martes, 14 de abril de 2009

20

La misma habitación. La misma que en mi sueño. Estoy atada. Pies y manos. No puedo moverme. Mierda. No sé porque me traen aquí. Sé que es por mi doble pero no sé que es lo que hizo. Creo que robó algo. Sí, eso debe ser. Aunque pensándolo mejor estos tipos estaban en el aeropuerto con un ataúd. Esta perra mató a alguien y yo lo pago por tener su misma maldita cara. La odio. No puedo seguir así. Me encuentro pensando en que si salgo viva de aquí podría hacerme una buena cirugía plástica y terminar de una vez con nuestro jodido parecido. Sí, eso es lo que haré. Luego río un poco, recuerdo la cara del guardaespaldas al verme en el baño. -¡Quieta! -Gritó con cara de susto. Creo que estaba más asustado que yo. Por lo menos hasta que me ví en el espejo. Tenía la cara ensangrentada. Les dije que necesitaba estar ahí. Que estaba herida y necesitaba que me dejen en paz unos momentos. La sangre que me delató es la que debería haberme sacado de ese lío. Mi única oportunidad era poner esa sangre que atrapé en mi cara y evitar, así, que me reconozcan, pero… no. No dio resultado. Como no podían sacarme de allí me mandaron al que se encargaba de la parte medicinal y lo primero que hizo fue lavarme la cara. Mi plan no duró mucho. Un plan de mierda. Sobre todo teniendo en cuenta que tuve que ponerme mi sangre en la cara. Desagradable. El dorado alrededor me molesta. Oigo voces desde el pasillo y luego entrando a la habitación. Estoy de espaldas a la puerta. El grandote que recuerdo de mi sueño me pega un cachetazo. Duele. Pero por alguna razón no duele tanto como creo que duele. Me siento rara. El tipo me dice algo de una información y un asesinato. No sé que mierda pregunta pero estoy segura que tiene que ver con el muerto del aeropuerto, las malas noticias y todo ese embrollo, incluyendo a mi doble. -¿Perdón? -le digo y me abofetea un poco más fuerte. Sangro. Duele mucho. Quizás no tanto. Vuelve a preguntar. Vuelve a golpearme. Veo mi sangre volar y no la diferencio del fondo bordeaux. Mi sangre aún no cae. Todo se ralentiza. Veo al tipo mientras me reincorporo lentamente y sé que va a pagar por esto. Le sonrío. Lo pagarás, cabrón. Lo sé con seguridad. No entiendo porqué, solo lo sé. Lo miro y no entiendo que es todo este juego de luces y sombras. No creo mucho en Diós o religión alguna. No creo en la justicia divina. Solo en la divina comedia. Lo pagará. Seguro. Me sigue golpeando y estoy mareada. Sus golpes duelen cada vez menos. Hasta que no los siento. Todo tiene una velocidad extrañamente lenta. Este lugar ya no me es incómodo. Enseguida me doy cuenta de algo muy importante… ya no estoy ahí. Y no siento dolor. Todo es extraño, metafórico, abstracto… y ya no estoy ahí. Estoy de nuevo en casa, como cuando era pequeña. Y noto que no recuerdo la cara de mi padre. Sé que está ahí afuera trabajando. Sé que mamá está tejiendo y yo a su lado, pero no sé tejer. No recuerdo como se hace. Sé que lo hice toda la vida, pero toda la vida es ténue. No recuerdo los detalles. Veo a Oscar, mi taxista amigo en la cara de mi padre… Me desvanezco. Estoy ahí, estoy aquí, estoy allá… Ese tipo lo pagará…
Veo imágenes diez veces más rápidas y animadas. Veo sangre y dientes. Muelas. Dolor… de otro. Sonrisas contagiosas. Sarcasmo y acción. El arte de los cuerpos. La danza de los puños. La danza macabra. Algo que nunca entendí fluye frente a mis ojos. Es parte de mi mente. Parte de mí. Lo comprendo. Alguien es arte. Puro arte mientras se mueve, mientras habla. Mientras ríe. Recuerdo al Zorro y sonrío por dentro. Esta vez es mujer. Odio la pelea… pero en este caso alguien merece ser castigado. Mi castigo divino. Causado por una mujer -Eso es… -digo estúpidamente en voz alta y vuelvo lentamente a la realidad. Comienzo a ver el techo. Estoy acostada. Mirando esa mierda de techo. Blanco. No es bordeaux ni dorado. Es blanco. Manchado de rojo. Manchado de sangre. Lo sé. La reconozco. La llevo conmigo cuando voy al baño. La llevé en mi cara. Pero no es mi sangre. Me levanto. Me siento más fuerte. Golpeada y fuerte. Es estúpido, pero así lo siento. Veo un desastre. Mi doble, mi salvadora. Ahora lo sé. No vá a hacerme daño. Lo comprobé. No tengo un protector. Es ella. Es el llamado de la sangre. Este desastre lo causó ella. Soy libre y estoy segura que es gracias a ella.
Miro hacia el suelo. Sonrío. Ella lo hizo. Lo hizo por mí. La puerta está abierta. La inscripción en la pared. Es su letra. Es con sangre. Es ella. Y es mi sangre. La siento. La amo. Me liberó. Creo que siento algo distinto esta vez. Siento las piernas manchadas de mi sangre y no me importa. Estoy transpirando. Sigo sonriendo. Me levanto y sé que este desastre ya no me impacta.

¿Esta es mi nueva vida…?

Pues, creo que no me molesta… es más, estoy comenzando a entenderla.

Sí, esta es mi nueva vida.

1 comentario:

  1. espero seguir lo que acontece, por un momento letyendo creí que iba a ser ella la otra tambien, que al final son la misma... ¿eso es cierto?
    bueno sigo esperando, sumale humor que loh aces muy bien!!!
    me gusta la atmosfera que crea.

    ResponderEliminar