruzados y trato de descansar, de organizar mi cabeza lentamente. Unir los puntos. Pero no puedo. No.

Respiro.

Espero.

Siento una presencia y levanto la vista lentamente.
Es ella. Es ella y me observa. Prende un cigarrillo. Sopla el humo en mi cara -Ariana -dice y niega con la cabeza
-que descuidada eres. No sé como has hecho para llegar hasta aquí con vida siendo tan descuidada. La miro. No sé que decir. Me conoce. Sabe mi nombre. No dijo “Mariana”. No tiene la nariz más grande. Es igual a mí. Soy yo. La odio. No. No entiendo. Miro la puerta. Está cerrada. ¿Cómo diablos entró? Vuelvo la cabeza y está parada, observando el gran espejo, ese que se ve del como una gran ventana del lado contrario. Lo ví en las películas. Ella me mira por medio del espejo. No dice nada. -¿Porqué demonios me haces esto? No puedes, les diré mis datos, les contaré todas mis verdades. Les contaré acerca de ti. ¡Ellos saben tu nombre! Te detendrán en algún momento. ¡Lo harán!. Ella ríe y dice -Querida, no tienes manera de encontrarme. Además, que ellos sepan mi nombre no servirá de nada, mientras tú no lo recuerdes. La odio, ¿lo dije?. De pronto recuerdo haberla visto con policías en el aeropuerto -¿Porqué te sacaron del aeropuerto si te buscan? ¿Eres su amiga o su enemiga? No responde y ríe un poco -Claro que la policía me sacó de allí, se hecho, nadie mejor que tú para saberlo. Quizás… -dá una pitada a su largo cigarro y prosigue -quizás lo único que necesites para encontrarme es recordar mi nombre, pero eso lo veo difícil…
No entiendo. Realmente no entiendo nada. Ella se dirije hacia la puerta y yo siento algo en mi interior que se desgarra, que quiere salir y entonces -Mary… ¡Mary Callahan! -Digo gritando furiosa. No sé como, pero lo dije. Ella responde -¿No te parece extraño recordar así un nombre?. Lo oíste solo una vez. Un nombre de un desconocido no se recurda tan fácilmente. Es extraño, ¿no? Tiene razón, pero no sé adonde quiere llegar. Mi entrepierna estalla en mi boca -¡Sí, puta, es extraño y me importa una mierda! ¡Voy a detenerte a como dé lugar! -Ella sigue mirándome. No me teme. Lloro. Mis manos se dirigen a mi cara y ahí se quedan. Lloro mucho. Siento mis entrañas expotar no solo en mi entrepierna sino en toda la habitación. Quiero gritar. Pasa una eternidad hasta que me calmo. Levanto la vista y ella sigue allí. Mira hacia un lado. Miro hacia allí y veo que un guardia está en el suelo y la puerta está abierta. Ella me dice -¡Crees que esto es suficiente para que me perdones? Yo diría que, al menos es algo para aprovechar -La miro desconfiada. No quiero irme así. Será peor. De igual manera me levanto. Me asomo y observo la situación. No veo a nadie. El guardia está dormido. Tiene una especie de petardo pegado al cuello. Es plateado. Bastante grueso. Pruebo con ir hasta la esquina próxima a ver que sucede. Es una oficina, todos vienen y van con papeles, atienden teléfonos. Nadie me ve ni se inmuta. Comienzo a caminar, tratando de que no me vean. Giro para ver si nadie me nota y al volver la vista al frente me topo con alguien. Caen gran cantidad de papeles. El policía me mira. Se agacha. Los levanta. Se saca su sombrero. Se disculpa y sigue su camino. Me quedo mirando atónita. No entiendo. Busco visualizar una salida. Veo llegar al tipo que me interrogó al principio. No sé que hacer. Está hablando con otro, muy enojado, pero muy metido en el tema que están discutiendo. Busco algo. Un diario. Lo tomo. Lo abro y espero que esa estupidez me salve como solo lo esperaría un niño. Luego de unos minutos. No puedo creer que o me hayan agarrado. Veo al policía. Aún discute algún asunto muy decidido a no cambiar de opinion. Están tomando café. No puedo creerlo. Seguramente el fútbol es más importante que esta supuesta asesina parada en el medio de la comisaría. Veo una puerta de emergencias. Salgo por ella. No puedo creer la situación. Tengo en la mano el diario. Trato de leer lo que dice. No entiendo nada. Me adentro a la ciudad. Se vé muy desarreglada. Veo el nombre de las calles. Ninguno me dice nada hasta que doblo y veo un cartel pegado en la pared que dice en perfecto castellano “Se alquilan abitaciones”, bueno, no es castellano perfecto, digamos que se entiende. Llamé a la puerta y esperé un rato. Me atendió una persona con cara de pocos amigos. Le expliqué que no tenía dinero encima -no le expliqué que mis cosas estaban en la comisaría, no venía al caso- y el me entendió, o ppor lo menos asintió. Llevaba un pullover de crochet con barras de colores vivos, muy llamativos, pero un poco sucio. Subimos por una ínfima escalera y en eso nos cruzamos con unos niños, muy ocupados jugando a los piratas o algo por el estilo. Enseguida llegamos arriba. Al abrir la puerta principal se veían tres habitaciones contiguas en las cuales había mucha gente. Los niños corrían por el pasillo y bajaban las escaleras una y otra vez.
-Sígame -dijo el tipo, justo cuando yo comenzaba a preguntarme si sería mudo. Pasamos delante de las habitaciones hasta llegar a la tercera. En ese momento me abrió la puerta y señalando me explicó -Aquí duerme usted y dos más. Tendrá que dormir en el piso a menos que consiga que le presten un colchón -Agradecí y me adentré en ese lugar inhóspito. De seguro es mejor que la cárcel de Roma. Pensandolo bien no, pero por lo menos soy libre. Una señora bastante mayor y arrugada como pocos me comenta que vinieron de su país a trabajar y que no esperan nada de la vida. Le digo a la señora que yo espero que la vida no tenga nada más para mí, que es suficiente con los últimos dos días. Agradezco su amabilidad y me tiro en el piso a descansar. No sé que me deparará el día de mañana ni como voy a volver a casa, pero, si es como el día de hoy, bueno… se hacen a la idea.

martes, 17 de marzo de 2009

6

Despierto. Me siento mucho mejor. Me cuesta despertar del todo. Me estiro, me desperezo, me restriego los ojos y ya estoy lista para seguir con mi misión. Miro hacia delante y la cortina está cerrada. No puedo ver a mi doble. Estoy pensando seriamente en levantarme e ir a correr un poco la seda y ver si sigue allí. Claro que sigu allí, pero quiero ver que hace, como respira, como se mueve. Miro a mi alrededor y veo a la señora babeando el hombro del acompañante a su izquierda. Agradezco a la señora por no babear para mi lado. Suerte de principiante. Busco visualmente a Don Oscar pero nada. Debe estar disfrutando sus sueños en este momento, soñando con aventuras en taxi o algo. Me levanto. Ya no aguanto las ganas de saber más. Trato de no despertar a nadie, de no hacer mucho escándalo, y cuando estoy a un metro estirando la mano con cierta inseguridad se corre abruptamente la cortina y la azafata me dice -¡Señora debe volver urgente a su asiento! -me toma fuertemente por los brazos y me gira para que vuelva. De espaldas giro mi cabeza y trato de asomarme por sobre su hombro, pero no llego a ver a mi hermana. Mierda. -Señores pasajeros, esto es una emergencia -dice mientras trato de alcanzar mi asiento, desconfiada -Deben permanecer sentados y abrocharse ahora mismo sus cinturones. Estamos atravesando Brasil y a punto de pasar por una turbulencia, lamentamos no haber… -y ahí mismo un sacudón iterrumpe a la azafata lanzándola hacia el final del pasillo y a mí un metro atrás de mi asiento. Me agarro tan fuerte como puedo del apoyabrazos, arrastarándome por el suelo hasta llegar finalmente a mi lugar. La azafata consigue levantarse al fondo del pasillo y volver, ayudada por los asientos hasta el lugar de donde vino. A ocultarse detrás de la maldita cortina. Con dificultad me siento y abrocho mi cinturón de seguridad. Demonios. Esto sí, que es extraño. Lo único que me falta es morir en un accidente aéreo. De cualquier manera no habrá nadie esperándome, salvo Paulo, claro, si es que todavía me espera. Lo peor será cuando encuentren el cadáver de mi gemela y lo confundan con el mío. Eso sería gracioso de presenciar. Mientras tanto el avión temblequea, dando rudos sacudones. Recuerdo al pobre Don Oscar y pienso si tiene alguien ahí abajo que lo llore si muere. Mierda, ni siquiera sé si tiene familia. Sacudón. Estuve pensando en mí todo el tiempo y ni siquiera se me ocurrió preguntar. Perdón Oscar. Lo recompensaré escuchando sus desgracias en la próxima vida y hasta quizás acepte que me adopte como su hija. Sí, claro que me querrá. Nos estabilizamos en unos sacudones más tranquilos. De igual manera todos dudamos si saldremos con vida o no. Me desabrocho el cinturón. Si esto me mata por lo menos quiero irme al otro lado sabiendo la verdad. Voy a ir y decirle a esa perra que necesito saberlo todo. O podría llegar a ser una santa, una excelente persona y emocionarse al verme. Quizás ella lo sabe todo. Quizás no sepa nada. Quizás sea mejor ir y enterarme de una puta vez. Sí, eso haré. Ahora mismo. Me levanto decidida y me dirijo hacia la cortina. Me acerco como puedo. Los sacudones hacen que caiga, qu resbale. No importa. Gateando llego a la cortina. Como un moribuno que se agarra a su asesino en su último respiro. La corro y… no está. La maldita perra no está allí. ¿Pues donde demonios está entonces? Quizás sea igual a mí, revoltosa e inquieta. Quizás no. Quizás se haya escapado. Mierda. Si se escapó me la hizo muy bien. ¿Pero como demonios haría para escapar de un avión en medio de una turbulencia? No tengo idea. Ni siquiera sabía que era turbulencia hasta que empezó a suceder. Debo encontrarla. De repente escucho la puerta del baño. Claro. ¿Cómo no lo pensé antes?. El baño. Esa debe ser. Con dificultad sale una mujer de unos treinta años. Cagada. Toda cagada. En la cabeza, los brazos. Cuando digo cagada es cagada. Llena de mierda. Y trata de sentarse. Ahora mismo su acompañante está pensando en el nivel de importancia de sus problemas. Si la turbulencia o su vecina cagada. Y creo, por su cara, que elije lo segundo. Veo que la azafata está intentando salir de la cabina y doy media vuelta, gateando como vine, vuelvo a mi asiento. Esperaré a aterrizar. Veo a Don Oscar. Muerto de miedo. Arañando su asiento fuertemente. Ni me nota. Me siento y abrocho mi cinturón. Creo que esperaré a aterrizar para enterarme donde está esa harpía.
Más tarde, luego de pasar la turbulencia, volví en su búsqueda. No estaba. Ni en el baño ni en ningún lugar. Pregunté a la azafata -¿Disculpe señorita, pero necesito saber si vió a la señora que estaba ubicada en este asiento? -a lo que ella respondió muy amablemente -no puedo dar información de los pasajeros en vuelo. Le dije que esa señora era mi hermana -Lamento informarle que de cualquier manera no puedo darle esa información -Le pido ir a la cabina, de visita, solo unos instantes. No. Le digo que realmente es mi hermana y que no puedo quedarme tranquila si ella no está -está bien señora -me dice mientras trago saliva aliviada -¿Cómo es su nombre? -Ariana Medina -le digo. Ella asiente con la cabeza y se dirije hacia adelante, a la cabina. Por los parlantes se oye: “Por favor, la hermana de Ariana Medina dirigirse a la cabina” y justo ahí es cuando puteo en voz alta. Mierda. Me agarró. Nadie se presentará en la cabina. Gracias azafata de mierda. Muchas gracias. Me siento a decansar totalmente enojada.
Tiempo después los parlantes nos avisan de la buena nueva -“Por favor, abrochen sus cinturones, estamos a punto de aterrizar en el aeropuerto de Roma. Gracias.”
Me preparo. Ahora veré a esa mujer misteriosa que me crispa los nervios. Pasa una eternidad hasta que realmente aterrizamos. Estoy muy desesperada.
Apenas llegamos me suelto el cinturón y salgo volando hacia la cortina. La azafata me detiene. La tiro a un lado y sigo mi camino. No me quedaré de brazos cruzados ahora. Corro la cortina. La veo. Ahí está. Es idéntica-claro que sin olvidar la nariz-. Toda la gente se abalanza sobre la puerta, desesperados por salir de lo que fue un verdadero viaje de mierda llevándola a ella en medio. Me vé y contrariamente a lo que yo pensaba se tapa la cara con la capelina. Lo sabe. Sabe de mí. Tardo mucho en llegar a la salida. Mientras me acerco siento cucho escándalo fuera. Mierda. Otra maldita tormenta. Policías. Con perros y todo. Por megáfono escucho que dicen algo y pregunto en voz alta si alguien entiende. Enseguida vuelven a repetir lo mismo pero en castellano con acento italiano: “Por favor bajen tranquilos. Vamos a revisar a todos y cada uno de ustedes. Es un procedimiento normal. Circulen con cuidado y lentamente” agradezco por la traducción pero maldigo por dentro. Don Oscar no tiene pasaporte y quizás no sea tan fácil sacarlo con dinero. No es mi país. No tengo idea de cómo son las cosas aquí. En eso la veo. Es ella. La policía la tiene. Seguro es ella a la que buscan. Mierda. Ya estoy de mierda hasta la coronilla. Sin Oscar y sin gemela malvada. No tengo nada. Miro hacia atrás, pero no veo a Oscar. En eso se me escapa gritar -¡Padre! -y recién al escucharlo pienso lo que dije.
Veo que mi hermana no tiene problemas con la policía. De hecho se abren a su paso y la acompañan, pero no con ánimos de llevarla presa. No. La escoltan. En eso llega una limusina. Se sube. La muy perra se sube. Esto es algo grande. Giro lo más que puedo en medio de toda esa gente y veo a Don Oscar. Estamos a metros de la policía. Mierda. Están revisando a dos personas de distancia. Detrás de todos los pasajeros la azafata grita -¡Allí! ¡Esa mujer me golpeó!. ¿Ya dije que este es un mal día?, ¿un verdadero día de mierda?. No. Creo que no lo suficiente.